Mi pecera está lista en menos de 24 horas, aunque el agua continúa un poco turbia gracias al sustrato, por lo que mis peces todavía no pueden ingresar y se mantienen en las cubetas todos amontonados y estresados. Espero que puedan ingresar dentro de la pecera pronto.
Estoy limpiando los cristales cuando la puerta se abre y Damián aparece con un batido de fresa, se acerca para mirar lo que estoy haciendo y preguntar si los peces están bien.
Yo asiento, no ha pasado ni un día desde que estoy a su lado, pero el alfa parece conocerme mejor de lo que me conozco yo.
—Vamos a cenar hoy, ¿prefieres comer en la terraza o dentro?
Ladeo la cabeza a la izquierda.
—Terraza, bien —y antes de que pueda preguntarle cómo es que llegó a esa conclusión, él se va a reservar la cena.
Iba a decirle que quería cenar en la terraza, pero ni siquiera me dejó hablar, o bueno, si es que se le puede llamar así a mi desastrosa pronunciación.
—Cena reservada.
—Gr-graci… as.
—Me gustaría quedarme, pero no puedo. Tengo un montón de trabajo y si quiero ser feliz a tu lado debo terminarlo o mi asistente va a enterrarme en el cementerio con la pila de papeles que tengo pendientes a revisar —se lleva una mano a la cara y finge preocupación y miedo—. Sólo soy un alfa chiquito si se trata de esa mujer malvada maltrata alfas chiquitos, ¿te veo más tarde?
Asiento, estoy sonriendo sin darme cuenta de ello y cuando los músculos de mi rostro se contraen, recordándomeme que no estoy acostumbrado a sonreír, la sonrisa se borra poco a poco.
—Perfecto, eres libre de explorar la casa a tu antojo y ten —me extiende un teléfono celular—. Ya está configurado, si quieres comprar algo sólo cómpralo, dame un beso para agradecerme.
Me acerco tal y como lo pidió, mis labios se posan sobre su mejilla y le doy un pequeño beso de agradecimiento. Damián sonríe antes de repetir la misma acción conmigo y despedirse con su lamentable actuación sobre ser víctima de su asistente.
La había conocido anoche y era bastante agradable, por lo que tenía la noción de que a Damián le gustaba dejar acumular trabajo y por eso Heidi se convertía en una bruja ante la perspectiva de su jefe.
Como sea, yo todavía tenía trabajo por hacer.
Paso la mayor parte del día en el cuarto, tentado a comprar cosas tras ver imágenes de acuarios en internet. Al final gana mi lado obsesivo con los peces y termino encargando un montón de cosas para mi pecera y también para el cuarto. Me aseguro de poner la casilla de entrega inmediata y comprar en tiendas de la ciudad.
No escatimo en la cantidad que gasto, mi dedo sólo añade cosas a la cesta y le doy en pagar, el cobro se hace al instante sin pedir ninguna información y continúo hasta que la puerta suena y una mujer de unos cuarenta años aparece con comida.
—Joven Noah, ¿no tiene hambre? Le traje algo para que meriende.
Me levanto, mi corazón está latiendo tan rápido que mi lengua se pone dura y las palabras no salen. No sabía que esta mujer estaba aquí, y aunque ella esperaba alguna respuesta, yo no podía siquiera salir de la rigidez de mi cuerpo.
Las palabras salen como un chirrido metálico y ella sonríe, comprensiva.
—Joven Noah, ¿alguna vez ha intentado ejercicios?
Niego.
Me indica cómo son los ejercicios, son complicados, pero ella me dice que lo haga de forma lenta y pausada.
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Feromonas
Teen FictionFeromonas, un arma de doble filo. Silenciosas, penetrantes y letales. Yo no era consciente de ellas hasta esa noche, cuando su sonrisa se extendió hacia mí, como un camino de flores coloridas y brillantes, tan expresiva que no necesité palabras para...