—Momito, antes de comenzar, quiero dejarte en claro algo muy importante. Si en algún momento te sientes incómoda o simplemente quieres detenerte, no importa la razón, lo haremos de inmediato —le dijo Su, apartando con delicadeza un mechón de cabello que caía sobre el rostro de Momoko. Su voz fue un susurro cálido que flotó en el aire, envolviendo a la más joven de la banda en una capa de ternura protectora, desvaneciendo cualquier sombra de nerviosismo en su interior, dejando solo la seguridad de saber que estaba en las mejores manos.
—Ok, Su-chan... —musitó Momoko, esbozando una sonrisa sincera. La confianza absoluta que sentía en Su y Moa la reconfortaba. Sabía que estaba a punto de vivir una experiencia inolvidable, pero no tenía miedo, sino una profunda tranquilidad. Estaba segura de que cada paso que dieran juntas estaría lleno de respeto, cuidado y, sobre todo, deseo mutuo. La inseguridad se desvaneció, dejando en su lugar la certeza de que estaba en el camino correcto. Se sentía lista, preparada para entregarse a ese instante que tanto había soñado durante sus noches de soledad, sabiendo que nada podía salir mal con sus mejores amigas a su lado.
—Eres tan hermosa... —murmuró Su en un tono suave, como si cada palabra llevara consigo una caricia. Su aliento apenas rozó el lóbulo de la oreja de su kohai, arrancándole un suspiro tembloroso. El ligero roce encendió un fuego interno, despertando una oleada de anticipación en su piel, haciéndola arder.
Pero justo antes de que pudiera hundirse en las sensaciones que Su empezaba a dibujar en ella, una energía distinta la envolvió desde el otro lado. Moa, con su presencia intensa y avasallante, era la antítesis perfecta de la dulzura de Suzuka.
—Queremos que sientas todo el placer que te mereces, sin restricciones, Momo-chan... —susurró Moa, acercándose más a Momoko.
Su y Moa dejaron las palabras de lado y comenzaron a turnarse para acariciar a Momoko, jugando con la suavidad de su piel, dejando pequeños besos en sus mejillas y cuello, como si trazaran un camino invisible de calor a través de su cuerpo. Los labios de Su se posaban con delicadeza, mientras las manos de Moa se deslizaban lentamente, casi como si no quisieran romper la tensión exquisita que se acumulaba entre las tres. Cada contacto era un preludio a algo más grande, más profundo, más inevitable.
Momoko sentía cómo la excitación dentro suyo aumentaba con a cada segundo que pasaba. Ansiaba más, necesitaba más, y sus senpais lo sabían. Su respiración se volvió pesada, su mente inundada de expectativas, al tiempo que las mayores seguían alimentando la llama que ardía en su interior, llevándola al borde de la locura total.
—Chicas... por favor... no me hagan esperar más... —suplicó Momoko en un murmullo ahogado por la urgencia que la consumía, el calor en su interior a punto de desbordarse.
—¿Puedo hacer los honores? —preguntó Moa con una sonrisa coqueta, sus dedos dibujando un camino lento y deliberado por el brazo de su kohai.
—Adelante, preciosa —respondió Su con tono cálido y alentador, lleno de complicidad—. Hazlo como solo tú sabes hacerlo.
Sin dilatar más las cosas, Moa capturó el rostro de Momoko entre sus manos y la besó con una ferocidad devastadora. No hubo suavidad en el gesto, fue un ataque directo, voraz, una conquista absoluta que no dejaba espacio para la duda. Los labios de Moa chocaron contra los de Momoko con una intensidad arrolladora, un asalto cargado de deseo animal que la dejó sin aliento.
Al principio, Momoko apenas pudo reaccionar ante la embestida, completamente abrumada por la pasión desenfrenada de Moa. Sentía cada respiración de su senpai, cada pequeño movimiento que la acercaba más, atrapándola entre el sofá y el calor del cuerpo que se inclinaba sobre ella. La presión de Moa, el roce húmedo de su lengua, eran demasiado intensos, demasiado deliciosos, cada parte de su ser derritiéndose bajo ese contacto abrasador.
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Bienvenida
أدب الهواةSu y Moa le darán la bienvenida a Momoko de la mejor, y más ardiente, manera posible.