Sintió un jalonazo en su cabello. El hombre ahora lo estaba arrastrando y obligándolo a mirar hacia arriba.
Cuando Sálum abrió los ojos, trató de ver algo en la oscuridad. Primero fue eso. Tratar de ver en la oscuridad. Después, sintió un dolor de cabeza que nunca antes había sentido.
Sin poder anticiparlo, un grito salió de lo más profundo de su garganta. Sus ojos se abrieron de par en par, a la vez que sus cejas se fruncían. Se golpeó la cabeza con las manos, mientras trataba de ordenar los recuerdos difusos que estaban llegando a su mente, como si nunca antes hubieran estado allí.
¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?
Ni siquiera podía recordar bien lo que había pasado antes o donde había estado.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió asustado.
Se arrodilló donde fuere que estaba, mientras trataba de buscar un lugar de apoyo.
Sintió que de sus ojos comenzaban a salir algo que parecían ser lágrimas, pero sabía que no eran eso; cuando esas gotas llegaron hasta sus labios, saboreó el sabor de su propia sangre.
De repente, los recuerdos comenzaron a asaltarlo aún más fuerte; había un niño. Un niño con una túnica llena de sangre que pedía ayuda y suplicaba porque le salvaran. Después, fue fuego y lanzas. Personas asaltaron los Antiguos Ríos, pero, ¿cómo podría ser eso posible? Nadie podría entrar si no estuviera marcado a este.
Más fuego.
Nadie había podido apagar ese fuego.
Se parecía a aquel fuego interminable del que hablaban las leyendas. Un fuego que nunca se podría apagar. La última llama del fénix, le habían dicho que se llamaba.
Pero en todos los años de su vida, La última llama del fénix había sido un simple leyenda y sin importar si era verdad o no, ¿por qué estaría allí?
Los enemigos habían gritado: ¡diablo! ¡De verdad es el hijo del diablo! Y ¡tenemos que matarlo antes de que su poder se despierte por completo!
No entendía nada.
Sus recuerdos eran un desastre.
Entonces, vio como él mismo había comenzado a correr mientras un niño le seguía por delante. Él no era un salvador. Incluso si viera a un niño desangrándose y pidiendo ayuda, no saldría a su rescate.
Estaba cometiendo un error.
¡Detente!, gritó en su mente, pero su figura no se detuvo y corrió incluso más rápido, pero nunca sin perder de vista al niño.
Entonces, vio el Río.
Ese Río Sagrado que ni siquiera el azul más profundo de los cielos podría penetrar en él, ahora estaba teñido de rojo.
Miles de cadáveres.
¿Quiénes son ustedes?
No pertenecían a los Antiguos Ríos. Sus vestimentas no concordaban.
Entonces, aún más escalofriante, sintió una espada en su cuello y, frente a él, una figura con una túnica dorada le impedía hacer cualquier movimiento. Como si algo mágico se enredara alrededor de su cuerpo, no podía moverse por más que quisiera.
El poder de aquella persona era lo suficientemente fuerte como para poder impedirle distinguir su rostro.
Estaba seguro de que esa misma persona le había dicho algo. Algo en su mismo idioma, sin embargo, no podía entenderlo. No podía escucharlo.
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La última llama del fénix
FantasíaSálum había entregado su adolescencia a entrenar día y noche para averiguar la raíz de la caída de su familia. Entregándose al camino de los asesinos; sus sentimientos gradualmente se perdieron, su moral cayó al punto más bajo, elaboró planes para...