La oscuridad y el silencio en su pequeño refugio se rompieron con el súbito silbido de las sirenas de advertencia. Loumier y el soldado alemán intercambiaron miradas de terror mientras el aire se llenaba de un olor acre y químico. Sabían lo que eso significaba: gas mostaza. Sin tiempo para reaccionar, se apresuraron a ponerse las máscaras antigás, sus movimientos torpes y desesperados.
El gas se deslizó en la trinchera como una niebla venenosa, envolviendo todo a su paso. Sintió una quemazón en su piel, una picazón que se transformó rápidamente en un dolor abrasador. Sus ojos, protegidos por la máscara, comenzaron a ver formas y sombras que no pertenecían a este mundo. Las paredes de la trinchera parecían retorcerse, los cuerpos de los soldados se transformaban en grotescas caricaturas de carne y hueso.
La realidad se desintegraba a su alrededor. Loumier miró a su compañero alemán y vio cómo su rostro se distorsionaba, sus ojos transformándose en orbes vacíos que lo miraban fijamente, como si su alma hubiera sido devorada por algún ser innombrable. Loumier retrocedió, tropezando y cayendo al suelo fangoso.
Los sonidos de la batalla se convirtieron en un murmullo infernal, un coro de voces susurrantes que parecían venir de todas direcciones. De las sombras emergieron figuras monstruosas, criaturas de pesadilla con extremidades retorcidas y rostros deformes. Seres con tentáculos y alas membranosas que se arrastraban por el suelo y las paredes, sus ojos brillando con una malevolencia ancestral.
Intentó gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta. Una figura particularmente horrible se le acercó, su cuerpo cubierto de escamas y su rostro una amalgama de rasgos humanos y bestiales. -Loumier- susurró la criatura, su voz resonando en su mente como el eco de un abismo sin fin. -Loumier, tu alma está condenada.
El soldado alemán a su lado se transformó en un demonio con cuernos, su piel burbujeando y cambiando de color como el mercurio líquido. Extendió una mano hacia Loumier, sus dedos alargados y garras afiladas. - ¡Ayúdame! - gritó Loumier, su mente tambaleándose al borde de la locura.
Las criaturas se abalanzaron sobre él, sus garras y tentáculos desgarrando su uniforme, su piel, su alma. La trinchera se convirtió en una escena del infierno, un lugar donde las leyes de la naturaleza se rompían y la lógica se desvanecía. Se debatió, tratando de escapar, pero sus movimientos eran torpes y lentos, como si estuviera atrapado en un pantano de pesadillas.
En medio de la agonía, Sintió una presencia aún más oscura, una sombra que lo observaba desde el borde de su visión. Giró la cabeza lentamente, y allí, en la penumbra, vio la figura de Pierre. Pero Pierre ya no era su amigo; su cuerpo estaba envuelto en una neblina negra, sus ojos eran pozos de oscuridad infinita.
-Estás perdido, Loumier- dijo Pierre, su voz resonando como un trueno en la mente del soldado. -Este es tu castigo por sobrevivir cuando otros han perecido.
Cerró los ojos, tratando de bloquear las visiones, pero las imágenes horribles solo se intensificaron detrás de sus párpados. Los demonios y monstruos se convirtieron en parte de él, susurrando secretos impíos, llenando su mente con una locura antigua y profunda.
El tiempo dejó de tener significado. Los minutos y horas se disolvieron en un torbellino de alucinaciones y dolor. Loumier sintió que su cordura se desmoronaba, cada fragmento de su mente absorbido por el abismo. Finalmente, en un último acto de desesperación, arrancó la máscara de su rostro, permitiendo que el gas mostaza lo envolviera por completo, esperando que el dolor físico pudiera de alguna manera liberar su mente de las visiones demoníacas.
Pero en ese instante, antes de que la oscuridad lo reclamara por completo, vio una luz distante, una chispa de esperanza en el horizonte. Tal vez, pensó, solo tal vez, podría encontrar una forma de escapar de este infierno, de redescubrir la humanidad perdida en las profundidades de la guerra y la locura.
Con ese pensamiento, se desvaneció en la oscuridad, su cuerpo y su mente atrapados entre los mundos de la realidad y la pesadilla, luchando por encontrar un camino de regreso a la luz.