La culpable de todo esto,
había sido su propia madre
Antes de entrar a la escuela de magia, Sálum había recorrido toda la mansión Xru de arriba abajo; se aprendió los nombres de los sirvientes, la edad a la que habían entrado a la mansión, cuáles habían sido las circunstancia en las que lo habían hecho, el carácter de cada uno de ellos. Eso sin contar los pasadizos secretos que había en la mansión.
La mayoría de la información que pudo conseguir fue gracias a la sirvienta que le entregaba la comida, su nombre era Xuma.
Xuma era una chica de unos veintitrés años, de estatura media y con una personalidad retraída. Como Zhalir, también le gustaba mucho leer, aunque Sálum, siendo precavido sobre esta chica, supo que Xuma y Zhalir tenían mucho más en común de lo que deberían de tener dos simples personas; ambos eran tímidos o por lo menos a la hora de expresar sus opiniones no eran muy buenos hablando. Les gustaba el azul, a tal punto de que parecía que los armarios de ambos habían sido combinados. Ambos tenían diarios en los que apuntaban misterios con los que se habían encontrado.
Sobre tal diario, Sálum se llegó a enterar un día, después de haber terminado de entrenar, por petición de Lima, para que estuviera bien preparado a la hora de entrar a la escuela de magia.
El cuerpo de Zhalir no estaba bien desarrollado porque desde que había nacido no había pasado un solo día entrenándose, así que, a la hora de ejercitarse, los movimientos de Sálum habían sido bastantes rígidos e incomodos.
Tuvo que detenerse durante dos minutos, antes de abandonar la rutina normal que llevaba en los Antiguos Ríos y volver a empezar con los movimientos que el Sacerdote en un inicio le había enseñado. También combinó varias técnicas de uno de los libros que había conseguido de la biblioteca, para así familiarizarse con estos y para cuando llegara el momento de entrenar en la escuela de magia, estos no lo delatasen.
La sala donde se estaba entrenando era una sala privada, en la que solo él y unos cuantos sirvientes podrían entrar.
Por petición de Lima, Sálum debería de entrenar durante dos horas, para después descansar y comer algunas proteínas.
Con el tema de comida, Sálum no era tan entusiasta. Nunca había sido un fanático ávido de la comida en su tiempo, por lo cual no era tan exigente, así que, al momento de comer, no tenía quejas.
El ya poder alimentarse era un privilegio del cual no se quejaría.
Cuando terminaron las dos horas de entrenamiento básico, Sálum se desplomó en el suelo, tomándose su tiempo para poder respirar adecuadamente. Solo cuando su respiración volvió a la normalidad, se levantó.
El sudor corría por su cuerpo en esos momentos; sin preocuparse en coger alguna toalla, se levantó una parte del poloché que tenía y se secó el sudor. Se detuvo brevemente por el ruido de la puerta al abrirse y levantó un poco la cabeza, para encontrarse con el rostro estupefacto de Xuma.
Dejó caer su mano, al tiempo que el poloché volvía a su posición original.
Al ver que Xuma no se movía del lugar en el que estaba, levantó una ceja, cuestionando el comportamiento de la chica en silencio.
Xuma salió de su estado estupefacto y apartó la mirada avergonzada:
—Joven maestro, su comida ya está preparada. La señorita Lima dijo que después de comer, debería ir a estudiar —Xuma hizo una leve reverencia. Cuando estaba a punto de irse, pareció recordar algo y levantó el rostro, que ahora parecía estar iluminado—. Por cierto, ya he completado el libro de apuntes. Aunque aún no he aprendido el Ashmaj como usted, ya no soy una ignorante. Muchas gracias —después, salió corriendo como si tuviera miedo de escuchar la respuesta de Sálum.
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La última llama del fénix
FantasySálum había entregado su adolescencia a entrenar día y noche para averiguar la raíz de la caída de su familia. Entregándose al camino de los asesinos; sus sentimientos gradualmente se perdieron, su moral cayó al punto más bajo, elaboró planes para...