- Redes Ocultas -
Estación Policial Midtbyen, Noruega
La luz verde de la señal de salida alumbraba tenuemente. Ya era costumbre estar hasta altas horas de la noche, cargando el cansancio y la incertidumbre. Con un rostro pálido, unas ojeras levemente marcadas por el cansancio se reflejaban en unos ojos verdes, y su cabello negro alborotado coincidía con la cantidad de veces que había pasado su mano por su pelo, tratando de aliviar el estrés.
Él solía tener algo claro: que, si algo pasaba, no era por coincidencia. En sí, eso no existiría, solo que las personas evaden lo que el destino les ha preparado, sea por miedo o por ignorancia. Había pasado días leyendo los mensajes de todas las víctimas.
Lastimosamente, había otros casos, así que no podían centrar toda una agencia en uno solo, o al menos esa fue la excusa que dieron, teniendo además casos y problemas más importantes. Solo pudo seguir con los cuatro que ya estaban con él, un logro pequeño fue que no los movieran a otras agencias.
Tratando de no cometer ningún error, habían trabajado arduamente. Finalmente, con un largo suspiro, se recostó en su silla.
—Al fin —dijo viendo todos los apuntes en su escritorio.
James se sobresaltó, poniéndose erguido al instante, tratando de ocultar el hecho de que se había quedado dormido.
—Mira todo esto —le dice Alexander, ignorando lo que estaba haciendo—. Hay muchos patrones. Tenía la sospecha de que él las contactaba por medio de páginas de citas. Por eso revisábamos los mensajes de las víctimas.
—Y descubrimos que sí, con cada víctima utilizó un perfil distinto, pero era la misma página —dijo James.
—Exacto, casualmente todas las víctimas se comunicaban de manera pasiva. Él les decía que ellas eran su rosa. Y suponiendo que ellas nunca lo conocieron antes del trágico incidente, eso implicaría que él ya las conocía —dedujo Alexander.
—Pero ocasionalmente nunca lo dijo, tal vez por esa razón ha matado en esas fechas —dijo su subordinado.
—Claro, Eivor —le respondió Alexander—. Al no ser fechas muy largas y agregando que todas las víctimas tenían o estaban próximas a cumplir 24, podríamos suponer que cuando el asesino las conoce, ellas tienen 17 años —concluyó, yendo al pizarrón con varias fotos. Alineando fotos, fechas, ubicaciones y textos que estaban esparcidos.
Dejando a la vista todo lo que habían dicho, pero que estuvo claro durante todo este tiempo, solo ahí notaron un detalle que hasta ahora habían pasado por alto: el color rojo estaba presente en cada conversación con las víctimas, ya fuera en el texto, en los fondos de los perfiles o en algún detalle que el asesino dejaba en sus mensajes. El rojo era su firma.
—Observa esto —dijo Alexander, señalando el patrón rojo—. Es como si estuviera marcando cada víctima con un color específico, dejándonos una pista en cada conversación.
El ambiente en la oficina era sombrío. La tenue luz y el silencio interrumpido solo por el crujir de las sillas y el suave zumbido de las computadoras contribuían a la sensación de urgencia. Los pocos agentes que quedaban en la estación trabajaban en sus respectivos casos, pero el equipo de Alexander estaba concentrado en desenmarañar las pistas del asesino.
Sala de interrogatorios
La luz blanca se cernía sobre la fría habitación, proyectando sombras duras en las paredes. La cocinera de la mansión, Grete Eriksen, tiritaba en su silla, tratando de controlar el terrible frío del día. Llevaba un pequeño gorrito que apenas cubría sus orejas y unos guantes tejidos a mano, que apenas lograban abrigar su delgado cuerpo. Su semblante reflejaba tanto el frío como los años de secretos guardados.
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El Fantasma: Rastros de un Crimen
Tajemnica / ThrillerCuando el renombrado detective Alexander Johnson y su equipo se empeñan en atrapar al despiadado asesino serial conocido como "El Fantasma", saben que están enfrentándose al caso más desconcertante de sus carreras. En una Noruega envuelta en sombra...