Los días pasan con Noah mejorando poco a poco en el hospital, tras estar separados por un tiempo, hoy es cuando la emoción se desborda al verle sonreír apenas y entro al cuarto. Voy directo hacia él y le robo un beso que me corresponde sin dudar. Mi alfa salta de emoción al no ser rechazado y mi omega se regocija de tenerme cerca.
Lo abrazo.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy… mejor. Me alegró sa-a-aber que podía verte… a partir de hoy.
Beso su mejilla, ahora que Noah se encuentra mejor debo darle la noticia de nuestra mudanza. Tras explicarle que debemos irnos pronto, con pronto me refiero a ahora, Noah hace una mueca y me empuja un poco.
—¿Y mis peces?
Sonrío, claro, ¿por qué no pensé antes en que le podría interesar más sus peces que otra cosa?
—Mandaré por ellos, ¿sí? Pero debemos irnos hoy mismo.
—Podrían morir por el cambio de altura y temperatura, los parámetros se pueden alterar y-
—Llegarán a salvo —lo interrumpo al darle un beso en la frente—. Confía en mí, no les pasará nada y pronto estarán con nosotros.
—Nos iremos ya, ¿ahora?
Asiento.
Parece que la noticia lo tomó por sorpresa. Noah se queda callado un rato, y como si tuviera mucho qué decir al respecto, se lo traga y asiente.
—¿No quieres irte? Si no te gusta la idea nos podemos quedar.
—Yo… ¿Sólo debo seguirte —hace una pausa, unos pequeños ejercicios de respiración le ayudan a continuar— siempre… po-p-por que no puedo… hacer na-a-ada…?
—No, cariño, no es por eso. Tú puedes hacer mucho, ¿quién te dijo que no podías? Sólo debes proponértelo para lograrlo, recuerda —sostengo sus manos—. Para cambiar algo siempre debes comenzar a trabajar en ello. Pero hay veces en las que debes dejar que tu alfa resuelva las cosas, ¿me dejarías hacerlo?
—¿E-eso te ha…ce feliz?
—¡Muy feliz! Mírame, ¿no crees que soy perfecto para ti? Soy guapo, multimillonario y resuelvo.
Noah sonríe, yo estoy a punto de colapsar.
—Damián.
—¿Sí?
—A veces… no debes esforzarte por… a-aparentar que… todo está bien.
Es mi turno para sonreír.
—Todo está de maravilla. Te dejaré para que te cambies e iré por tu alta y medicamentos.
Mi omega asiente, se queda con la preocupación, pero ya no dice nada más y se lo agradezco.
—Heidi, ¿sabes a dónde demonios llegaremos?
Mi secretaria camina a mi lado, tiene la misma mirada que yo y quizá esté a nada de cometer un genocidio por la manera en la que sus tacones hacen eco. Se quita el saco junto a su camisa, mis ojos viajan hacia su cuerpo desnudo y esbozo una sonrisa en cuanto se coloca una playera tipo licra que le entalla el cuerpo. Después se queda atrás unos segundos en lo que se pone un pantalón y se deshace de su falda y zapatillas. Me alcanza pronto.
Su cabello suelto termina en un moño desordenado y después de colocarse sus guantes, Heidi recibe un arma de nuestros hombres y tras verificar que está cargada se la coloca en el cinturón. Aún no me responde, por lo que debe estar pensando cómo decírmelo. Lo que no sabe es que al verla vestida de esa forma ya me delató nuestro destino.
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Feromonas
Teen FictionFeromonas, un arma de doble filo. Silenciosas, penetrantes y letales. Yo no era consciente de ellas hasta esa noche, cuando su sonrisa se extendió hacia mí, como un camino de flores coloridas y brillantes, tan expresiva que no necesité palabras para...