Un ligero color tostado sobre la piel de Alekseev y aquella radiante sonrisa que transmitía al bajar del auto, irritaban a Malakai. Sonrisas amables, pasivas y tan estúpidas imposibles de creer. Pero ahí estaban, presentes en cada saludo, con palmaditas en la espalda de cada escolta y con ávidos apretones de mano.
"Maldito imbécil". Pensó.
Desde aquel estúpido evento donde no solo su pareja lo dejó plantado, sino que se fue de vacaciones dejándole una burda nota en su escritorio, no lo volvió a ver. Una que otra llamada obligatoria e insípidos mensajes era todo lo que obtenía. Alekseev actuaba como si no mereciera un espacio en su agenda o como si no estuviera siendo solicitado por el mismísimo Boss.
Las dos intensas manchas oscuras bajo sus ojos y aquella pérdida de masa muscular evidente, no eran nada comparado con lo que en su cabeza transcurría. Las ansias de enterrar las garras en su perfecta y firme piel hasta desangrarlo o de apretar su cuello hasta escuchar el crujir de sus huesos, dejándolo en cama durante días. Días que sólo sería de él.
"Mil veces maldito". Murmuró, conteniendo las ganas de actuar bajo sus impulsos.
En otras circunstancias bajaría a recibirlo como lo merecía y como él lo ansiaba, pero no lo haría. Aquella hembra que Alekseev no soltaba de la mano se lo impedía. Esa leve intimidad tan poco usual en Alekseev con las hembras y que ahora parecía tan normal le causaba un sinsabor intolerable. "Tan fácil como saltar el balcón, correr, tomar lo mío, destrozar...".
—Boss —interrumpieron su pensamiento—. La madera de Agar es delicada. El barniz aún no termina de secarse. El daño duraría dos semanas visible en lo que llega al siguiente carga.
Malakai gruñó. Sus garras enterradas en el marco del ventanal, estropeando el reciente diseño, arruinaban la perfección con la que actualmente se obsesionaba. Sin embargo, no quitaba la mirada asesina sobre esa hembra que ahora osaba colgarse del cuello de su pareja.
—Déjalo —dijo Pavel riendo—. No ves que lo están reemplazando.
La mirada que le dedicó Malakai a Pavel, lo atemorizó. Pero a Pavel le encantaba tentarlo y ponerlo al límite, podría decirse que era su pasatiempo favorito.
—¡No me digan que el Boss tiene miedo que le bajen el puesto! —se burló—. Miedo de una cosita dulce y comible como esa.
—Tienes mucho tiempo libre Pavel —advirtió.
—No lo suficiente con todo la mierda que me diste —se quejó frente a la pila de documentos pendientes de revisión—. A diferencia de ti, tengo una vida social y una reputación que mantener. No soy un puto robot come acciones y bebe contratos.
Pavel no estaba del todo equivocado. La presencia de Malakai se multiplicó en el corporativo, pero no de tal forma que quisieran. Los despidos y regaños aumentaron por cualquier nimiedad que se le ocurriera. Su genio se volvió tan intolerable al grado de que solo él y Adan podían acercarse a él sin correr el riesgo de ser humillados, amenazados, encerrados o usados como receptores de ira.
—Boss. Bella insiste en hablar con usted —comentó con cuidado Adan, pese a los fierros anclados a sus piernas y el bastón que le impedían acercarse con sigilo—. Los guardias informan que sus esfuerzos por entrar a la mazmorra no cesan. Edmond y Vadir han tenido que sedarla y canalizarla a enfermería bajo arresto temporal.
—Mmm —tarareó—. ¿Cómo va?
Los primeros días, las preguntas escuetas o poco descriptivas del Boss lo dejaban mudo. La mayor parte del tiempo se equivocaba adivinando a lo que se refería. Pero con el paso del tiempo, poco a poco fue aprendiendo. Ese ojo para los detalles, es lo que lo mantenía con vida y libre de su ira, hasta el momento.
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Malakai
Science FictionLa lealtad significa todo para las especies. La traición se paga con tortura, jamás la muerte, esa es la ley del Boss, líder de la familia Domecq. Título que recae en Malakai, una especie con habilidades superiores a los suyos. El, renunció a su l...