Despierto al día siguiente solo. En la mesa de noche está una nota de Damián donde escribió que se fue al trabajo y vendrá hasta muy tarde.
Me acomodo una vez más y no me preocupo por salir de la cama porque continúa siendo temprano. El reloj de pared marca las ocho de la mañana y Damián se va siempre a las seis y media. Aunque se despierta a las cuatro de la mañana.
Por lo general dormimos más temprano, como hace dos días que se acercó a las ocho a decirme que dormiría.
Mi futuro esposo trabaja mucho y hace rendir su día, a diferencia de mí, quien sólo duerme hasta tarde y no se preocupa por nada del mundo.
—Fu..e bueno a-a-aceptar —susurro sin dejar de mirar mi anillo de compromiso.
Pensé que mi vida estaba arruinada hasta que Damián Carrington apareció afirmando que soy su destinado, en realidad: lo soy.
Un omega recesivo como yo es débil ante las feromonas, si los dominantes tienen problemas con las feromonas, un recesivo está destinado a morir, pero yo hago todo lo contrario, me gustan y busco sentirlas. Sólo podría hacer eso al ser su destinado.
Me quedo dormido una vez más y despierto muy tarde, no me quito la pijama, bajo así y busco comida. Hoy la casa está sola. No hay personal cerca, por eso estoy tranquilo y disfrutando de estar solo. Las personas me causan nervios porque no quiero hablar con ellas, pero es imposible que se mantengan calladas.
La mayor parte del día juego en mi teléfono y después, cuando son las once, Damián llega muerto de cansancio y me busca para avisarme que sólo se bañará y se dormirá. Mañana tiene otro día pesado.
Corro hacia él y me acuesto a su lado. Los días se repiten, Damián llega más tarde, incluso un día no llega hasta la madrugada y sólo se mete a la cama tras bañarse y se levanta a las pocas horas.
No hablamos mucho, pero siempre me deja notas diciendo que coma y no me salte las comidas. La semana finaliza con un Damián llegando a las cinco de la mañana que se acuesta a mi lado y me abraza como un peluche. Me acomodo entre sus brazos y duerme hasta las cinco de la tarde.
Cuando Damián aparece en mi cuarto, yo dejo el móvil y le preguntó si descansó. Trae unas pronunciadas ojeras en sus ojos y luce más delgado.
—Cada fin de mes es así —me comenta—. Heidi y yo nos volvemos unas máquinas de trabajo y rogamos para no colapsar, ¿ya comiste?
Niego.
—Ve a cambiarte y salgamos a comer,
estoy muriendo de hambre.
Bajo rápido, Damián me da un beso en la mejilla y salimos a comer, durante estos días que no lo he visto mucho lo extrañé sin ser consciente. Por eso, cuando me besa en los labios, le exijo que me bese más. Sus feromonas estallan y me pega a su cuerpo, puedo sentir su deseo, sus feromonas están cargadas de excitación y el mareo juega en mi contra.
—Es peligroso —me advierte—. Vamos a comer.
Me toma de la mano y subimos por el elevador del restaurante, el cual está en una plaza comercial y entramos detrás de un matrimonio que tiene dos niños. Los miro correr hacia el balcón, aunque nosotros nos sentamos en una mesa apartado, adentro.
Me pregunta qué hice estos días, mi respuesta es… tonta.
Jugar, ver series y dormir.
—Te tengo tanta envidia —su tono burlón me hace reír—. Quisiera tener tu vida, quiero un esposo millonario también, así él me mantiene y yo te mantengo, ¿no es una idea maravillosa?
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Feromonas
Teen FictionFeromonas, un arma de doble filo. Silenciosas, penetrantes y letales. Yo no era consciente de ellas hasta esa noche, cuando su sonrisa se extendió hacia mí, como un camino de flores coloridas y brillantes, tan expresiva que no necesité palabras para...