Llegaba tarde, de nuevo, y mis piernas no aguantarían corriendo por mucho tiempo más. ¿Por qué siempre tenía que salirme todo tan mal? Eran sólo las nueve de la mañana y el mundo ya se había puesto en mi contra.
Decidí pararme un segundo a tomar aire, y me senté en un banco de la calle. No importaba el esfuerzo que hiciera, no iba a llegar a tiempo a clase. Probablemente la señora Johnson me enviaría a la sala de detención en cuanto entrara por la puerta, ya me había avisado demasiadas veces de que lo haría como siguiera siendo tan impuntual. ¿Acaso tenía yo la culpa de que mi cama quisiera retenerme por las mañanas?
Continué caminando sin tanta prisa esta vez. La idea de ir a cualquier otro sitio en lugar de al instituto sonaba tentadora, pero no quería darle un disgusto a mi pobre abuela cuando la llamaran para decirle que no estaba en clase. Además, estaba el hecho de que la vería ella.
Hailey Brown, la chica más guapa del instituto y probablemente de toda la ciudad. Su pelo era anaranjado de nacimiento, aunque solía llevarlo teñido con tonos rojos. Tenía los ojos más brillantes y azules que había visto en mi vida, y de su cuerpo no quería ni hablar. Ella era perfecta. Parecía haber sido esculpida por algún artista con el cuerpo de una diosa griega. La mayoría de las chicas la envidiaban, pero yo más que eso deseaba tenerla como novia.
Cada día me dedicaba a observarla en la distancia, todos y cada uno de sus movimientos. Hailey era una chica seria y educada. Pocas veces se la veía sonreír, pero cuando lo hacía era capaz de iluminarlo todo a su alrededor. Sus padres eran los dueños de una gran empresa de cosméticos, por lo que ella tenía una vida acomodada y disponía de dinero para costearse cualquiera de sus caprichos. Pero a pesar de ser tan rica no alardeaba de ello ni se creía mejor que nadie. Hailey no era como las demás, y eso me gustaba.
Siempre soñaba despierta con que me acercaba a ella y le confesaba mis sentimientos aunque, obviamente, no eran más que sueños, porque yo jamás me atrevería a hacerlo. Tenía miedo al rechazo, miedo de que pensara que sólo quería su dinero como todos. Ella era tan perfecta y yo tan... Yo.
Mi pelo y mis ojos eran de color marrón, un color común y aburrido que siempre odié. Y mi cuerpo no era nada fuera de lo normal. No estaba gorda, pero tampoco era muy delgada. En definitiva yo era una chica corriente, con la peor suerte del mundo. Siempre tiraba todo a mi alrededor, me olvidaba de las cosas, llegaba tarde a los sitios... Y hablando de llegar tarde, estaba apunto de entrar a la primera clase con quince minutos de retraso.
-Ejem... ¿Puedo pasar? -pregunté llamando a la puerta del aula.
La señora Johnson me miró con cara de pocos amigos en cuento me vio entrar, y se limitó a entregarme el papel para quedarme castigada después de las clases. Yo lo cogí y caminé resignada hasta el único sitio que quedaba libre justo al final de la clase.
-¿Tarde otra vez, Maddie? -preguntó mi amiga Alba cuando me senté a su lado.
Yo simplemente me encogí de hombros. Ella ya conocía mi mala suerte, y aunque todos me llamaran supersticiosa yo sabía que no había nada que pudiera hacer. Todo me salía mal siempre y nada podía cambiarlo.
Respecto a Alba, llevábamos desde principios de curso siendo amigas. Ella se había mudado de España por el trabajo de sus padres, y aunque su inglés era pésimo nosotras eramos capaces de entendernos. Además, parecía mejorar cada día y yo no podía estar más orgullosa. Tener una amiga como Alba era genial, aunque yo no lo creía merecer.
-Un día de estos se te saldrán los ojos de tanto mirarla -comentó refiriéndose a Hailey.
Yo me sonrojé ligeramente. Ella sabía acerca de mi orientación sexual desde el principio, y me aguantaba cuando no podía parar de contarle lo perfecta que era Hailey. Agradecía tener a alguien que me apoyara con aquello, porque aunque yo no veía posible que la pelirroja se fijará en mi, Alba siempre me daba ánimos y decía que quizás ella también era lesbiana como yo.
-Debería dejar de hacerlo, lo sé, pero es que cada vez que la veo... Me es imposible no mirar lo preciosa que es.
-¿Por qué no te acercas y hablas con ella de una vez?
-¿Estás loca? No pienso hacer el ridículo de ese modo -contesté negando rápidamente.
Alba suspiró sabiendo que no me convencería y decidió prestarle atención a la profesora de historia que se dedicaba a relatar la primera guerra mundial. Lo hacía con tanta emoción, que cualquiera diría que ella misma la había vivido. Yo me dedicaba a mirar como Hailey se colocaba las gafas, que utilizaba para estudiar, y se echaba el pelo hacia atrás mientras tomaba apuntes. Ella siempre sacaba las mejores notas y yo, en cambio, me mataba a estudiar para un simple aprobado. ¿Por qué a ella se le daba bien todo y a mi nada? El mundo no era justo conmigo.
La mañana pasó lenta para mí entre clase y clase, pero afortunadamente la hora de salida no tardó en llegar y el sonido del timbre se sintió como música gloriosa en mis oídos. Aunque mi felicidad no duró mucho, cuando recordé que estaba castigada. Solté un bufido mientras me colgaba la mochila sobre un hombro y me despedía de Alba. Tenía demasiadas cosas que hacer como para desperdiciar una hora de mi vida sentada en una silla.
Me dirigí al aula de detención con prisa, era mejor que no llegara tarde de nuevo y que aumentaran mi castigo. Le entregué el papel al profesor que estaba allí. No merecía la pena que me lamentara, ya sólo podía resignarme y esperar a que todo aquello acabara pronto.
No había tenido tiempo de empezar a aburrirme, cuando comencé a oír gritos en el pasillo. Intenté agudizar mi oído para averiguar de que se trataba.
-¡No puede castigarme por eso! -gritó una voz femenina-. Yo no estaba copiando en el examen. ¡Me gastaron una broma y pusieron las chuletas pegadas a mi silla, ya se lo he dicho!
-Y yo ya le he dicho, señorita Brown, que ponerse a gritar como una histérica no le servirá de nada. Si intentaba copiar en el examen ahora acepte las consecuencias.
Apenas pude asimilar lo que estaba oyendo cuando la cabellera pelirroja de Hailey entró como un huracán en el aula. Su ceño estaba fruncido y su mano apretaba con fuerza una hoja arrugada. Estampó el papel contra la mesa, ante la mirada atónita del profesor, y se sentó en una de las sillas a mi lado. Nunca la había visto tan cabreada como aquel día. Por un momento me recordó a aquella princesa disney pelirroja que vi una vez en una peli, ambas tenían la misma furia.
-¿Y tú que miras? -preguntó dirigiéndose a mi.
Yo parpadeé un par de veces saliendo del trance. Ni siquiera me había dado cuenta de que la estaba mirando fijamente.
-L-lo siento -titubeé sintiéndome estúpida al instante.
-Les recuerdo que no está permitido hablar, señoritas -advirtió el profesor haciendo que nos calláramos.
Hailey volvió a mirar al frente y me ignoró por el resto de la hora.
"Muy bien, Madison" me dije a mí misma "Ganando puntos".
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Hello lovely readers!! Esta es la nueva novela que acabo de comenzar, espero que os guste tanto como a mi me gusta escribirla :)
Votad y comentad si os gusta el principio, y si podéis recomendarla a vuestros amigos sería genial <3 kisses
-Faty
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Querida Princesa Pelirroja (Lesbian)
RomanceHailey es pelirroja. Madison tiene el pelo marrón. Hailey discute con sus hermanos. Madison es huérfana. Hailey saca las mejores notas. Madison aprueba por los pelos. Hailey es una niña rica. Madison ha aprendido que las cosas se consiguen con esfue...