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El día comenzó tranquilo en Palermo, pero pronto Antonella comenzó a sentir contracciones mucho más intensas que en su parto anterior. Esta vez, estaba dando a luz a su hija sola en la habitación del hospital, mientras esperaba la llegada de Santiago.

"Euge, estas contracciones son increíblemente fuertes esta vez", murmuró Antonella entre respiraciones entrecortadas, sintiendo el dolor agudo y persistente mientras esperaba pacientemente la dilatación necesaria para el parto.

Euge la sostenía con firmeza, tratando de calmarla. "Estás haciendo un trabajo increíble, Anto. Pronto pasará, solo respira profundamente", respondió, intentando reconfortarla mientras llamaba a los médicos para que estuvieran preparados.

Dentro de la habitación del hospital, los médicos y enfermeras se movían con calma y eficiencia, preparando todo para el nacimiento inminente de la hija de Antonella. Ella miraba hacia la puerta con ansiedad, esperando la llegada de Santiago.

"Santi debería estar aquí", susurró Antonella, sus ojos buscando la puerta con anhelo.

Euge la abrazó con ternura. "Lo estará, Anto. Confía en él, está haciendo todo lo posible", respondió con voz tranquilizadora, sintiendo también la tensión del momento.

Entre las contracciones intensas y el ambiente tenso pero lleno de expectativa, Antonella y Euge compartieron momentos de conversación nerviosa pero reconfortante, recordando anécdotas y hablando sobre la emoción de conocer a la pequeña.

Finalmente, Santiago irrumpió en la habitación, con el corazón latiéndole fuertemente al ver a Antonella en medio de su agotador trabajo de parto. "¡Amor, estoy aquí!", exclamó, apresurándose hacia ella y tomando sus manos con ternura.

Antonella lo miró con alivio y amor, sintiendo que su mundo se calmaba un poco más con su presencia.

"Santi, llegaste", murmuró con gratitud, apretando sus manos con fuerza mientras las lágrimas de emoción llenaban sus ojos

Antonella y Santiago estaban en la habitación del hospital, ambos nerviosos pero tratando de mantener la calma. Las contracciones eran intensas, y Antonella se aferraba fuertemente a la mano de Santiago mientras esperaban la orden para dirigirse a la sala de partos. Justo después, llegaron Luis, el hermano de Santiago, y Lucía, la mejor amiga de Antonella. Ezequiel, Francisco y Male, los otros hermanos de Santiago, también entraron poco después.

"¡Anto, Santi, estamos aquí!", exclamó Luis con alivio, acercándose para abrazar a su hermana. Lucía se unió al abrazo, expresando su apoyo con una sonrisa nerviosa.

Santiago miró a Antonella con cariño y preocupación. "Todo va a estar bien, mi amor. Ya casi estamos allí", dijo tratando de calmarla.

Los hermanos de Santiago estaban visiblemente preocupados. "¿Cómo estás, Antonella? ¿Necesitas algo?", preguntó uno de ellos, mirando hacia Santiago en busca de alguna señal de qué hacer.

Entre contracción y contracción, Antonella sonrió débilmente. "Estoy bien, solo quiero que nazca nuestra niña", respondió con determinación.

Finalmente, llegó el momento y el personal del hospital les indicó que podían dirigirse a la sala de partos. Santiago acompañó a Antonella de cerca, sosteniendo su mano con fuerza mientras avanzaban por los pasillos.

Una vez en la sala de partos, el equipo médico se preparó rápidamente. Antonella miró a Santiago con gratitud y amor mientras las contracciones se intensificaban. "Santi, estoy asustada", admitió en voz baja, buscando su mirada en busca de consuelo.

Santiago le acarició el rostro con ternura. "Estoy aquí contigo, mi amor. Vamos a hacerlo juntos", le aseguró con voz firme pero reconfortante.

Antonella se aferraba a la mano de Santiago con fuerza, buscando su apoyo mientras las contracciones se intensificaban. Santiago la miraba con amor y determinación, transmitiéndole tranquilidad con cada gesto y palabra de aliento.

Más Allá del Caos-Santiago caputo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora