CAPITULO 6 PRINCESA EN LA TORRE

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Se frotó el sudor de la frente con el dorso de la mano sin dejar de caminar

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Se frotó el sudor de la frente con el dorso de la mano sin dejar de caminar. Sus adoloridos pies le protestaron por decidir ponerse sandalias en lugar de zapatillas, pero hoy hacía bastante calor. El sol golpeaba en su pico más alto para ser el inicio de primavera. Ya habían pasado más de tres meses y pese a su persistente búsqueda, no había señal de Lorenzo. Era completamente devastador. Desgarrador. Su corazón cada día sin él, se rompía un trozo más, pero no se daría por vencida. Jamás. Él estaba vivo, ya tenían evidencia de ello, sólo faltaba localizarle y para eso los chicos expertos en informática, hackers en otras palabras, trabajaban día y noche tratando rastrear al dueño de la cuenta bancaria de la persona que hizo el depósito para que borraran los datos de que el avión de Lorenzo había sido secuestrado. Pero, hasta el momento sólo había desoladores resultados.

Acarició con su mano a su hijo. Estaba de casi sietes meses de embarazo y su enorme barriga lo demostraba.

Se detuvo a los portones, y los vigilantes haciendo guardia a cada lado, le saludaron con movimiento de cabeza.-Buenos días, señora Sicciliani.-le dijeron a la vez.

-Buenos días, chicos.-les contestó.

Empujaron las pesadas puertas, y entró. El fuerte de Lorenzo. No había sido fácil convencer, por poner de delicada manera amenazar y extorsionar a Davinia para que le diera la localización del lugar. Pero, ella era la esposa de Lorenzo Sicciliani y cómo tal sería respetada y obedecida. Bueno, quizás se le había subido un poco los humos a la cabeza, pero era porque su mayor temor era no hacer lo suficiente por Lorenzo. Le aterraba la idea. Le faltaba realmente poco para dar a luz a su hijo. No quería hacerlo sola. Le necesitaba. Su hijo le necesitaba. Y, por eso haría lo que sea por traer a su papá de regreso a ellos.

Entró dirigiéndose directamente a Josh. Como cada vez que le veía, estaba sentado en su sillón con el rostro pegado a la pantalla, tecleando sin parar.

-¿Alguna nueva, Josh?-le preguntó deteniéndose a su lado.

El chico bostezó a la vez que contestaba:-Sin victoria por el día otra vez, Señora Sicciliani.-

Suspiró con tristeza, pero como ninguna de las otras veces anteriores, se daría por vencida. Le apretó el hombro. -Yo creo en ti, chico, le encontrarás.-le dijo con ciega confianza. Él era su única esperanza. Depositó el pequeño bolso que llevaba en la mano sobre la mesa junto al teclado.-No te pases el almuerzo.-

Él tomó el bolso recostándose contra el respaldar. -Oh, señora Sicciliani, me consciente demasiado. Voy a engordar.-deslizó el cierre y su rostro se iluminó al oler el interior.

-Y, deberías. A las chicas no les gustan piel y huesos. Músculos que puedan levantarlas como una pluma, eso les gusta.-

Él tomó el emparedado de atún y le dio una buena mordida. Gimió.-Está buenísimo.-habló con la boca llena.

Traición a la italianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora