6| Sigo aquí

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A primera hora de la mañana, las feromonas de mi prometido se cuelan por mis sentidos. Sus brazos rodean mi cuerpo desnudo y me mantiene junto a él. Damián duerme tan cómodo que no tengo intención de moverme, sólo jalo el teléfono de la mesa y lo siento removerse. Su rostro se hunde entre mi cuello y un escalofrío despierta los recuerdos de anoche, cuando, por unos segundos, creí que me marcaría.

Un sutil y peligroso aroma a feromonas se vuelve a deslizar por mi piel, me baña de manera tan inconsciente que, de ser lo contrario, cualquiera pensaría que Damián es un alfa posesivo.

Él mejor que nadie sabe que no existe ningún otro alfa que se vea atraído por mí, pero sus instintos son dominantes y se asegura de que su omega siempre esté cubierto con sus feromonas.

Cierro mis ojos, disfrutando sentirlas adherirse a mi piel como una vestimenta que me acompañará de ahora en más.

Me giro para abrazarlo, sumerjo mi rostro en su pecho, su vello me hace cosquillas y su barba de días pica sobre mi cabeza. Busco sus labios, no soy consciente de lo que hago hasta que sus manos se deslizan por entre mi piernas y abre su boca para besarme.

Me besa con ansias, tan demandante que mi cuerpo se estremece. Las feromonas se vuelven más densas.

No decimos nada, nuestras bocas hablan por sí mismas conforme Damián me anima a subir sobre él, contraigo el estómago cuando sus manos buscan el lubricante, sé lo que pasará y no quiero detenerlo o pedirle un descanso.

El líquido cae sobre mi piel, está frío al contrario de sus manos, las cuales se adentran y me arrancan un gemido.

Me alejo, queriendo encontrar una pausa al sentir que sus feromonas se vuelven más densas. Más peligrosas.

—Si te duele, dime.

Cierro mis ojos, Damián busca besarme de vuelta al tiempo que me penetra, el placer me recorre como un rayo, me eriza la piel y le escucho jadear, un jadeo que termina arrinconado entre mis labios.

Mi alfa se contiene, temeroso ante la idea de lastimar mi cuerpo, sin embargo, puedo sentir cómo mi mente comienza a ponerse en blanco conforme sus feromonas se condensan a mi alrededor como bombas que explotan cada que mi cuerpo se contrae. O cada que mis ojos se nublan.

Tener sexo matutino desde nuestra primera vez es habitual a estas alturas de nuestras vidas, donde ambos buscamos estar en un estrecho contacto. Aunque el tiempo parece fluir distinto para nuestras emociones.

Tras estar casi un mes juntos, ninguno se ha atrevido a decir siquiera que nos queremos.

Sé que existe una atracción entre ambos, que los instintos nos dominan y nos invitan a estar entre los brazos del otro, pero no puedo asegurar que haya algo más entre los dos.

Cuando Damián y yo nos metemos a la ducha, sólo puedo seguir pensando en nuestra relación.

No parece que mi prometido sea consciente de nuestra relación, la cual comenzó de la peor manera. A veces suele detenerse unos segundos y saborea las palabras, me observa como si tuviera una bomba en la boca y a mí se me cierra la garganta. Me comen los nervios con la idea de delatar cómo me siento.

¿Y si Damián sólo está conmigo porque no tiene opción? ¿Y si sólo estoy aquí como su más grande desgracia? Quizá él quería tener a un omega de verdad, uno que no fuera un defecto. Si yo no hubiera aparecido en su vida Damián se habría casado con Lance o algún otro Dominante que pudiera darle hijos sanos y cuyo embarazo fuese seguro. No habría tenido que lidiar conmigo. No habría tenido que pasar por todo esto.

Y cuanto más lo pienso, más grande se hace ese cráter que desde siempre ha estado ahí, justo en mi pecho como un abismo que succiona todo lo bueno de mi vida.

FeromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora