2.2.- INSÍPIDO

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El cigarro entre los dedos de Alekseev desaparecía con cada inhalación. Amelia a su derecha, se mantenía cautelosa y callada. Lo que se suponía sería un divertido paseo de compras se convirtió en un aterrorizante silencio. Una y otra vez se maldecía por entrar sin autorización y presenciar un acto que jamás iba a olvidar.

Vadir, encogido con la mirada al suelo, casi recargado en la pared, no sabía donde esconderse. Ver al Underboss en una de sus peores facetas, jamás lo creyó. Los rumores de su puntería y el arma que portaba eran ciertas. La camisa arrugada, salpicada de sangre y el cigarrillo que no dejaba de inhalar era nada si lo comparaba con la ira y desesperación plasmada en su rostro.

—¿Es tan difícil Vadir? —habló al Underboss con su típico tono aburrido—. ¿Lo que pido es tan dificil?

Vadir con un nudo en la garganta no podía contestar. El macho apasionado y que se comportaba tan complaciente en la cama parecía desconocerlo. Esos intensos orbes rojos ni un solo segundo le quitaban la mirada de encima.

—¿Lo es? —Vadir negó—. ¿Y porque nadie es capaz de hacerlo? Te lo pedí a ti, a ti que sabes como me gustan las cosas y este pelmazo —siseó empujando el escritorio apuntando a la especie que yacía sobre el suelo—... a la primera va y busca a Adan. ¡¿Adan?! ¡El maldito asistente del Boss! ¡El puto chismoso de mierda que arruinó...!

Su frustración le impidió terminar la oración. Un incontrolable y profundo siseo, lo obligó a recargar los brazos sobre la mesa, cerrar los ojos, inhalar profundo y contar.

"Uno. Dos. Tres". Lo tienes bajo control.

"Cuatro. Cinco. Seis". Puede ser cualquier cosa.

"Siete. Ocho. Nueve". Nada pasó.

"Diez. Once...". El rechinar del mueble hizo que volteara su iracunda mirada y se enfocará en Amelia.

—¿Recuerdas lo que hablamos en la mañana? —preguntó y Amelia bajó la mirada nerviosa—. No golpear los cubiertos con los dientes. Los codos nunca sobre la mesa. Tocar antes de entrar y no arrastrar el calzado al caminar. ¿Que tengo que hacer para que lo tomes en cuenta? ¡¿Pegarme un maldito letrero en la cabeza?!

La puerta se abrió de golpe. Ron y Ed entraron agitados, ignorando la especie tendida en el suelo y el debido protocolo de presentación.

—Una marca de calor —dijeron presurosos—. Lo tenemos.

Alekseev alzó la mano pidiendo silencio.

La hembra que escogió no respondía como debía y como él se lo pedía diariamente. Se negaba a aceptar que se equivocó. De entre todas ella era la mejor. Un error sería una abominable mancha en su impecable récord.

—¿Amelia? —inquirió seco—. Mírame cuando te estoy hablando.

—Lo siento —susurró nerviosa—. Ir de compras me alegró, no quise...

—Yo tampoco. Pero no pararía cuando tú tuviste la culpa —dictó—. Y no me voy a disculpar por algo que causaste a falta de tus modales. ¿Creías que con tus súplicas pararía? —Amelia negó avergonzada—. ¿Que tus estúpidos gritos lo revivieran?

—No volverá a pasar —aseguró.

—¿No volverá a pasar? —su puño impactó la mesa—. ¡¿Al igual que las otras treinta y cuatro veces?!

Nadie en su sano juicio olvidaría los gritos, los disparos y la frialdad con la que Alekseev ejecutó a la especie frente a ella sin aviso o explicaciones. Amelia podría ser tonta pero no estúpida, la vida que le daban no la desperdiciaría.

MalakaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora