CAPÍTULO 2

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Ifrit.

El calor está sofocando todo mi ser, y la música empieza a ensordecer mis oídos a lo maldito.

Mis caderas se mueven al ritmo de la música, haciendo movimientos delicados y lascivos con mis manos. Cruzando mis dedos por mi rostro, mientras mi abdomen hace los movimientos en forma de ola.

Mi vista está clavada en el público, sonriendo con cierta diversión fingida, al mismo tiempo que meneo mi escote, percibiendo la intensidad de las miradas asquerosas, pertenecientes a los militares ebrios.

Doy media vuelta, frunciendo el ceño, completamente cansada de esto, sintiendo como mis lágrimas empiezan a brotar de mis ojos.

En ningún momento dejo de mover mis caderas, ahora meneando mi cintura en círculos, mientras bajo y bajo, hasta quedar en el suelo.

Arrastrandome en el escenario, como si fuera una serpiente.

Las gotas de sudor, descienden por mí cuerpo, mientras cae lentamente una gota de sudor por el valle de mis senos, acerco mi mano a mis senos, y retiro lentamente la gota con mi índice, llevándola a la boca del militar que está al frente de mí.

Su mirada está tan llena de suciedad, que me alejo rápidamente, para seguir moviendo el culo como me fue obligado aprender.

Todo mi ser está cansado, necesito salir de aquí.

Mis movimientos se resumen a estar de rodillas, mientras meneo mi pelvis, simulando la penetración. Mientras mi rostro se contrae, y mi boca se abre en una perfecta o. Mis manos viajan a mi busto, y lo aprieto un poco, volviendo a sentir la intensidad de las miradas, ahora más fuerte que nunca.

Me levanto del suelo de un salto y meneo mi melena roja, en movimientos circulares, mientras hago un ademán con mis dedos.

Las caderas no me dan para más, pero sigo bailando, perdiendo todos mis sentidos en la música, olvidando todo mi maldito sufrimiento.

Ya no hay música, no hay nada, sólo yo, entregándome hacia el calor del infierno.

Mis movimientos se vuelven más bruscos y envolventes, representando mi rabia y adrenalina del momento.

Fijo la mirada en los soldados, y todos tienen el chorro de baba saliendo de su boca.

Me vuelvo a poner de espaldas, mientras me encorvo hacia atrás, mientras mis brazos se cruzan entre sí.

Y cuando lo logro percibir, la canción acaba, y dejo caer mi cuerpo hacia atrás.

En teoría, me debería sentir como una maldita diosa, o como el demonio que me bautizó con su nombre, Ifrit.

Pero es imposible.

El lugar estalla en aplausos y gritos asquerosos, mientras el telón se cierra, mis pulmones exigen aire, y mi cuerpo exige libertad. «quiero salir de aquí, no aguanto más, no otro mes más».

Me levanto del suelo con mucha dificultad, sintiendo como mis piernas tiemblan de frustración, mientras me quito la puta corona, mandándole al suelo, haciéndola trizas.

—¡MALDITA CORONA! —todo mi ser se contrae, dándole la bienvenida a la impotencia y ansiedad.

—¡Y bien caballeros, ese fue nuestro espectáculo estrella! —exclama el presentador, mientras los militares gritan una infinidad de sandeces— ¡Nuestra hermosa Ifrit, el hermoso demonio árabe, el verdadero fulgor de Alá!

Dirijo la mirada a la corona que yace en el suelo y la levanto, reparando con mis dedos cada piedra, cada rubí, haciendo que mi cabeza de vueltas una y otra vez, logrando que me maree, pensando en ese hermoso hombre de ojos celestes y cabello rojo.

Pecados Lujuriosos [Sentencia De Pecados #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora