Capítulo 4. La emboscada.

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¿¡Sería que esa maldita mujer no saldría nunca de su escondite!?

Cada vez que parecía que el detective la iba a conseguir, ella viajaba a un nuevo país.

Lee sostenía la única fotografía que poseía luego de su ruptura, una simple pero poderosa fotografía de Laura sentada en las escalinatas de Montmartre en Paris el mes pasado. Llevaba una gabardina verde y miraba al infinito con cara de cansancio y seguramente hambrienta, estaba más delgada y tan bella como siempre.

¡Demonios! Conocía muy bien esa nariz recta, ese perfil, esas cejas y cada endemoniada facción de su rostro.

Él era su fan.

Se había convertido en el fan número uno de aquella escritora.

Mientras tanto él salía en todas las plataformas mundiales y le había escrito hasta una canción.

¡Maldición!

--¿Cómo escapó a la primera complicación? Es tan inmadura y soberbia.

Lee observó como su gato se le quedaba mirando impávido por lo que le reclamaba. Se había vuelto loco y ya hasta peleaba con Chill.

Lee dejó la comida a su gato y se dispuso a seguir alzando las pesas para ejercitarse.

Al día siguiente se iría ¡por fin! a su gira como embajador de las marcas que ahora representaba en su propia agencia. Los últimos 2 meses su estrés por la separación legal de Fantasi y la mudanza de Star Word a sus nuevas oficinas, había sido más que desgastante.

Era libre.

Pero ¿Por qué si había pasado siglos soñando con este día no se sentía feliz?

Él sabía la respuesta, pero nunca la diría en voz alta.

Sonó el timbre.

Él inmediatamente tomó su celular y abrió la cerradura de su apartamento de manera digital.

Era los chicos para despedirse, le habían comentado que irían quisiera o no. 

Parecía que se turnaban para sacarlo de quicio.

¿Qué parte no entendían de que quería estar solo?

Los conocía más que a su propia familia y eso para ellos era imposible.

--¡Traje soju! –gritó JJ.

--¡Yo la comida! —más atrás habló Jim.

Todos se quitaron los zapatos en la entrada según la costumbre de su país.

--Esperaba que mínimo trajeran comida luego que les dije que no puedo trasnocharme –se quejó Lee mientras alzaba a Chill del mesón de la cocina.

V amaba los gatos y particularmente a Chill. 

--¡Hola Chill! ¿Cómo te va con tu papa gruñón? ¿Te cambia el agua? -- V cargó a su gato feliz.

--¡Ja! Le compré la fuente más cara del mercado luego de que se enfermó y él como si nada.

Todos se pasaron las cervezas y los soju mientras devoraban las pizzas.

--¡Salud! ¡Al fin somos libre gracias a Lee y su familia! –brindó Rick ya con unas cuantas cervezas encima al pasar el tiempo.

--¡Salud! –gritaron todos.

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