8.

29.8K 1.6K 362
                                    

Elizabeth




Su respuesta me deja sin palabras. Me gusta, y siento una ligera felicidad que reprimo al instante. Estoy muy molesta; no pienso con claridad en este momento. Así que, sin más, me doy la media vuelta, pero él me detiene antes de que me aleje, cargándome enredando mis piernas en su cintura y pegando mi espalda a la puerta.

—¿Qué quieres? ¿Que te diga que me arrepiento de no buscarte? Lo hago cada maldito día —acaricia mi cintura—. Cada hora.

—Rompiste nuestra promesa —digo, soltando lo más estúpido que se me ocurre.

—Te busqué, pero tu padre te ocultó tan bien de...

Sin pensarlo, lo beso. En este momento, me siento la persona más bipolar del mundo. El beso se vuelve agresivo; aprieta mis nalgas con tanta fuerza que seguramente quedan marcadas sus manos. Mis pies tocan el piso, sin dejar de besarnos.

—Necesito irme —Me dice.

Me levanta la barbilla.

—No me extrañes.

Sonrío burlona ante su maldito humor. Se va dejándome con las ideas revueltas. Todo está sucediendo tan rápido. Necesito ver otras caras; tengo miedo de volverme loca. Conozco un bar restaurante que está cerca de la playa, así que solo me coloco un vestido blanco corto encima del bikini, unas sandalias y lentes de sol.

Al salir, Tom ya me está esperando. Me abre la puerta de la camioneta y no tarda en subirse. Hay un silencio incómodo.

—¿Dónde está? —pregunto, mirando mis uñas. Él nunca desaparece sin avisar, y últimamente no lo veo.

—Su padre viajó a Grecia por una urgencia.

Parpadeo sorprendida. Rebusco en mi bolso mi celular, tecleo el número; suena una vez, dos, tres, cuatro... Me resigno y cuelgo.

—¿Qué es más importante que su hija? —lo miro, y él desvía la mirada—. Habla o voy yo misma a Grecia a averiguarlo.

—Su padre fue por trabajo, no se preocupe señorita.

No le creo nada. Él me había dicho que quería descansar, que no tenía trabajo. ¿Por qué tantas mentiras? Cuando llegamos al bar, se baja junto a mí. Dentro, el olor a playa es muy relajante. Pido un trago de mango con un poco de licor.

—Hazle saber a mi padre que necesito que me hable, si es que no sigue ocupado con su asuntito —digo, saboreando cada sorbo de mi bebida.

—Lo haré —responde, acomodándose, pero me incomoda. Quiero estar sola.

—Puedes irte; solo quiero estar sola —bebo un sorbo—. Sé cuidarme sola y no dudo que Damon me tenga vigilada.

Puede ser egocentrismo, pero siempre que estoy en apuros, aparece. Él asiente y sale del bar. Mientras bebo, un par de hombres no me quitan la vista de encima. Nunca me acostumbraré a llamar la atención en cada lugar al que entro.

Como la música está a un nivel bajo, me recuesto en la silla para llamar a Dania. Quiero contarle; la necesito aquí. Ya no tengo esperanzas de que me responda. Comprendo que estaba borracha y no pensó lo que hacía, pero no estoy molesta. Cuando voy a colgar, responde.

—Dani —mis ojos se escuecen—. Han pasado varios días y nosotras nunca nos distanciamos de esta manera. ¿Qué está pasando?

—Estaba borracha —se excusa—. No recuerdo muy bien. ¿Cómo va todo?

La siento rara.

—Un poco aturdida; me besé con Damon —le suelto, y un alivio de por fin contarlo se hace presente—. Creo que me gusta.

Lo inmoral Donde viven las historias. Descúbrelo ahora