Episodio 6

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"Alguien que podía ver el futuro; si su poder era lo suficientemente grande, incluso podría ver el pasado y los pensamientos de las personas".


En esta Era, la escuela de magia mayor clasificada por el sistema de educación era la Mashniika; construida hace quizá unos 200 millones de años. Era conocida por haber criado al Emperador de Hierro, título honorifico por el que todos en Parska lo conocían, hacía mucho tiempo, olvidando su nombre real e incluso el de cortesía.

Era respetada por la guerra, la consolidación, las batallas, los enemigos y la estatua de la Santísima.

Eso, sin contar los poderes de sus profesores.

Entre los profesores admitidos y certificados de Mashniika, estaba Joshuen, un guacamayo que había alcanzado la edad de 91 años, convirtiéndose así en una bestia espiritual; título que la escuela empleaba para referirse a animales o aves que habían alcanzado una edad prospera y una magia que le permitían transformarse humanos. Una de las características por las que se le conocía a este profesor, era por ser un bastardo, de esos que por pasar una mala noche haría pagar a sus estudiantes con ejercicios marciales, todo eso, con una sonrisa en el rostro.

El perfil de este profesor podría no ser demasiado llamativo si no fuera por su cabello de varios colores y por sus ojos anormalmente pequeños.

Sin entrar en mucho detalle en su apariencia, ya que de cualquier manera no te lo encontrarás en tu vida diaria y, si es así, corre; sus estudiantes dicen que es un completo psicópata; su piel no tiene un color exacto, puede cambiar a su preferencia, cosa que prefiere gustarle especialmente el verde, aunque lo hiciera ver raro en combinación con su color de pelo. Su estilo de ropa era muy variado, dependiendo, como siempre, de su actitud.

Sus estudiantes no lo consideraban un profesor serio, pero tampoco lo suficiente cercano como para intercambiar bromas.

Ese día en especial estaba de malhumor.

Nunca le había gustado la llegada de nuevos estudiantes, menos sabiendo que ninguno de ellos era de su propio linaje; ya tenía varios mamíferos en su jardín con la posibilidad de un 30 por ciento de llegar a ser bestias espirituales. Además, la mayoría de estos nuevos estudiantes tardarían unos cinco o seis años en entrar en misiones reales, a excepción de las seis familias principales.

En el proceso, la mitad de la escuela se vería destruida, eso podía asegurarlo.

Caminó a paso lento hacia la sala de profesores. Allí no le esperaría nada más y nada menos que los otros profesores con los que había convivido por décadas. Ya estaba cansado de verles la cara todos los días.

No se molestó en saludar a nadie, sino que se sentó directamente en su pequeño escritorio.

Encendió la PC, mientras escuchaba, sin muchos ánimos, las conversaciones de los demás. Siempre eran los mismos; el señorito Aferman, la vejestoria Ozunma y el idiota de Bester.

Estaban peleando, más que platicando, sobre con cuáles estudiantes se quedarían.

Sin prestar mucha atención, sabía que Aferman escogería a los niños bonitos a los que nadie les tenía esperanza, después de todo, él mismo era un hombre de casi treinta años que había impactado en la escuela hacía menos de diez años, con sus habilidades literarias y poéticas, en especial, teniendo en cuenta era un completo manipulador a la hora de hacer sus misiones. Ozunma, por el contrario, prefería a los jóvenes reales, los que estaban destinados quisieran o no, a llevar el peso del honor de su familia, después de todo, era una mujer que estaba en sus últimas y necesitaba algunos logros para que su legado permaneciera. Bester, por otro lado, aunque mayormente se quedó en silencio la mayor parte de la conversación, siempre que hablaba era para decir algo sarcástico, como si siempre fuera a tener razón; no se le podía culpar, en opinión de Joshuen, era un estúpido ególatra militar, ¿qué había de esperar cuando provenía del Área Verde?

La última llama del fénixWhere stories live. Discover now