Violence. part 2.

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Hace tres días.

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Ratio estaba saliendo de la bañera, era un día bastante normal, aunque estaba nublado, casi a punto de llover. Ese día iba a dar clases, tenía una hora o dos para arreglarse e ir.

Aventurine estaba aburrido en su abitacion, no sabía que hacer, y si no mantenía su mente ocupada en algo, sus pensamientos empezarían a atormentarlo. A Aventurine no le gustaban los días muy nublados, le hacían venir los recuerdos con más fuerza. Así que, en el sofá, ideó a un plan para hacer ese día. De pronto, el doctor que tanto quería se le vino a la cabeza, como un rayo en forma de idea o de recuerdo.

Ratio estaba en su habitación, la ropa que se iba a poner ya estaba doblada en su cama, todo estaba limpio y ordenado. Ratio se sentó en su cama, al lado de la ropa.

A su lado, entre las almohadas, había un peluche en forma de búho, del mismo tamaño de las almohadas, suave, de colores entre morados y azules, con unas gafas y una cara amargada. Ese peluche tan llamativo se lo había dado Aventurine. Le dijo que lo había ganado en un juego de una feria, y se lo daba porque pensaba que se parecía a el y era lindo, Ratio trato de rechazarlo, pero con tanta insistencia de parte de Aventurine tuvo que quedarse con presente.
Tomo el peluche entre sus manos y lo puso encima de sus muslos, mientras lo veía, distraído en sus recuerdos.

Recordó las palabras de Aventurine al dárselo.

"Es tan lindo como tú, así que ahora es tuyo"

"Es tan lindo"

"Lindo"

Lindo.

La cara de ratio estaba hecha un tomate, sudaba un poco y sentía vergüenza por sus pensamientos.

Y de pronto una idea llegó a su mente. Una imaginación.

Aventurine, besándolo con pasión y amor, acariciando su cintura y de vez en cuando diciendo que era "lindo".

Se prendió.

Se había exitado por esas imaginaciones suyas, no era algo propio de un hombre como el, pero ahí estaba, con su pene erecto, jadeando y dudando en si hacer algo con respecto a su parte baja, y lo peor de todo era que su mente malvada no dejaba de maquinar.

Con un cerebro como el de una computadora las posibilidades eran infinitas.

Aventurine se echaba perfume antes de salir en busca de ratio, no podía estar mal arreglado para ir a verlo. Aunque sabía que ese día daría clases, no le importo, le gustaba molestar a Ratio.

Desde hace algún tiempo que gustaba del doctor, por su bella apariencia, que daba la impresión de ser una bendición de la mismísima Idrila, su excéntrica personalidad, y tal vez por la manera en la que lo hacía sentir. Ratio lo trataba de forma digamos "especial" aunque el jamás lo admitiera. Aunque siempre parecía enojado con el, nunca lo echaba, y aunque ratio disimulara, era evidente que si ponía atención cuando el hablaba, esa actitud arrogante, que pese a todo se preocupara genuinamente por los demás, le parecía muy lindo, y más cuando se acercaba a el, que podía ver claramente como sus mejillas y otros lugares se ponían de colores rojizos, su corazón palpitaba mas de prisa y evitaba su mirada. Y nunca podía apartar la mirada cuando ratio caminaba, como se movía, esas caderas grandes y esas piernas largas lo hipnotizaban con cada paso, y con cada mirada lo ponía nervioso, y eso no le molestaba en absoluto.

Aventurine iba tranquilamente hacia la habitación de ratio mientras pensaba en que forma molestarlo está vez. Llegó al lugar, tenía la puerta en frente, tomo aire y se armó de su típica confianza, y se dispuso a abrir la puerta.

Pero cuando estaba apunto de tomar la perilla de la puerta, escucho un sonido que venía desde adentro.

"Ouhmmn!"

Un sonido agudo proveniente de una voz que conocía perfectamente, y ese sonido en los oidos de Aventurine parecía como un cantico celestial. En menos de un segundo su cara estaba roja.

Y siguió escuchando los sonidos, cada uno diferente, pero todos igualmente provocadores. Aventurine sintió aquella sensación en su parte baja.

Y sin resistirse a la tentación, se agachó un poco, a la altura de la perilla, y miro por el agujero donde se pondría la llave.

Y ahí lo vio, como un sueño celestial.

El doctor Ratio, que siempre era tan pulcro en todas sus formas, ahora estaba desaliñado, con la cara roja y sudando, jadeando, con una bata mal puesta, dejando ver todo, abrazando el peluche que le había dado, oliendolo, mientras que con sus dedos se daba placer en su parte trasera, parecía desesperado, parecía querer más.

Ratio, con sus piernas abiertas en dirección a la puerta, movía sus dedos con rapidez, como buscando llegar mas adentro, y con algunas lágrimas de placer en los ojos, olfateba el peluche frenéticamente, como un perro identificando un olor.

Y a que olía?

"Todavía... Huele a el..."

Olía al perfume de Aventurine.

Aventurine podía ver perfectamente como, con cada movimiento de los dedos de ratio, sus pechos saltaban, y sus muslos temblaban, y podia escuchar todo lo que esa bonita boca exclamaba, y en un momento, un llamado de los angeles llego a sus oidos.

"A-aven-Aventurine... Ah!"

Se estaba masturbando... Mientras pensaba en el...

Y Aventurine no pudo evitar empezar a masturbarse, no le importaba quien podría llegar a verlo, solamente quería meter su masculinidad en ese rosado y mojado hoyito.

Entre gemidos y suspiros, en un momento, puso el peluche debajo de el, se sento encima, y empezo a frotarse contra el, la vista era maravillosa.

"Aventurine~... Aventurine!~"

En este punto, Ratio gemía sin control, al ser su primera vez masturbandose, se sentía como en el cielo. Y su mente a mil, solo podía imaginarse a Aventurine debajo de el, dándole todo su amor.

Y pronto sintieron la sensación, casi al mismo tiempo.

Ratio arqueo la espalda y blanqueo los ojos, y un gemido roto salió de sus labios. Lo blanco mancho al peluche, y Ratio cayó hacia atrás, dando una vista provocativa de sus partes y de como se verían sus pechos desde abajo, toda una maravilla.

Aventurine, peces a correrse, nunca despegó la mirada del cuerpo de Ratio, y cuando vio su cara, sintió como si hubiera visto a la mismísima Idrila.

Ratio estubo en la cama unos minutos mientras recuperaba el aire, y cuando volvió en si, no podía creer lo que había hecho, sintió mucha vergüenza, nunca antes había sentido la necesidad de hacer algo así.

Con rapidez, se paró, llevo al peluche al baño, regreso, se vistió, se arregló, y salió. cuando volviera terminaría de lavar el peluche con calma.

Cuando ratio volteo a la esquina, se encontró cara a cara con Aventurine, quien, aunque su mirada parecía la misma de siempre, había algo más en sus ojos, una mirada que le decía que era suyo, que le pertenecía.

Por toda esta situación, el doctor no pudo evitar sonrojarse, trato de evadir la mirada, y quiso escapar.

"Hola doctor, que estabas haciendo?"

"... Nada, ahora déjame, que debo ir a una clase..."

El doctor paso de largo, Aventurine simplemente vio como caminaba, se quedó allí parado, recordando aquella visión divina.

Estaba lloviendo, y por el ventanal de las habitación podía ver las gotas lluvia que corrían por el vidrio.

De pronto recordó como gotas corrían por los muslos lechosos de ratio.

Y en ese momento sintió que no eran tan malos los días lluviosos.
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Durante los próximos tres días (y tal vez el resto de su existencia) Aventurine se estuvo masturbando con esa imagen mental en la cabeza, y agradecía a todos los eones por esos nuevos recuerdos.

In bed...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora