4.- La Muerte

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"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y Dios vio que la luz era buena; y separo Dios la luz de las tinieblas".

Pero este lugar, en un primer momento, parecía no estar Dios. Miro a cada lado, pero solo se encontró con la oscuridad. No había principio ni fin. Solo oscuridad.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?

Intento ver sus manos y pies, pero se encontró con la sorpresa de que no podía verlos. Parecía que fuera parte de la nada, que solo tuviera voz, pero no cuerpo. Y en eso, de pronto, escucho pasos. No sabía si venían de enfrente o atrás. O tal vez de sus costados. No había forma de saberlo. Pero pronto escucho una voz familiar.

—Estas entre la vida y la muerte, esa es la forma más sencilla de explicarlo.

Se giró para verla, y ahora sí, la luz se hizo presente,pero no era cualquier luz, sino que era un poco más tenue. Le recordaba al foco de su habitación de cuando era joven.

Y la voz que antes había escuchado, la identifico de inmediato. Era la misma que había escuchado durante el viaje a Kioto. Era la misma voz que resuena en su cabeza cada noche.

—Yotsuba...

La tenia de pie, frente a él, pero no era la Yotsuba que conocía; era la viva imagen de su juventud. De cuando la había conocido en Kioto y entrelazaron sus dedos para formar una promesa que perduro hasta sus últimos días.

—¿eres Yotsuba?

La Yotsuba pequeña, que se posó frente a sus ojos, respondió:

—Quizá —parecía una respuesta vaga de niños. Era Yotsuba, sin duda era ella, pero solo era su imagen. En realidad no era ella. No se sentía como Yotsuba.

—¿en dónde estamos? —le preguntó, viendo como parecía todo ser luz. Una luz tenue. Apenas podía verse las manos.

—Ya lo he dicho. Entre la vida y la muerte —le respondió la niña. Prefería llamarla así.

—Entonces, ¿estoy muerto? —concluyo, luego de pensarlo, a medias. Poco le importaba donde se encontrara.

Si era el infierno, se lo merecía.

Si era el cielo, duda que lo mereciera.

—No. Aun no has muerto. No del todo.

Eso le sorprendió. Creyó que había muerto. ¿Acaso algo fallo? ¿La soga se rompió? Debía confirmarlo, pero parecía que no había salida.

—Entonces estoy vivo ¿no?

Pensó en la opción de seguir con vida. Quizá este era Dios, que venía a juzgarlo por sus pecados.

Quizá no era Dios, sino la Muerte que venía a llevárselo.

—Tampoco. Estas en un punto intermedio. Ni vivo ni muerto.

Eso solo genero más dudas en Futarou, que parecía no entender el concepto.

—¿y dónde está la muerte? ¿Y la vida? ¿A dónde tengo que ir para escapar de aquí?

La niña la miro, con esas suaves facciones de niño, y musitó.

—Que venga la vida.

Y entonces vino la vida. Y era como ver a Dios, sin forma, pero una luz. En ese instante en que miro la luz brillante esparcirse por todo, entendió que había algo más fuera de su comprensión.

Futarou miro detrás de sí, y se encontró con la oscuridad. Pero de a poco la luz se hizo, y descubrió que eran pasillos con puertas infinitas. No hallaba el principio ni el fin.

—¿Qué es este lugar? ¿A dónde me llevan estas puertas?

Intento abrir la puerta a su izquierda, pero parecía no ceder ante su fuerza.

—Todas las puertas necesitan una llave.

Parecía querer sonar sarcástica, pero no lo fue. Era lógico. Futarou volviéndose a ella la miro.

—Las puertas te conducen a otras vidas. A decisiones que pudiste haber tomado. A destinos distintos a tu vida raíz. Como un multiverso, como dicen algunos.

Futarou estaba, muy, sorprendido. Y sus manos temblaron por la emoción. Y no por descubrir que había un multiverso, sino porque había otra forma para encontrarla.

—¿y cómo abro la puerta? ¡¿Cómo puedo ir a otra vida?!

La niña le miro con desdén. Futarou lucia desesperado.

—No puedes abrir alguna puerta sin mi permiso. Mucho menos caminar entre los pasillos, cualquier tropiezo y podrías caer al vacío.

Futarou palideció ante esto. ¿Podría morir también?

—Aquí, en este lugar. ¿Puedo morir?

La niña no tardó en responder.

—No. Solo ir de regreso a tu vida. Lo que significa, que tal vez puedas morir.

Ahora lo entendía. Al aparecer, mientras estuviera en el pasillo, con la niña, seguiría viviendo. Si regresa, morirá. ¿Esto era lo que llaman limbo?

—¿y entonces que hare? ¿Por qué estoy en este lugar?

La niña, más baja que él, sorpresivamente se elevó por los aires hasta llegarle a los hombros. Teniendo la mirada fija en él.

—Estas aquí para un juicio. ¿Vives o mueres? Esa es la pregunta.

—¿a qué te refieres? ¿Quién decidirá si vivo o muero?

La niña respondió:

—Yo lo haré, pero tu vivirás, veras cada una de estas vidas que se esconden detrás de cada puerta. Si logras encontrar una vida que te parezca perfecta, que te agrade, te quedaras en ella y olvidaras todo lo que paso.

Futarou ensancho los ojos, sorprendido. No. Esperanzado. Quizá hubiera una vida donde tuviera a Yotsuba a su lado. Dónde su esposa no se encuentre a diez metros bajo tierra...

Sin embargo, aún había cierta incertidumbre que lo carcomía en aquel momento. Eran esas preguntas que uno suele hacerse ante lo desconocido.

—¿Y qué pasa si no encuentro esa vida?

—Volverás a tu vida raíz. Despertaras justo en el último suspiro que diste.

Parecía ser un salto de fe. Vivir o morir. Podría encontrar esa vida perfecta entre las puertas infinitas del pasillo, pero de no encontrar esa vida, no sabía que iba a pasar.

Y aun con miedo, miro a la niña fijamente.

—¿Cuál será tu primera vida, Futarou? ¿A dónde quieres ir?

No importaba si moría en el intento.

Aun si no fuera a verla de la misma forma.

—Con ella. Llévame a una vida donde este con Yotsuba. Una vida donde ella este bien. Donde no este enferma. Una vida donde vivamos juntos en esa cabaña a la que le prometí llevarla.

La niña, sonrió. Y respondió:

—Vayamos a esa vida.

Y entonces, estaba justo frente a la puerta azul de algún lado del pasillo. Parecía que se movieron más rápido que la luz.

Futarou miro la manija de la puerta, con miedo, pero había que intentarlo. Había que tener esperanzas.

Y cuando abrió la puerta...

Todas Las Vidas De Futarou UesuguiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora