𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 2

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𝘾𝙖𝙥𝙞𝙩𝙪𝙡𝙤 2

Cuando la práctica terminó el entrenador los despidió a todos con un corto “Mañana a las 6,” aunque ellos practicaban a esa hora cada día y no había necesidad de que se los recordará. Bradley estaba cansado y cuando salió de la pista se tomó su tiempo para caminar de vuelta a los vestuarios, sin ninguna prisa. No era como si Max realmente hubiera esperado a que su práctica terminara. Bradley ni siquiera estaba hablando en serio cuando hizo la sugerencia, así que dudaba que el otro chico lo hubiera considerado.

Después de vestirse en su ropa normal de nuevo, mochila colgando en su hombro como siempre, dejó los vestuarios y la pista, casi llegando a la salida antes de escuchar a alguien hablar.

—¡Bradley!— Max lo llamó, levantándose del asiento en el que estaba esperando en el vestíbulo, apresurándose hacia él. Bradley dejó que sus ojos recorrieran al chico, notando su apariencia. Él parecía… diferente-eso era lo único en lo que Bradley podía pensar. No había pantalones bajos en la cintura, no había ningún saco ajustado o chaqueta del equipo colgando sobre sus hombros y tampoco estaba esa sonrisita que frecuentemente hacía que Bradley quisiera golpearlo justo en la cara. Él estaba vestido simplemente en un par de pantalones deportivos grises y una camiseta blanca en cuello V, su cabello negro escondido debajo de un gorro. Sin embargo, lo más diferente en él era su expresión. Él lucía sincero, sus ojos negros brillando fuertemente, casi…simpático.

—Oh, te quedaste— dijo Bradley, sus cejas levantándose un poco. Podía oír la sorpresa en su propia voz.

—Bueno, no me diste otra opción, ¿o si?—Una esquina de la boca de Max se torció y los ojos de Bradley rápidamente captaron el movimiento antes de regresar a ver los ojos de Max.

—Supongo que no.— Bradley no podía dejar de notar lo rígido que sonaba, el grado de formalidad. Nunca hablaba con la gente de esa manera. Normalmente, él era vibrante y exuberante, Bradley Uppercrust, nunca sin una sonrisa en la cara o una broma en los labios. Pero había algo acerca de Max que sacaba lo peor de él. —¿Querías hablar conmigo?

Max soltó una larga ráfaga de aire y se pasó una mano por su cabello, llevando a la mente de Bradley a su encuentro anterior. —Yo sólo quería…disculparme por la forma en que actué antes. Estaba siendo un gran imbécil.

La mente de Bradley quedó absolutamente en blanco, su impacto fue tan grande. ¿Qué demonios? ¿De eso se trata? Max se estaba disculpando con él, ¿no amenazando con hacer de su vida un infierno o burlarse de el? Eso era de verdad lo último que Bradley había estado esperando. Él se quedó allí, congelado, esperando a que Max dijera que estaba bromeando o para que el mundo se acabara o para que se despertara y descubriera que todo había sido una especie de sueño.

Max tragó densamente y esperó, sus ojos expectantes.

—Yo, uh,— Bradley trató de hablar, pero su mente no estaba procesando la solicitud. —Está bien, supongo. No te preocupes.

—Fantástico.— Max parecía aliviado, y así su sonrisa volvió a su rostro, transformándolo de nuevo en el Max Goof que Bradley conocía y odiaba. —Ya nos veremos entonces, princesa patinadora.

—Sí, claro.— Por desgracia. Bradley se volteo y se alejó, sacudiendo la cabeza en confusión. No tenía ningún sentido. Había conocido a Max por años y nunca lo había visto disculparse por nada, todo lo que hacía era preciso y deliberado-, ¿por qué empezar ahora? ¿Qué en el mundo podría haber cambiado al capitán de la fraternidad tanto que él había comenzado a preocuparse por Bradley? ¿Acaso era por el torneo de los X-Games? Y con ese enigma en su mente, Bradley salió de la pista y se dirigió a la tienda de la escuela, diciéndose a sí mismo que la disculpa de Max no quería decir nada.

[...]

Bradley abrió la puerta de su dormitorio y prácticamente cayó en el cuarto, apenas logrando cerrar la puerta de una patada. Dejó caer su mochila y cayó de bruces sobre la alfombra, acurrucarse.

—¿Día difícil en la práctica?

Bradley levantó la cabeza. Tanque estaba sentado ante su caballete frente a la única ventana de la habitación, la cual había abierto completamente, un pincel en una mano y un porro en la otra, miraba a su compañero de cuarto con las cejas hacia arriba.

—¿Ya estás drogado?— preguntó con incredulidad el más alto, optando por ignorar la pregunta de Tanque. Por supuesto, la práctica fue difícil. Siempre lo era. Así era como se hacían los ganadores.

Tanque se encogió de hombros y rodó los ojos, que, ahora que Bradley los mira, perecen más bien rojos y vidriosos. —Es más de mediodía—, dijo a modo de explicación.

Ahora, fue el turno de Bradley para rodar sus ojos. La regla de “después del mediodía” se suponía que era una broma, que Bradley había instaurado la primera vez que se había despertado para ver a Tanque totalmente viajado a las seis en punto de la mañana.

Su dormitorio era bastante estrecho, a pesar de que siempre había sido pequeño, incluso con sus dos camas individuales localizadas en paredes opuestas. Pero aunque era pequeño, estaba lleno y siempre tenía un toque prolongado de olor a marihuana, se sentía como casa para Bradley.

Se arrastró fuera del piso y se tiró en su cama, acurrucándose debajo del cálido edredón. Pronto sus ojos se cerraron, sin embargo, su mente fue invadida por Max. No al imbécil engreído que volvía a Bradley loco, sino al inocente chico que se había, al parecer, finalmente sentido mal por todos los años de ser un idiota. Sus ojos se abrieron de inmediato, no permitiendo que sus pensamientos siguieran progresando.

—¿Estás bien, Brad?— Tanque preguntó, mirando por encima desde su lugar. —Te ves un poco distraído.

—Habla por ti,— Bradley murmuró, dándole a su amigo una mirada

Tanque se burló. —Estoy apenas drogado en este momento. ¿Qué pasa contigo?

Bradley suspiró, pero decidió que no había ninguna razón por la cual no decirle Tanque. La historia se escapó de sus labios—desde la historia completa del incidente de inglés pasando por su encuentro en los vestuarios; hasta la corta pero extraña conversación después de la práctica—antes de que pudiera detenerse, y Tanque escuchado toda la cosa antes de hablar.

—Eso es jodidamente raro, amigo— dijo su amigo, luciendo realmente sorprendido. —¿Qué demonios le pasa a Max?

Me preguntaba lo mismo. Bradley se encogió de hombros. —Probablemente Bobby le dijo algo. Bobby es más o menos el único jugador que no es un idiota.

Tanque se echó a reír, pero después se calló, dejando a Bradley con sus propios pensamientos. Generalmente cuando él tenía tiempo entre sus prácticas después de clases y sus prácticas después de la hora él se ponía al día en sus tareas o—si tenía suerte—dormía. Pero con todas las preguntas que rebotan alrededor de su cabeza, tendría suerte si podía hacer cualquiera.

𝙁𝙄𝙍𝙎𝙏 𝙇𝙊𝙑𝙀» 𝙈𝙖𝙭𝙡𝙚𝙮. AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora