Jacques se detuvo frente al cuerpo destrozado con una mezcla de incredulidad e indiferencia. La escena del crimen era un festín grotesco para los sentidos, una sinfonía de horror que lo dejaba sin aliento. El cadáver yacía en el suelo, sus miembros retorcidos como muñecas rotas, pero lo que más llamaba la atención era la ausencia de su rostro, arrancado con una ferocidad que helaba la sangre en las venas.
Con un gesto impasible, Jacques se agachó junto al cuerpo mutilado, estudiando cada detalle con ojos fríos y calculadores. Las heridas hablaban de violencia extrema, de un tormento que iba más allá de lo imaginable. Pero Jacques no era ajeno al horror, había visto lo peor de la humanidad en su carrera como detective, y esta escena macabra no era más que otro capítulo en el libro interminable de la depravación humana.
Mientras los forenses trabajaban a su alrededor, recogiendo pruebas y tomando fotografías, Jacques permanecía inmutable, su mente trabajando en silencio para reconstruir los eventos que habían llevado a esta tragedia. La colonia pobre era un lugar sombrío y desesperado, pero incluso aquí, el nivel de brutalidad que había presenciado superaba cualquier cosa que hubiera visto antes.
Con un suspiro cansado, Jacques se puso de pie y apartó la mirada del cadáver destrozado. Sabía que esta investigación sería larga y ardua, pero estaba decidido a encontrar respuestas, aunque eso significara enfrentarse a los demonios más oscuros de la naturaleza. Porque en un mundo donde el mal acechaba en cada sombra, era su deber como detective llevar la luz de la verdad a los rincones más oscuros de la ciudad.
El tumulto de la multitud se arremolinaba alrededor de la escena del crimen como una marea de sombras inquietas, susurros nerviosos y susurros de miedo se elevaban desde el tumulto como un coro macabro. La cinta policial se extendía como una serpiente retorcida alrededor del perímetro, tratando en vano de contener el caos que se desataba en las calles estrechas y sombrías.
Entre la masa de gente, Jacques se erguía como una figura solitaria, su mirada fría y penetrante cortando a través del tumulto con una intensidad que helaba la sangre en las venas. A su alrededor, curiosos y asustados se aglomeraban, sus rostros pálidos y ansiosos iluminados por el destello enfermizo de las luces policiales.
Los reporteros, como aves de rapiña hambrientas, se abalanzaban sobre la escena del crimen, luchando entre sí por el mejor ángulo para tomar fotografías y capturar la miseria y el horror que se desplegaba ante ellos. Sus cámaras destellaban como ojos voraces en la oscuridad, capturando cada detalle macabro con una precisión que hacía estremecerse a los presentes.
Pero incluso en medio del caos y la confusión, Jacques permanecía imperturbable, su presencia imponente actuando como un faro de calma en la tormenta. Con una determinación silenciosa, se abrió paso a través de la multitud, su mente trabajando en silencio para descifrar el enigma que se ocultaba tras el velo de la noche.
Y así, en medio de la confusión y la desesperación, la colonia pobre se convirtió en el escenario de una tragedia que resonaría en los oscuros recovecos del alma humana durante mucho tiempo después de que las luces policiales se apagaran y la multitud se disipara en la noche.
Jacques, inmerso en su investigación, apenas notó la alteración en la multitud. El sonido de la pelea se desvaneció en el trasfondo de su mente, un murmullo distante en el bullicio de la colonia pobre. Levantó la vista solo brevemente cuando vio a un reportero caer al suelo, golpeado por un hombre furioso que lo acusaba de haberlo fotografiado.
Los gritos y el tumulto se propagaron como una onda expansiva, y pronto varios oficiales de policía intervinieron, tratando de restablecer el orden entre la multitud enfurecida. Pero para Jacques, era solo otro capítulo en el caos cotidiano de la ciudad, un episodio más en la sinfonía de la vida urbana.
Con un gesto indiferente, Jacques volvió su atención al cadáver destrozado a sus pies, su mente trabajando en silencio para desentrañar los misterios que rodeaban la muerte del hombre. Para él, la pelea y la discordia que se desataba a su alrededor eran solo distracciones menores en su búsqueda de la verdad en un mundo lleno de mentiras y engaños.
Algo había en el bolsillo interior del saco. Acerco la mano y lo sintió en las yemas de los dedos. Jacques sostuvo la tarjeta con el nombre del burdel entre sus dedos, una sombra de intriga se reflejaba en sus ojos mientras contemplaba la entrada oscura y tentadora. Sin embargo, antes de que pudiera tomar una decisión, el estruendo de disparos resonó en la noche, rompiendo el aire como un eco macabro de la violencia que acechaba en las calles.
Con un suspiro pesado, Jacques se volvió hacia los oficiales y forenses que lo rodeaban, sus miradas tensas reflejando la incertidumbre y el temor que se había apoderado de la multitud. Con un gesto de despedida, se apartó de ellos y se abrió paso entre la masa de personas, su mente trabajando en silencio para procesar lo que acababa de presenciar.
A pesar de llevar un arma consigo, Jacques sabía que no era el momento ni el lugar para enfrentarse al caos y la violencia que reinaban en las calles. Sus habilidades como detective lo habían llevado a lo largo y ancho de la ciudad, pero incluso él sabía cuándo era el momento de retirarse y buscar refugio en la seguridad de las sombras.
Con paso firme pero cauteloso, Jacques se alejó de la escena del crimen, sus pensamientos girando en torno a la misteriosa pista que había descubierto y a los peligros que acechaban en las sombras de la ciudad. Sabía que el camino hacia la verdad estaría lleno de peligros y decepciones, pero estaba decidido a seguir adelante, aunque eso significara enfrentarse a los demonios más oscuros.
Jacques se dejó caer pesadamente en su silla de cuero desgastada, el chirrido del mueble llenando el aire denso de su oficina. Con la carta en la mano, sus ojos recorrieron las líneas con una intensidad que sugería una mente en constante ebullición. Detrás de la evidencia, una firma ominosa brillaba como una mancha oscura en el papel arrugado.
Con un suspiro, Jacques se sirvió un vaso de whisky, el líquido ámbar destilando un aroma acre que llenaba la habitación como el eco de una pesadilla. Mientras el licor quemaba su garganta, sus pensamientos se sumergieron en las profundidades turbias de la maldad humana, un abismo sin fondo que parecía devorar la luz y la esperanza.
Reflexionó sobre los horrores que había visto a lo largo de su carrera como detective, las sombras que acechaban en los rincones más oscuros de la mente humana y las atrocidades que los hombres eran capaces de cometer en nombre del poder y la codicia. La carta era solo otro recordatorio de la oscuridad que se escondía bajo la fachada de la civilización, una amenaza silenciosa que acechaba en las sombras, esperando su momento para emerger y consumirlo todo.
Con un gruñido de frustración, Jacques apartó la carta y se quedó perdido en sus pensamientos, su mente girando en torno a la pregunta inevitable: ¿qué clase de monstruo había escrito esas palabras y qué otros horrores aguardaban en las sombras de la noche? Con un escalofrío que recorrió su columna vertebral, Jacques sabía que la búsqueda de respuestas lo llevaría a lugares oscuros y peligrosos, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo en su búsqueda de la verdad, aunque eso significara enfrentarse a los demonios más temidos de la humanidad.
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CONQUET
Historical FictionUna recopilacion de relatos entrelazados en un mismo mundo.