Prólogo

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Feromonas, un arma de doble filo.

Silenciosas, penetrantes y letales.

Yo no era consciente de ellas hasta esa noche, cuando su sonrisa se extendió hacia mí, como un camino de flores coloridas y brillantes, tan expresiva que no necesité palabras para entender su emoción y alegría de haber encontrado a su otra fatídica mitad. 

Un Alfa Dominante había reaccionado a la casi inexistente presencia de un Omega Recesivo como yo.

Nací como un recesivo dentro de una familia de Omegas Dominantes y lo único por lo que debía preocuparme, en realidad, era por no molestar a mis hermanos mayores y padres, quienes no toleraban siquiera estar en el mismo universo que yo. Sus abusos siempre habían sido ocultados ante la sociedad, pero se sabía que yo era la desgracia de mi familia.

De tan sólo recordar que mi vida se sumerge en la agonía constante de sus golpes y castigos, mi cuerpo emite un tintineo de dolorcitos.

Creí que todo estaría bien mientras mantuviera un perfil bajo, pero…

Si esos ojos me observan con la ansiedad de recorrer mi cuerpo desnudo, ¿cómo podría no levantar mi cabeza y mirarlo con interés?

Esa noche tan especial, donde la Familia Gallagher estaba presentando a su hijo mayor como el nuevo director de la empresa familiar, se suponía que mi hermano mayor, Lance, debía captar el interés de ese hombre. Pero nada de eso sucedió como se esperaba, pues él estaba mirándome a mí desde que hicimos contacto visual y no tenía problemas con hacerle saber a la gente que yo tenía, aparentemente, algo de interés. Muchos me miraban, curiosos porque no sabían cuál era la terquedad del dominante para mantenerse como una estatua del otro lado. De no ser por ese sutil movimiento que hacía cada que bebía de su copa, cualquiera pensaría que realmente era un adorno más.

Quería entender al menos una cosa: Por qué me miraba.

Nunca había tenido permitido asistir a esta clase de eventos porque les daba tanta vergüenza y me odiaban que eso resultaba algo atroz. Y lo hice porque ese hombre. Ese hombre que me miraba, lo pidió como condición para su asistencia.

Y si mi familia no tenía ni una remota idea del por qué un dominante quería que un recesivo asistiera como condición, menos lo sabría el recesivo, a quien no se le permitía socializar y se le mantenía en las sombras.

Me detuve con mi análisis o pensamientos cuando Lance se acercó a la estatua viviente, lucía radiante con su traje hecho a la medida y la seductora elegancia que lo envolvía. Llevaba dos copas en ambas manos, cada una con un tono distinto.

No pude apartar la mirada cuando el dominante se dispuso a prestarle atención por un instante, porque al siguiente ya le había arrebatado las copas vacías y lo dejó hablando solo frente a cientos de personas que se quedaron estupefacientes ante el descaro del alfa. Yo fui uno de ellos, por supuesto.

Durante su trayectoria chasqueó los dedos y un hombre se acercó corriendo para darle lo que parecía ser una bolsa con algo verde adentro. Todos fijaron la mirada en él, en la seguridad que traía en la cabeza como una corona. Hasta que llegó frente a mí.

—Disculpa mi atrevimiento esta noche —dejó la bolsa frente a mí y me giré para ver si estaba obstruyendo la pared, quien sabe, capaz y le hablaba al cuadro de una mujer retratada con rosas azules que estaba detrás de mí—. ¿Podrías aceptar mi obsequio? Sé que, en vez de un ramo de rosas, te agradaría más la idea de tener plantas naturales para tu acuario.

Al alzar mis manos, la bolsa se posó en ellas y observé, sin poder entender muy bien qué pasaba.

—Y esto también —me ofreció la copa, la tomé por reflejo, sin levantar la mirada porque no supe cómo reaccionar. Estaba estático.

Sus dedos, suaves y largos, alzaron mi barbilla. Contuve la respiración, temblando. El aroma de sus feromonas fue intenso, peor de lo que imaginaba cuando me dijeron que debía mantenerme alejado de los alfas dominantes por sus feromonas, las cuales podrían afectarme por ser recesivo.

—Esto… ¿Qué es todo esto? —Pregunto.

El dominante sonrió al encontrar miradas una vez más, esta vez fue una sonrisa que delató lo emocionado que estaba. Lo supe por la forma tan infantil en la que sus feromonas me rodearon.

—Un regalo para mi futuro esposo.

Y la música se detuvo de la misma forma en que la copa y las plantitas se cayeron de mis manos. El único ruido que pudimos escuchar fue el del cristal chocando contra el suelo.

Justo como la pesada mano de mi madre chocó contra mi mejilla al día siguiente.

FeromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora