1.1.- PUNTUALIDAD

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El tic tac resonando en la fría sala, rompía los constantes suspiros, gruñidos y exhalaciones. Las tonalidades grises, telas negras y muebles de piel, daban a relucir el gusto exquisito del propietario que cada mes ordenaba una forzada decoración y mantenimiento.

Y no era para menos, en cada junta y debido al temperamento de los directivos, la sala se volvía una batalla campal.

De entre el reglamento que existía dentro del complejo de la Corporación Domecq, la puntualidad era una imposición. Una omisión a ella, era sancionada con la privación de la libertad por tres días, sin comida o agua, en una celda insonorizada a tal grado de escuchar hasta el mínimo movimiento de tu cabello. Una tortura silenciosa para especies con su nivel de audición, que volverían loco a cualquiera.

El problema de la puntualidad, radicaba cuando la cabeza principal por cuarto día consecutivo no asistía a la junta máxima. Una cancelación era inminente. Caso para lo que ninguno de los presentes estaban preparados.

Entre sus dedos, Alekseev ajeno a todos, jugueteaba un lapicero. Paciente y un poco serio, pensaba en el dulce chico rubio y de increíbles ojos verdes. Ese espécimen cautivador que tuvo que dejar comiendo solo en el restaurante, con la promesa de compensarlo después.

Aquel pequeño show fue incentivado por Edmond, quien lo abordó, preocupado por las recientes fallas en el complejo y prácticamente lo obligó a presenciar la junta.

Con falta de tiempo para cambiarse, sus lentes de sol, la camisa lisa azul de manga corta y un pantalón blanco, parecían poca cosa comparados con el traje sastre de dos piezas, corbata y respectivos maletines en cada directivo y guardia. Frente a él, una pila de carpetas repletas de números que no se atrevía a hojear. Pero dada la ausencia del principal, alguien debía firmar las actas de cancelación y a eso, Alekseev no podía escapar. No por nada, él era el Underboss.

—Cuarenta y siete minutos y contando —murmuró Pavel estirándose—. Con su permiso caballeros, pero me retiro. Un delicioso espécimen alemán me espera expuesto para jugar.

—Aún no los he despedido —dijo Alekseev girando la silla para mirar a través del enorme ventanal—. El margen de tiempo es una hora. El Boss...

—¿El Boss qué? —lo cortó Evander, golpeando con los puños la mesa—. ¿Dónde mierdas está? —su falta de respeto al dirigirse al Boss, se debía a su derecho de consanguinidad. Evander era hermano de Malakai y encargado del departamento de inversiones—. ¡Estamos en un maldito bucle sin salida del que no podemos movernos si el imbécil de mi hermano no trae su maldito culo aquí!

En un arranque de ira, barrió con todas los papeles a su alcance. Las hojas revolotearon y las sillas fueron arrojadas contra los cristales. A su rabieta se unió Barret, primo hermano de Malakai y encargado del departamento de logística, que de un tirón, destrozó todas las botellas.

Pavel y Alekseev, incluyendo a Leonel, sobrino de Malakai, los ignoraron. Romper lo que tuvieran enfrente era usual. Sin embargo, los que sí se asustaron fueron los dos cónsules humanos y otras tres especies encargadas del departamento de recursos, admisiones y capacitación.

—¿Ya terminaron? —preguntó Pavel.

—Terminaré cuando traigan a Malakai —gruñó Evander—. Mi maldito tiempo es valioso. Debería estar en Estambul, cerrando una maldita inversión que me llenaría los bolsillos de oro —arrojó la bandeja de bocadillos a Pavel—. ¡Oro que pagan tus malditas putas y tu maldito club!

Alekseev continuaba pacifico, ignorando a todos. Pocos minutos más y volvería con su chico.

—Siete busques detenidos —habló con seriedad Frederick, encargado de las importaciones marítimas desviando la atención de Evander—. Las rutas ferroviarias se han visto afectadas por la falta de papeleo. El hangar no tiene suministros. Los almacenes rebosan de carga y están próximos a colapsar.

MalakaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora