1.2.- APETITO

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"¿Que mierda hago aquí?". Se preguntó Alekseev en el instante qué dos exuberantes mujeres de labios hinchados pasaron a rozarlo. Asqueado, se aguantó las ganas de quitarse la gabardina y tirarla. Y aunque quiso irse, recordó por décima vez, la razón que lo detenía. No por nada llevaba minutos tolerando luces de neón y música romántica, entre un mar de cuerpos complaciéndose sin el menor pudor.

Pese a que su apellido no portaba linaje y fueron clasificados como quinta categoría por su baja fuerza, lucharon para sobresalir por su inteligencia. Su porte y clase no eran para un lugar así. No para el macho que odiaba las arrugas y prefería planchar sus camisas, porque nadie lo hacía como a él le gustaba. Ni hablar, de su elegancia y vestuario distintivo: camisas de manga larga con los tres botones superiores abiertos revelando su pecho, pantalón de presillas, cinto y mocasines lustrosos a juego.

¿El Underboss en el club?. Machos y hembras se sorprendieron e intentaron acercarse. Cada uno era rechazado con una molesta mirada de fastidio y un fuerte siseo. Para toda respuesta de su presencia en el club, el motivo estaba en la planta baja, sentado en un sillón de cuero negro, en medio de dos exhuberantes hembras que por el tamaño de sus senos, fácilmente podrían contarse como cuatro.

—El Underboss en persona —comentaron.

—¿Esperabas mi alma? —respondió limpiando la barandilla del palco donde se recargaba y volvía a fijar su atención al escenario privado decorado con cuero negro, látigos y cadenas—. ¿Cuánto tiempo lleva ahí?

—Casi dos días —contestó mirando al Boss quien le comía las tetas a una de sus mejores hembras—. Tiene un buen apetito.

"Y vaya que si". Pensó Alekseev riendo.

Ese apetito lo conocía a detalle. Esa era la razón, de no salir de la habitación que ambos compartirán por días o de las escapadas furtivas en medio de los eventos. Sin embargo, la hembra de ojos verdes que atragantaba con descaro con el falo de su pareja mientras una morena le daba de comer las tetas, eran premiadas con ello. Lo peor, era la botella de alcohol en la mano, el traje mal puesto y el cigarro que no dejaba de inhalar. A los ojos de Alekseev era ver a un rey con plebeyos besando sus pies.

Esa faceta, no era desconocida para Alekseev, justamente de esa forma lo vio por primera vez y quedó embelesado con el macho heterosexual dominante que emanaba sensualidad por cada uno de sus poros.

—¿Algo que decirme? —inquirió Alekseev—. ¿O solo se te ocurrió hablarme por nada?

—Es un honor tener al Boss aquí, en mi Club —confesó nervioso Victor alisando su corbata. Pese al miedo, la presencia del Underboss no lo desperdiciaría—. Sin embargo... tengo unas trabajadores inconformes —señaló a las chicas que tras unos minutos de placer con el Boss, eran rechazadas y molestas evitaban que otro macho las tocara—. El club se distingue por tener hembras y machos accesibles, serviciales y dispuestos a experimentar. Ese es el sello distintivo.

—Se nota —dijo con desdén.

—Esto se viene abajo cuando tengo a un grupo de hembras frustradas porque el Boss no las deja terminar o las rechaza cuanto le ponen un dedo en la cara.

'Mmm' —tarareó hastiado y lo miró de reojo—. ¿Entonces no quieres al Boss en tu club?

—No no no no. Nada de eso —contestó casi tartamudeando—. El Boss es bienvenido cuando así lo desee. Tenemos lo mejor de lo mejor para él. Las chicas encantadas...

Si Víctor supiera que Alekseev ni siquiera lo escuchaba, no perdería el tiempo con las zalamerías y excusas patéticas.

"Todo o nada". Pensó Alekseev suspirando. Debía existir una persona coherente en la relación y ahora le tocaba a él, tomar ese lugar.

MalakaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora