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Hace un par de días que ya no me relaciono con mi grupo de amigos de hace años. Estar de novio con Renata me consumió todo el tiempo y sentí que mis "amigos" nunca lograban entenderlo. Todos los días me peleaba con alguien distinto por ella.

Recuerdo claramente una de esas discusiones. Era un martes por la mañana y el ambiente en el colegio estaba tenso. Entré a clase con Renata, y apenas me separé de ella para dirigirme a mi asiento, Nacho se acercó con una expresión seria en su rostro.

—Marcos, ¿trajiste la cartulina? —me preguntó, su tono impaciente.

—¿Qué cartulina? —respondí, confundido.

Nacho frunció el ceño y cruzó los brazos.

—Te pedimos que compres la cartulina para la exposición, boludo. —dijo, su voz cargada de frustración.

Sentí una punzada de culpa. Había olvidado completamente la cartulina.

—Uh, me colgué mal. —suspiré, pasando una mano por mi cabello.

Antes de que pudiera decir algo más, Daniela, que había estado escuchando, se unió a la conversación.

—Te colgaste por estar con Renata, ¿no? —dijo, sus ojos llenos de reproche.

—Sí, es que cumplíamos diez días de novios y bueno, pasamos todo el día juntos. —intenté explicar, pero sabía que no sería suficiente.

Daniela rodó los ojos y Nacho sacudió la cabeza con incredulidad.

—Siempre es lo mismo, Marcos. —dijo Nacho—. Desde que estás con Renata, te olvidás de todo lo demás. Nunca estás presente para nosotros.

Sentí que la tensión aumentaba, y me preparé para defenderme.

—No es que me olvide a propósito. Renata también necesita mi atención. —respondí, tratando de sonar razonable.

Daniela bufó, claramente molesta.

—Nosotros también necesitamos tu atención. Somos tus amigos de toda la vida. —dijo, su voz teñida de dolor—. Pero parece que eso ya no importa.

La discusión continuó, con Nacho y Daniela exponiendo todas las veces que me había ausentado o fallado en algo por estar con Renata. Cada palabra suya era un recordatorio de cuánto había cambiado mi vida desde que empezamos a salir.

Finalmente, la campana sonó, indicando el comienzo de las clases. Nos dirigimos a nuestros asientos en silencio, la tensión aún palpable en el aire. Me sentí atrapado entre dos mundos, sin saber cómo reconciliar mi relación con Renata y mis responsabilidades hacia mis amigos.

Ese día fue solo uno de muchos en los que me encontré en conflicto. Cada vez que intentaba equilibrar mi tiempo, parecía que alguien salía lastimado. Mis amigos no entendían por qué Renata era tan importante para mí, y Renata no comprendía por qué no podía dedicarme completamente a ella.

Con el tiempo, las peleas se volvieron más frecuentes y más intensas. Cada día era una nueva batalla, y cada batalla me alejaba más de las personas que alguna vez consideré mis mejores amigos. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que me había perdido en medio de todo, incapaz de encontrar un equilibrio y pagando el precio por ello.

Llegué a casa y dejé la mochila en el suelo del pasillo, sintiendo el peso del día sobre mis hombros. Me dirigí a la cocina, donde Valentina, mi hermana, estaba sentada en la mesa con su laptop y un plato de galletas.

—Hola, Valen —saludé, intentando sonar normal.

—Hola, Marquitos —respondió ella, levantando la vista de la pantalla—. ¿Todo bien?

Ligera atracción - marculi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora