LOUMIER

0 0 0
                                    

Se encontraba recostado contra la pared de la trinchera, su respiración entrecortada y sus manos temblorosas apretando el fusil. La lluvia no cesaba, mezclándose con el barro y la sangre que cubrían el suelo. Cada trueno que resonaba en el cielo se mezclaba con el estruendo de las explosiones, haciendo que sus pensamientos se fragmentaran en mil pedazos.

A su alrededor, sus compañeros de batallón se movían con la misma mezcla de desesperación y determinación. Pierre, su amigo más cercano, mantenía la mirada fija en el horizonte, sus ojos oscuros reflejando la fatiga de meses de combate. Cerca de él, un joven soldado, apenas un recluta, lloraba en silencio, abrazando sus rodillas mientras intentaba encontrar consuelo en un mundo donde el consuelo parecía haber desaparecido.

Loumier cerró los ojos por un momento, tratando de bloquear el caos que lo rodeaba. Recordó su hogar en la campiña francesa, los campos verdes y los cielos despejados, el aroma a pan recién horneado que su madre solía preparar. Era un recuerdo al que se aferraba con fuerza, un ancla en medio del torbellino de guerra.

Un grito lo sacó de su ensoñación. Un oficial corría a lo largo de la trinchera, dando órdenes.

- ¡Preparen las armas! ¡Se aproxima un ataque! - La adrenalina inundó su cuerpo, forzándolo a ponerse de pie. Miró a Pierre, quien le devolvió la mirada con una mezcla de miedo y determinación. Ambos sabían lo que estaba por venir.

Los disparos comenzaron nuevamente, una sinfonía mortal que llenaba el aire. Loumier se agachó, asomándose apenas por encima del parapeto. A lo lejos, podía ver las figuras oscuras de los soldados enemigos avanzando. Apuntó con su rifle, sus manos temblando menos ahora, su mente enfocada en una única tarea: sobrevivir.

Cada bala disparada era un paso más hacia la locura. intentaba no pensar en los cuerpos que caían a su alrededor, en los gritos de agonía que llenaban el aire. Disparaba y recargaba, una y otra vez, su mente dividida entre el presente y los recuerdos de un tiempo más tranquilo.

El ataque parecía interminable, pero finalmente, los disparos comenzaron a disminuir. El humo se disipaba lentamente, revelando un paisaje de destrucción. Loumier bajó su rifle, su cuerpo exhausto y su mente adormecida por el horror. Miró a su alrededor, buscando a Pierre. Lo encontró unos metros más allá, apoyado contra la pared de la trinchera, su rostro pálido y sus ojos vacíos.

-Pierre...- susurró, acercándose a su amigo. Pero Pierre no respondió. Loumier cayó de rodillas a su lado, sintiendo que el último vestigio de su cordura se desmoronaba. Los días pasaban en un ciclo interminable de horror y lucha, y cada día era una prueba más para su espíritu.

Pero en medio de todo, sabía que debía seguir adelante. No solo por él, sino por Pierre, por el joven soldado que había llorado en silencio, por todos aquellos que habían caído y por los que aún luchaban. La guerra continuaría, pero mientras tuviera aliento, seguiría adelante, aferrándose a los recuerdos de su hogar y a la esperanza de un futuro en paz.

CONQUETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora