28-El peso de la verdad

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—Eugenia es una chusma de mierda— dice Santi intentando justificarse —y encima ese día estaba estresado no me controle y listo—

Suspiré y lo miré. —Santi... vas a ir a un psicólogo.

Él frunció el ceño, claramente desconcertado. —¿Un psicólogo? ¿En serio, Antonella? No necesito un psicólogo, solo fue un mal día.

—No, Santi. No fue solo un mal día. Has tenido muchos 'malos días' últimamente, y no puedes seguir así. Te preocupas por tantas cosas que te olvidas de cuidar de ti mismo —dije, mi voz suave pero firme.

—¿Y qué se supone que haga en el psicólogo? ¿Hablar de mis problemas? —resopló, cruzando los brazos.

—Sí, precisamente. Hablar de tus problemas, desahogarte, encontrar maneras de manejar el estrés. No es una debilidad, es una forma de cuidarte. Si realmente te importa nuestra relación, debes intentarlo —respondí, esperando que mis palabras llegaran a él.

Santi se quedó en silencio por un momento, mirando al suelo. Finalmente, asintió levemente. —Está bien, lo intentaré. Por nosotros.

Suspiré, sintiendo el peso de las emociones acumuladas. —Santi, estoy cansada. Esta situación me está agotando. No es solo el estrés o los problemas del día a día. Es que siento que estás obsesionado conmigo, y eso me asfixia.

Él levantó la mirada, sorprendido. —¿Obsesionado? Antonella, no estoy obsesionado contigo. Solo quiero estar cerca, asegurarme de que estés bien...

—Lo sé, pero a veces siento que no me dejas espacio para respirar. Me preguntas dónde estoy, con quién estoy, y quieres fotos para comprobarlo. Cálmate, por favor —dije, con un tono más suave, pero firme

Santi se quedó en silencio por un momento, mirando al suelo. Finalmente, asintió levemente. —No voy a ir al psicólogo, Antonella. Nunca tengo tiempo para eso. Mi trabajo ya me consume demasiado.

—bueno, hace lo que quieras Santiago yo ya no me meto más en tu vida. Dije sin paciencia para después avisarle que hoy no iban al cole —hoy los gemelos no van al cole, tienen pediatra y quiero que me acompañes—

Santiago deja de revolver la salsa y me mira —anto no puedo, tengo reunión a las tres y cuarto.

—cancélala, son tus hijos y realmente es muy complicado estar pendiente de los análisis y de los gemelos a la vez— intentaba sonar tranquila pero la irresponsabilidad y la falta de interés que tenía Santi hacia nuestros hijos me estresaba

—no puedo, es importante— responde en un tono frío

—bueno....ya fue, al final el que termina perdiendo a sus hijos sos vos— me dirigí hacia la sala y me puse a jugar con Max y cielo

[..]

Estaba sentada en la sala de espera del consultorio del pediatra, con Cielo y Max jugueteando en sus cochecitos. Había mucha gente alrededor, madres con sus hijos pequeños, abuelos acompañando a sus nietos, y yo me sentía un poco nerviosa. Los gemelos habían cumplido un año recientemente y quería asegurarme de que todo estuviera bien en su chequeo.

A mi lado, una señora mayor, de cabello canoso y sonrisa amable, me miraba con curiosidad. Después de unos minutos de silencio, se inclinó un poco hacia mí y me dijo:

—¡Qué preciosos son tus bebés! —dijo, con una voz cálida—. ¿Cuántos años tienen?

—Gracias —respondí con una sonrisa—. Acaban de cumplir un año.

La señora asintió, con una expresión de ternura en su rostro. —Son adorables. Debes estar muy ocupada con dos al mismo tiempo.

—Sí, lo estoy, pero vale la pena —respondí, sintiendo una mezcla de orgullo y cansancio.

Más Allá del Caos-Santiago caputo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora