El niño viejo

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Con seguridad,

no nací un gran día.

Con solo ojos y memoria,

me empecé a desperezar.

Mi casa era una colmena,

que nunca se acababa de llenar.

Todos entraban y salían,

pero su imagen quedaba atrás,

atrapada en un cristal lento,

que tardaría en revelar.

Solo ojos y mente,

ninguna imagen detrás.

Con el descaro de un niño,

miraba como viejo a los demás.

Mi casa era mi mundo,

afuera la eternidad,

donde todos eran mensajeros,

con su tributo que pagar,

y yo tasaba el precio,

sin saber lo que es tasar.

Tantas debilidades y emociones,

a diario salían a desfilar,

que crecí con ellas,

como mi segunda personalidad.

Podía captar en la noche,

cualquier murmullo de ansiedad,

no conocía el motivo,

ni que el día podía llegar.

Conspiraba con todos,

tan ajeno a mi realidad,

que no ansié experiencias,

ni luché por un sitio,

que no me gustaría ocupar.

Solo mente y ojos.

Nada que explicar.

Podía hilvanar vidas,

jugando a lo que serán.

Podía reírme de todo,

con la despreocupación del que no está,

del que no es contado ni admitido,

del que vive ajeno a su realidad.

Pero crecí,

la vida me dio forma,

y tuve imagen como los demás.

No era ni viejo ni niño.

Tenía experiencias que no eran mías,

mil historias que contar.

Pero no había nadie que oyera,

lo que no sabría explicar.

Mi vida era otra cosa,

no se parecía a las demás.

Tenía la vida de todos,

y la mía sin empezar.

LAS HOJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora