Capítulo 7: Apenas estamos comenzando

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Sonriendo, Su dejó que su mano se deslizara suavemente sobre la de Moa, envolviéndola. Con una lentitud provocadora, comenzó a apartar uno a uno los dedos de su novia, liberando gradualmente el seno izquierdo de Momoko de su agarre, sus movimientos seguros, pero imbuidos de ternura. Suzuka disfrutaba de cada segundo, saboreando la intimidad de aquel momento, donde el tiempo parecía estirarse.

Cuando finalmente apartó completamente la mano de Moa del pecho de la más joven de la banda, en lugar de soltarla de inmediato, la guió con suavidad hacia abajo, dejando que los dedos de Moa trazaran un sendero ardiente por la piel de Momoko en el proceso. El temblor leve en el cuerpo de Momo fue una respuesta involuntaria a lo que estaba por venir, una señal inequívoca de la creciente excitación que la recorría.

Una vez que la mano de Moa quedó reposando más abajo, Su deslizó la suya hacia el busto de Momoko. Sin prisas, dejó que sus dedos se abrieran como una flor cerezo, posándose sobre el ahora pecho expuesto. La textura sedosa de la piel de Momoko bajo sus dedos era como tocar la más delicada de las telas. Suzuka cerró los ojos por un breve instante, disfrutando de la sensación en su palma.

Finalmente, al cerrar su mano alrededor de carne suave y generosa, Su pudo experimentar la combinación perfecta entre firmeza y suavidad. La plenitud de aquel voluptuoso seno colmaba por completo su palma y no pudo evitar soltar un suave gemido, un sonido apenas audible que emanó directamente desde lo más profundo de su ser, llenándola de una necesidad abrumadora, un ardor incontrolable que la incitaba a profundizar aún más su exploración.

Con un gesto calculado, Su dirigió su atención al pezón endurecido de Momoko, que se erguía orgulloso, pidiendo ser tocado. Sus dedos se acercaron lentamente, primero rozándolo con las yemas, un contacto ínfimo, pero suficiente para provocar un exquisito gemido en su kohai. Los labios de Su se curvaron en una sonrisa satisfecha antes de atrapar el pezón entre el pulgar y el índice, girándolo suavemente, estirándolo y retorciéndolo con cuidado, provocando reacciones cada vez más intensas. Cada movimiento estaba pensado para llevar a Momoko al borde del placer, para mantenerla justo en ese delicado equilibrio donde el deseo y la anticipación se funden en un solo sentimiento.

Por su parte, Moa, que aún tenía su mano firme sobre el seno derecho de Momoko, decidió intensificar el juego. Sin dejar de observar a Su, quien seguía disfrutando del cuerpo de Momoko con una devoción palpable, Moa llevó su pulgar a sus propios labios. Sus ojos nunca dejaron los de su novia mientras lo hacía, lamiendo lentamente la yema del dedo, impregnándolo con su saliva, haciéndolo brillar bajo la tenue luz de la sala.

Luego, con una precisión que sólo una persona experimentada podía tener, Moa deslizó su pulgar húmedo hasta el pezón izquierdo de Momoko. Ni bien el contacto se produjo, un leve jadeo escapó de los labios de Momoko, su cuerpo reaccionando de inmediato al contraste entre la humedad del pulgar de Moa y el aire cálido que llenaba la sala.

Moa comenzó con movimientos lentos, dibujando círculos alrededor del pezón, apenas rozándolo con la parte más suave de su pulgar, provocando una mezcla de placer y tortura que hizo que Momoko se retorciera ligeramente. Cada giro era deliberado, cada toque calculado para encenderla aún más. El pezón de Momoko, ya erecto por la atención previa de Su, se endureció aún más bajo la caricia húmeda de Moa, tornándose aún más sensible, como si cada nervio en su punta estuviera vibrando con una electricidad latente.

La sincronización entre Su y Moa era impecable, como una coreografía silenciosa que fluía sin esfuerzo, cargada de deseo y precisión. Cada movimiento estaba cuidadosamente calculado para amplificar el goce de Momoko, y ambas trabajaban en una armonía casi perfecta. Sus miradas cómplices eran una conversación muda, un lenguaje que solo ellas entendían, lleno de un anhelo profundo por llevar a su kohai al borde de la locura. Las manos de Su y Moa se movían como si fueran una extensión la una de la otra, cada caricia sincronizada al unísono, como si ambas estuvieran ejecutando una danza erótica diseñada para embriagar los sentidos de Momoko.

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