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A veces creía que todo lo que ahora le estaba pasando no era real, a veces su mente se rehusaba a creer que algo tan bueno y duradero estaba en su vida. Era triste en cierto modo, pero era su realidad, desde muy pequeño le habían enseñado que nada era para siempre. Claro, podía tener lo que quería, pero no significaba que eso aseguraría que si lo obtenía eso duraría.

Pero esto era distinto, tenía unos brazos alrededor de su cuerpo que no querían soltarlo, tenía una marca en su cuello y tenía un ligero afán por el pan que hacían aquellos que según le servían. No quería más y no pedía mucho, era como si aquello único que necesitaban para completarse había llegado. Amaba el aroma de su alfa en él y amaba dejar el suyo en su alfa. Amaba peinar el cabello rizado y hacer delgadas trenzas con hilos de colores y adornos de oro, amaba ver como era el macizo cuerpo de su alfa, envuelto de tinta y mechas se ceñía hacia él y le mostraba que no le faltaba nada para sentirse completo.

Su cabello castaño había crecido dos dedos, llegando sus mechas delgadas hasta atrás de su oreja, ahora podía hacer trenzas más largas con hilos de su preferencia. Amaba como es que aquellos adornos lo hacían ver y como era que silenciosamente su esposo le había tirado una gran variedad de adornos para su cuerpo y los había puesto en su baúl. Quiso agradecerle, pero no lo hizo, Jimin hacía como si no lo hubiera hecho y seguían en su rutina de regalos silenciosos en su tienda.

Había cosas en él que simplemente no podía cambiar. Era soberbio y a veces no controlaba sus palabras y mucho menos frente a su esposo. Odiaba que las cosas que quería no se hicieran como él quería y cuando él quería. Odiaba esperar y Jimin lo hacía esperar. Amaba esa posesividad con la que su alfa lo trataba, el recelo de él y sus acciones. Amaba como era que su alfa se ponía al verlo con vestimentas reveladoras. Lo protector que se ponía y como era que no le reclamaba, solo lo regañaba con la mirada y se dedicaba a adorarlo.

Si el alfa había caído a sus pies, sin duda Jungkook también lo había hecho.

—¿Has visto en el mercado esos espejos largos y angostos? —preguntó intentando parecer distraído comiendo fresas, acostado en su nido.

—Eso creo —respondió su alfa, tallando figuras de madera sentado en una banca baja. Su pecho estaba descubierto por la falta de una camisa. —¿Por qué?

Jungkook sonrió, no iba a decirle que quería uno de esos envés del pequeño que le había traído una tarde después de ir al mercado azar de las afueras del reino.

—Son muy lindos, unos tienden adornos de madera a sus costados y vienen con muebles —le dijo.

—Los muebles los hacemos nosotros, no necesitamos comprarlos —habló nuevamente sin interés Jimin—Tenemos suficiente madera.

—Pero no saben cómo hacer espejos —volvió a insistir Jungkook, tapando sus muslos desnudos con la túnica de su alfa, acomodando su pocillo de fresas.

—Eso es innecesario.

—Yo tenía muchos en mi palacio.

—Que bueno.

Al parecer Jimin no comprendía qué quería decir.

—Una vez cuando un alfa vino al palacio para cortejarme —comenzó a contar, percatándose de la rigidez del cuerpo de su esposo al decir aquellas palabras. —Me trajo como regalo un espejo de cuero completo, tenía los bordes adornados con una madera muy lisa y tallados con formas de rosas...

—Una mierda —susurro el ojiverde.

—Dijo que era para que apreciara más mi belleza, yo le hubiera aceptado el cortejo—

—Pero no lo hiciste, fin —interrumpió Jimin, retomando su tallado en la madera de sus manos.

—Porque mi padre no lo quiso —corrigió el omega viendo atentamente cómo era que la mandíbula de su esposo se encontraba apretada y el ceño del alfa se acentuaba más. No sabía a exactitud si había logrado su objetivo.

fierce 𓍢 ִֶָ  jikook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora