5.

33.1K 1.8K 323
                                    


Elizabeth

Admiro el vendaje que adorna mi tobillo; aún faltan tres días para que me lo quiten. Hace una semana del beso con Damon, y no lo he vuelto a ver. No es que esté interesada en él, pero siento que me está evitando. Debería alegrarme, pero es todo lo contrario. Juego con el lapicero hasta que entra un hombre por la puerta de mi oficina.

—¿Señorita Elizabeth? —pregunta, es un poco más bajo que... ¿por qué lo estoy comparando?

—Sí, siéntate —le digo, señalando con la mano dónde puede tomar asiento—. ¿Me repites tu nombre?

—Mateo Miller —responde, acomodándose el traje—. Mi familia está interesada en invertir con ustedes.

Lo analizo silenciosamente; tiene complexión media, no tiene músculos, es castaño con ojos azules muy penetrantes, a mi parecer.

Creo que un pelinegro está robando toda mi atención. En otro momento, Mateo sería toda mi liga, pero ahora no me provoca nada.

—Mi padre ya no está buscando más inversionistas, pero si estás muy interesado, puedo ayudarte a hablar con él.

—Mi madre adora esta cadena hotelera, por favor.

Hablamos durante unos treinta minutos. Le interesa mi hotel de Dubái y quiere que le dé el treinta por ciento. Es una locura, pero puedo intentar hablar con mi padre. Le pido todos sus datos para crear el contrato, solo para que mi padre coloque la firma.

—No te daré falsas ilusiones; puede que mi padre rechace la propuesta, pero si su respuesta es positiva, te llamaré.

—Gracias —se levanta para darme la mano; se la doy con amabilidad—. Tienes unos ojos preciosos.

Estoy acostumbrada a ese tipo de cumplidos, así que me suelto y le sonrío por educación.

—Muchas gracias, luego nos vemos.

Me da la espalda para salir. Yo me levanto con un poco de cuidado para no volverme a lastimar. Puedo caminar, solo que no puedo usar tacones, cosa que amo, y no puedo manejar. Tom es el que me ayuda a subir a la camioneta.

Mi padre hizo una parrillada con sus amigos, que son parte del consejo que evalúa quiénes son aptos para invertir en nuestra cadena hotelera. No quería ir porque sé que él está ahí, pero soy una persona profesional que solo va por negocios.

Hoy opté por algo más informal: un short de mezclilla que me llega un poco arriba de los muslos y un top de tirantes blancos. El verano está empezando y yo lo disfrutaré a mil. El portón negro se encuentra abierto, autos de lujo están estacionados. Bajo cuando Tom me abre la camioneta.

Mi padre está en el jardín haciendo carne asada. El corazón se me aprieta cada vez que lo veo así, con el mandil rojo, mientras se ríe con sus amigos. Mi padre se merece todo lo bueno; no debería atormentarse por el pasado. Cuando me mira, su mirada se ilumina. Deja lo que está haciendo y Carla toma el puesto para asar las carnes.

—Viniste —su sonrisa arruga sus ojos. No quiero perderlo.

—Obvio que iba a venir; soy tu invitada especial —lo abrazo—. ¿O ya me cambiaste?

—Nadie tomará ese lugar; siempre será para ti, la luz de mi alma.

—Te quiero mucho —sonrío dándole un beso en la mejilla—. Necesito enseñarte algo.

Entramos a la sala por la parte trasera. Él toma asiento en su habitual lugar. Le entrego mi carpeta donde está el contrato que le hice a Mateo. Toma las gafas y empieza a leerlo, lo analiza para no cometer errores.

Lo inmoral Donde viven las historias. Descúbrelo ahora