CAPÍTULO 1

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Amy Vargas.

¡Maldición, estoy demasiado feliz!

Hoy, 13 de marzo de 2020, cumplo mis nueve meses de embarazo.

Y mi tratamiento cada vez se acerca a su fin, he avanzado mucho, y mis tendencias suicidas se han ido al carajo con el pasar de los meses.

Se han ido gracias a los pequeños Transformers dentro de mí, mi alegría se basa en sentir las patadas de mis pequeños.

Cada que siento su movimiento lo anoto en un pequeño diario, y llevan doscientas patadas en todo este transcurso.

Mis bebés son lo que más me ha ayudado a sobrellevar la situación, y el pensamiento constante de que saldré pronto de aquí, para poder tener mi boda soñada con mi coronel.

Pero el pensamiento que carcome mi cerebro es Deva. Mi mejor amiga, el amor de mi vida, la persona que amaré infinitamente.

Mi media naranja.

—wiwi, no sabes cuando te extraño —mi voz suena rota, al mencionarla— mis Transformers hubiesen querido conocerte.

Mi hermana no podrá conocer a mis hijos, pero al menos, mi nena tendrá una parte de ella, ya que decidí mezclar mi nombre con el de Deva.

Y el resultado fue, Ameva. Lo que para mí, significa hermandad y amor. Ya que se fusionan los nombres de dos mejores amigas, casi hermanas, que se querían con locura y harían lo que sea para mantenerse juntas.

Y por supuesto, las predicciones de Damian fueron ciertas, me hicieron una ecografía, y resultó la parejita, una hembrita saludable y un varoncito fortachon, ya que por alguna razón se ve más grande que su hermana, pero no es prematura.

Acaricio mi vientre lentamente, mientras observo la pequeña isla a un lado del reformatorio. Mi vida ha sido increíble desde que estoy aquí.

He logrado mucho, las marcas en mis muñecas se han ido. Mis hijos son la razón de vivir que me queda, son lo más preciado que tengo, son lo que me ha ayudado en tanto.

Alzo lentamente mi camisa blanca, revelando esa enorme barriga, con cientas de estrías a nada de desaparecer.

—vaya que funcionó la crema —adulo al producto, mientras veo como mi panza se mueve, mientras percibo a mis bebés.

Corro hacia la mesita de noche y anoto otro número en la libreta.

—eso bebés, muevan esos pies para mami —los animo con una enorme sonrisa, mientras me recuesto en la cama— ya falta poco para que mami y papi se reúnan, y también para que ustedes salgan de ese hueco en el que están, pronto los tendré en mis brazos y todo va a estar bien.

Alzo la mirada hacia el techo, con muchas confesiones en mi cabeza y ahora que lo pienso, han estado ocurriendo cosas muy extrañas en este lugar.

Ya no he visto a más pacientes, no he escuchado alborotos, según los enfermeros ya han salido de aquí, que cumplieron su propósito en este lugar, y han salido victoriosos.

Me sobresalto sintiendo como mi puerta se abre con fuerza, derribando esta contra el suelo. Llevo mi mano a mi pecho, al sentir como mi corazón amenaza con salir de mi tórax.

Son dos enfermeros, ingresando con una camilla.

Frunzo el ceño, cuando los veo acercarme a mí, forzando a que me acueste en la camilla.

—¡¿QUÉ MIERDA PASA?! —cuestiono sobresaltada.

Me amarran a la camilla con unas tiras gruesas de cuero marrón, la camilla se mueve a toda prisa. Mi desespero no me deja en paz y mis cuerdas vocales se desgarran.

Pecados Lujuriosos [Sentencia De Pecados #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora