42:Vuelve.

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Lector omnisciente.

La habitación donde está es fría, casi tan fría como la del hospital donde estuvo internada tres días. Sus manos se mantienen quietas sobre la mesa, ya que tiene un par de esposas que la retienen contra ella. Su mirada permanece perdida en algún punto fijo de la habitación, mientras que el oficial que está frente a ella sigue y sigue haciéndole preguntas que ella no podría contestar ni aunque quisiera, porque no sabe nada de lo que le esta preguntando.

—Señorita Sokolov, por favor responda a mis preguntas.

—Quiero que me devuelvan a mi hija. —repite una vez más, su mandíbula se mantiene tiesa y la cabeza aún le duele. Aún no ha recuperado del todo la audición, su oído derecho dejo de funcionar y ahora solo escucha con él izquierdo.

—Su hija está bien, si quiere verla, tiene que proporcionarme información.

—Yo sólo fui la mujer que le dió una hija a un Yakuza que ahora está muerto, asique no puedo darle información ni aunque quisiera.

La frialdad con qué lo dice es contradictorio a la forma en la que sacude su corazón al repetir la palabra “muerto".

—¿Solo la mujer que le dió una hija.?

El oficial se rie y él empieza a revisar el bolsillo de su pantalón, hasta que de él saca una bolsa de plástico, la cuál tiene dentro el anillo que él le regalo.

—Cuando la internaron, le quitaron esto.

—Devuelvamelo, es mío.

—A dónde va no lo va a necesitar.

En su rostro se dibuja una pequeña sonrisa, a pesar de tener el rostro lleno de rasguños y el cuerpo lleno de heridas, sigue viéndose preciosa.

—¿Usted cree que yo voy a ir a la cárcel?. —ella le pregunta con ironía.

—Usted mató a varios de mi subordinados señorita Sokolov, yo me encargaré de eso.

Ella rueda los ojos y forma un pequeño pico con sus labios.

—Yo no hice nada.—habla encogiéndose de hombros.

—Yo la vi, señorita.

—¿Usted tiene pruebas? Si las tiene, presentelas.

—¡Usted le quebró el cuello a tres de mis hombres!

—Uhm... No pude haber sido yo, mireme... —ella se levanta pero sin despegar sus manos de la mesa metálica.— Soy una mujer que recién dió a luz, peso alrededor de 60 kilos, y no pasó del metro sesenta... ¿Y usted cree que con este cuerpo tan pequeño un juez le creería que yo hice algo así? Yo jamás lastimaria a alguien.

—Los registros de sus torneos ganados dicen lo contrario.

—Nunca herí de gravedad a alguien, solo lo necesario para ganar, jamás los envié al hospital o les quebré un hueso así qué...—ella se apoya en la mesa estando muy cerca del oficial, le sonríe.— Consiga algo mejor.

El oficial la mira, va hablar pero entra un señor a la sala de interrogatorio. El hombre es alto y pelinegro, de ojos azules como el cielo.

—¿Abogado?.— pregunta el policía, el hombre  pasa a la habitación ignorando la pregunta y mira directamente a la mujer frente a él.

¿Porque estás aquí? Estás herida, deberías estar en el hospital.

—Ellos tienen a mi hija, además, tardaste mucho en venir.

—Estaba al otro lado del mundo resolviendo inconvenientes, no seas tan insolente.

—Perdona si soy insolente, es que no me dejan ver a mi hija, dicen que el hombre que amo está muerto, he quedado medio sorda y este maldito policía no deja de hacerme preguntas estúpidas y hostigantes.

La Obsesión Del Yakuza. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora