Prólogo + Información

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Una vez que te embarcabas en el camino del asesino, no había vuelta atrás. Tanto en los sentimientos como en la moralidad. Cometerías actos que antes podrías haber jurado nunca cometer y perderías toda empatía.

Para mal de la mayoría no había elección.

Muchos de ellos se veían afectados por ser hijos de otros asesinos; estos serían separados de sus padres y a la edad de tres años comenzarían a entrenar hasta los nueve, cuando debutarían en ese mundo.

Para ellos, no había elección.

Era algo natural. Algo para lo que habían sido entrenados toda su vida, así que la falta de empatía en estos era algo común.

Pero existía otro caso; aquellos a los cuáles la sociedad les había fallado de la peor manera, obligándolos a tomar justicia por manos propias.

Estos eventualmente estarían más faltos de emoción que los asesinos naturales, porque una vez hubieron de probar lo que era el cariño, el amor y la felicidad.

En la Secta Ferier de asesinos existía un nombre que todos conocían; el Sable Blanco.

Muchos decían que este pertenecía a la segunda categoría.

Por lo que se rumoreaba, el Sable Blanco era hijo de una de las familias más acomodadas de un pequeño pueblo, pero tal familia se había visto envuelta en un escándalo que provocaría su caída.

Tanto padre, madre, como hermanos habían sido asesinados por uno de los altos mandos y este único hijo que había sobrevivido ahora tenía el rostro desfigurado y cicatrices por todo el cuerpo, por tanto, nunca podría salir al público sin que las personas tuvieran miedo.

Había otras tantas historias; la segunda más popular era que su familia había sido engañada por un familiar cercano y habían sido asesinados por la famosa Secta Rectus, así que para su venganza, se había unido a la secta contraria.

Pero quién sabía cuál era la verdadera razón detrás de la aparición de este Sable Blanco, después de todo las únicas pistas que se tenían de él era que vestía una túnica negra y que su rostro estaba cubierto por un velo del mismo color; sin mencionar aquel sable que provocaría temor al solo mencionarlo.

Pero todos los ojos habían estado puestos en el Sable Blanco desde su aparición hacía ocho años y uno de los más conocidos era el Tercer Guardián del Templo Ceski.

Desde que el Tercer Guardián había puesto sus ojos sobre este asesino, 3,000 monedas de oro tendría aquel que lograra conseguir su cabeza.

[...]

En los Antiguos Ríos no había tiempo para hablar de rumores, además, un chico que todavía no había cumplido la mayoría de edad, pero que tenía a todos atemorizados, no era un blanco fácil.

—... ¿es verdad que Num ha vuelto? —quien había hecho aquella pregunta era una chica de pelo rojo. Vestía la habitual vestimenta de los Antiguos Ríos; una túnica blanca que cubría desde sus hombros hasta sus rodillas, y un lazo alrededor del cuello que dejaba ver cuál era su posición en la secta.

Estaban en el jardín, sentados sobre una manta blanca. Alrededor se escuchaba el sonido de los pajarillos y el agua. El sol no les molestaba por la barrera; siendo así que el aire era incluso más cálido.

—Quién sabe. Tú también eres consciente de que en el momento en el que llegue, se encerrará en su cuarto y solo saldrá si el Sacerdote se lo pide —le respondió el chico a su lado, quien después dio un sorbo a su té.

Su vestimenta no difería mucho del de la chica; pero en lugar de tener un lazo alrededor del cuello, lo tenía en la muñeca y esta, en lugar de ser blanca, era un poco dorada.

La última llama del fénixWhere stories live. Discover now