CAPÍTULO 4

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Aaron Pierce.

Enderezo la espalda al momento de estar frente a la familia de Domenico.

Y delante de esa enorme mansión que parece una maldita residencia.

—¡Amore! —exclama acercándose a Fleur Ivanova, su esposa. La mujer corre desesperada hacia él y se lanza a sus brazos, mientras las lágrimas bajan por sus mejillas— sono tornato, non parto più, lo giuro... —murmura estrechando su cuerpo contra el de su mujer.

Sono tornato, non parto più, lo giuro: He vuelto, nunca más me iré, lo juro.

Al momento de separarse, se funden en un apasionado y desesperante beso, su mujer se aferra a su cuello y Domenico rodea la cintura de la mujer con sus brazos.

Una pequeña sonrisa se dibuja poco a poco en mis labios, ante tal conmovedora escena y las hijas de Domenico salen de la mansión corriendo a tropezones. Elettra toma la delantera, y le sigue Serena, Bianca y Vittoria.

Las cuatro abrazan a su padre, diciendo infinidades de cosas, que se distorsionan entre sí.

—¿Quién es él? —pronuncia, Bianca.

—él es el esposo de Amadisis —suelta Domenico acercándose a mí— Amadisis está con vida, huyó de nosotros y se cambió de nombre, su nombre ahora es Cloe Lennox.

Todas las Ivanova tienen las mandíbulas por el suelo, mientras me detallan con la mirada, reparando mi cuerpo y mi rostro una y otra vez.

—soy Aaron Pierce —me presento, acercándome a ellas— es un gusto conocerlas...

—no sin antes mencionar, que Amadisis tiene dos hijos, uno de Aaron, un pequeño de seis años, y otro, el famoso Alejandro Messina —interrumpe, haciendo que Fleur flaquee y la tome en mis brazos antes de que caiga.

—Amadisis no le pudo dar un hijo a los Messina, no, ella no... —jadea, mientras sus ojos se cierran repentinamente.

—mierda —murmuro, agarrando con fuerza a la mujer que yace desmayada en mis brazos.

Las chicas se abalanzan sobre mí, sosteniendo a su madre y la llevamos a la mansión. Al momento de entrar, mi vista queda totalmente fascinada con tal belleza, la mansión más hermosa que he visto en toda mi vida, hay yeso y esculturas hermosas por todos lados, pero la que llama mi atención es la Diosa de la belleza y el amor, Afrodita.

Está esculpida por lo que parece ser oro, y debajo de ella hay una vasija con agua.

Vuelvo a la mujer desmayada en mis brazos y dejo a la matriarca de la familia en el sofá, mientras despierta lentamente de su colapso. Todos toman asiento, mientras Bianca acaricia el rostro de su madre, intentando a que vuelva a tierra.

Domenico me indica que me siente a su lado y obedezco.

—necesito que tomen esto con calma —suelta mirando a Fleur— amore, si necesitas ir a descansar, házlo, hablaremos después.

—no, quiero saber que pasó con Amadisis —dice sorbiendo su nariz, y dirige la mirada hacia mí— cuéntame tu historia con Amadisis.

—la conocí cuando yo tenía veinte y ella diecisiete, y unos meses después, quedó embarazada de Damian, fue algo muy rápido, pero tuvimos a nuestro primer hijo, él ahora tiene seis años, y es un niño muy inteligente, tiene una mente superior a todo, sobrepasando sus límites de conocimiento —cuento mientras recuesto mi espalda en el sofá de cuero— al pasar de los años, ella maltrataba a nuestro hijo, causándole quemaduras y demás...

—Amadisis no era violenta, eso es...

—¡Calla, deja que hable! —interrumpe Domenico, ocasionando que su esposa lo fulmine con la mirada.

Pecados Lujuriosos [Sentencia De Pecados #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora