En el gélido invierno de Seúl, SeulGi y SeokJin, dos almas que habían encontrado refugio el uno en el otro, se enfrentan a una serie de desafíos inesperados.
Después de la emotiva conversación en la que SeulGi, SeokJin y NamJoon confrontaron sus dudas y reconstruyeron su confianza, NamJoon sintió que era el momento adecuado para darles espacio a la pareja y permitirles solucionar sus problemas con amor y cariño. Decidió retirarse discretamente, dejándolos a solas en su apartamento.
-Creo que NamJoon nos está dando la oportunidad de hablar en privado -dijo SeulGi, mirando a SeokJin con una sonrisa suave.
SeokJin asintió, sintiendo el peso de la emoción en su pecho.
-Sí, creo que es hora de que dejemos el pasado atrás y nos enfoquemos en nuestro futuro juntos.
SeulGi se acercó a SeokJin y lo abrazó con ternura, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.
-Te amo, SeokJin. Y no importa lo que haya sucedido en el pasado, siempre estaré aquí para ti.
SeokJin devolvió el abrazo con fuerza y su corazón lleno de amor por SeulGi.
-Y yo te amo a ti, SeulGi. Eres mi luz en la oscuridad, mi roca en tiempos difíciles.
SeulGi se apartó un poco para mirar a SeokJin a los ojos, su mirada llena de ternura.
-Prometámonos que nunca permitiremos que nada ni nadie se interponga entre nosotros de nuevo.
SeokJin asintió con determinación.
-Lo prometo, SeulGi. Siempre estaré contigo, pase lo que pase.
Y con esas palabras, SeulGi y SeokJin se fundieron en un apasionado beso, sellando su compromiso mutuo con el amor y la confianza. En la oscuridad del apartamento la cabeza de ella buscó el refugio del duro pecho masculino. El brazo de él la cubrió y la atrajo más hacia sí mismo. SeulGi se sentía protegida del frío y de cualquier otra cosa; no quería recordar, solo vivir el momento y refugiarse en deseos nacidos de la situación. Por un momento olvidaron quiénes eran y a qué mundo pertenecían. Ahora compartían un solo mundo especial hecho para ellos y con el único fin de ser presas de un capricho desconocido.
Las bocas se buscaron en la semioscuridad de la habitación. Los labios se tocaron con miedo, para luego volverse atrevidos y terminar en una danza salvaje. SeokJin probó la dulce miel y pensó que no podía haber algo mejor. Las manos cobraron vida propia y buscaron las del compañero. El tacto ciego descubre las cosas de manera distinta respecto a la pasiva expectación de los ojos. Los tocamientos son como el primer paso sobre terreno desconocido, pero cuando son guiados por la sinrazón del placer no hay lugar para caídas.
Las manos de SeokJin palparon el cuerpo de la bella mujer, queriendo abarcarla toda. Ella se ayudó de las manos de su amante para liberarse de la ahora sofocante ropa. La desnudez llegó rápidamente y se hizo presente en ella. Él acarició aquellas generosas y suaves curvas que la naturaleza, sabia como ninguna, le había otorgado.Se regocijó como un niño al revivir aquella experiencia olvidada.
Las manos de SeulGi se dirigieron sin pudor al bulto de SeokJin y liberó de su cárcel al sátiro juguete, que duro como la piedra de la montaña, se erguía al cielo insolente. SeulGi retiró lo poco de ropa que le quedaba, completando el cuadro con la desnudez total. Ella podía sentir los fuertes músculos de aquel sujeto rudo. Pudo atraer hacia sí las manos ásperas y grandes que volvían a explorarla con lujuria.
EI frío no existía, ahora el calor se apoderaba de ellos y no había tormenta que los abatiera El festín del placer carnal había comenzado sin epílogo previsto. Seokjin la tomó por su estrecha cintura, depositándola sobre sus fuertes piernas. El cuerpo de ella se frotaba contra él, las formas se buscaban y se amoldaban como piezas que antes habían estado divididas, pero que ahora buscaban su posición natural. La dureza del hombre con el tierno y húmedo tesoro de la mujer se buscaron y se unieron deliciosamente. Era un concierto tocado al unísono para dos instrumentos que eran hombre y mujer. Él la sentía vibrar y gozaba con los impetuosos movimientos de una hembra en celo.
SeulGi era abatida sin piedad una y otra vez por el empuje del poder masculino, pero ella no rendía bandera sin lucha previa y encaraba con valentía los embates incesantes del enemigo. Las bocas se besaban y los ojos se cerraban; ella gemía y él rugía. Ella sabía que pronto acabaría todo y que el final era inevitable, pero la cumbre del fin estaba coronada por el estado máximo de placer. Las manos no descansaron ningún momento y buscaron en ella los suaves pero firmes muslos, el comienzo de aquella larga espalda, los largos cabellos sedosos que acariciaban al ser acariciados. SeulGi no se cansó de aferrarse a los fuertes brazos y al recto cuello de su amante; no dejó de acariciarlo.
SeokJin no cedía y deseaba seguir hasta el fin del mundo, pero el cuerpo no conoce de eternos y las leyes naturales no pueden ser transgredidas. Aquella diosa no le daba descanso y compartía con él una fuerza motivadora que los hacía estremecerse desde sus cimientos.
Pero todo tiene un fin que nos sirve para apreciar mejor las cosas en ausencia. Desfalleciendo ambos, de placer, sucumbieron finalmente como guerreros a la consumación de la batalla. Él entregó todo su ser en un solo y emotivo grito de placer y ella correspondió con un ahogado gemido que se perdió en el aire. La electricidad recorrió los cuerpos que, arqueándose, terminaron exhaustos y abatidos.
Durante ese precioso momento, todas las dudas y los miedos del pasado se desvanecieron, dejando solo el amor puro y verdadero que sentían el uno por el otro.
Más tarde, mientras contemplaban juntos el resplandor de la ciudad desde la ventana de su apartamento, SeulGi y SeokJin se abrazaron con fuerza, sabiendo que, juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara. En ese momento, el futuro parecía lleno de promesas y posibilidades, y su amor los llevaría a través de cualquier tormenta que pudiera venir.
La noche se desvanecía lentamente en el amanecer, SeulGi y SeokJin se acurrucaron juntos en la calidez de su amor, sabiendo que, mientras estuvieran juntos, nada podría separarlos.
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