Helena
Nuestra caminata se detiene cuando llegamos a los límites de Vallebruma. Frente a nosotros solo hay un infinito mar y un enorme acantilado. Nos miramos entre los huérfanos sin entender nada.
Me acerco a mi sargento, que se encuentra al borde del acantilado junto con el comandante.
—¿Cómo subiremos? —le pregunto dudosa.
Está a punto de responder, pero el comandante se adelanta.
—Ya lo verás.
Sin más, me empuja por el acantilado.
Me desespero, siento la caída, la adrenalina en mi vientre. Veo cómo ambos hombres me miran mientras caigo: uno con su expresión seria, el otro con una cara de satisfacción y esa sonrisa curva que ya me ha dedicado anteriormente para burlarse de mí. Me tenso, preparándome para el impacto que seguramente, si no logra matarme, me dejará con secuelas. Pero este nunca llega.
Me encuentro en la misma posición de caída, pero en otro sitio. Miro a mi alrededor desconcertada, tratando de ubicarme. Lo primero que veo es a una mujer de unos cincuenta años que me observa con curiosidad.
—Creí que solo traerían a hombres —dice extrañada. Pero su expresión cambia rápidamente, como si acabara de recordar algo, y entonces sonríe—. Bienvenida a Nimbus.
Lo dice con orgullo.
Me levanto, miro a mi alrededor y no lo puedo creer. Es hermoso, todo el lugar. Ni siquiera tengo palabras para describir lo que estoy contemplando. Hay muchos colores, puedo sentir el aroma de las flores que aquí sí lograron florecer, puedo ver el cielo azul, no la neblina y los colores grises que acostumbro. Veo un montón de islas flotantes, idénticas a la que me encuentro parada ahora, conectadas con unos larguísimos puentes. Estoy maravillada contemplando el lugar, pero el imbécil que me empujó aparece de la nada, arruinando el momento.
—Hola, Sara —saluda a la mujer que me recibió—. Viggo traerá a los hombres de hoy, les está explicando tu don.
—Sí, claro, empezaré a anotar a los nuevos apenas lleguen —le responde la mujer y se dirige nuevamente a mí—. Mi niña, ¿me podrías dar tu nombre y edad, por favor, para agregarte a la lista?
—Helena, hoy cumplí dieciocho —le respondo con la misma amabilidad con la que se dirige a mí.
—Bien, Helena, quedarás en la escuadra siete.
Me da la información entregándome una tarjeta con unas llaves, pero el imbécil la detiene.
—Ella no estará en esa. Ponla en la tres, con el Sargento Viggo Nielsen.
La mujer vuelve a poner la misma expresión que tenía en su cara cuando me vio aparecer.
—Pero la escuadra del señor Nielsen está conformada solo por dotados. Usted nos dijo que formáramos escuadras separadas para los hombres sin dones, que no entrenarían junto a los dotados —se queja ella, mirándolo como si de una madre retando a su hijo se tratara.
—No me mires así —se queja el general—. Ella es la estúpida pulgosa que quiere morir. Para empezar, yo ni la iba a traer —dice hartado—. El sargento se hará cargo de ella, así que anótala en su cargo.
La mujer asiente y comienza a escribir nuevamente, entregándome una tarjeta y llaves distintas.
—Feliz cumpleaños, Helena. Espero que puedas pasar un buen día en tu nuevo hogar y disculpa a North por sus palabras, lo conozco y solo debe estar estresado.
Ni estresado ni nada, se le nota a kilómetros lo imbécil que es.
Le agradezco a la mujer y en ese momento comienzan a aparecer el resto de los huérfanos en el sitio donde me encuentro, finalizando con la llegada del sargento. Este le da las instrucciones a los jóvenes para que den sus datos, cumpliendo con el mismo proceso que realicé. La señora, Sara, si no mal recuerdo, antes de escribir a los demás, le habla al sargento.

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Formidable
FantasíaEn un mundo donde los dones otorgan poderes extraordinarios, Helena nació sin ninguno. Su vida transcurrió en el orfanato de Vallebruma, un lugar donde residen aquellos que carecen de un don. Sin embargo, al cumplir 18 años, su destino cambia drásti...