Byul-yi observó con atención cómo el monstruo, que era ciego, atacaba con furia a un soldado que había estado golpeando a Eun-yoo.
Mientras lo destrozaba, el monstruo rugía furiosamente: —No puedo ver nada. Te encontraré. Los mataré a todos.
Sus antiguos vecinos (de hecho, habían pasado menos de 37 horas desde que se vieron), se movían en silencio, haciendo el menor ruido posible mientras se dirigían al autobús. Cuando por fin arrancaron, casi dejan atrás al soldado bueno, que luchaba desesperadamente contra el monstruo de ojos gigantes. La situación era tan crítica que Byul-yi no pudo quedarse de brazos cruzados.
Su brazo se estiró sobrenaturalmente y cortó al monstruo de los ojos en pedacitos. Los ruidos que hizo el monstruo atrajeron la atención del monstruo de los oídos, dándole a Byul-yi la oportunidad de crear una distracción.
Se echó a correr, tomó la mano del soldado, casi arrastrándolo, mientras ambos corrían hacia el autobús.
El plan de Byul-yi era simple: ayudar al soldado y nada más. Sin embargo, en un giro inesperado, él la jaló dentro del vehículo, cerrando las puertas detrás de ellos antes de que ella pudiera protestar.
Dentro del autobús, el silencio inicial fue reemplazado por un murmullo de asombro y desconcierto. Sus antiguos vecinos la miraban con expresiones de sorpresa y miedo.
—¿Por qué esas caras? Nos vimos hace unas horas.
El ambiente en el autobús era tenso. Los supervivientes intercambiaron miradas nerviosas, aún procesando la aparición repentina de Byul-yi y su intervención salvadora.
Eun-yoo fue la primera en romper el silencio: —Tú... nos salvaste.
Byul-yi asintió, pero su expresión se mantuvo impasible: —Él también debería llevarse el crédito —señaló al soldado que ahora manejaba.
Saludó a Ji-soo acariciándole el hombro y luego fue a abrazar a los hermanitos.
—Era la señora Im, ¿verdad, Byul-yi? —preguntó el pequeño, sentado sobre las piernas de ella.
—Sí, era ella —respondió Byul-yi, con una nota de tristeza en su voz.
—Ella vivía en el apartamento 1504.
—Dijiste que se convirtió en monstruo, lo dijiste cuando estábamos allá.
—Creo que sí. Pero no sé si resistió como Hyun-su o Byul-yi.
—Claro que no, le vieron los ojos, no eran como los de un monstruo.
—¿No la viste? estaba desnuda, era un monstruo —intervino Jae-hwan.
—Es un monstruo bueno, hasta nos protegió.
—No hay monstruos buenos, todos merecen morir.
—No es cierto, te equivocas.
—Cállate, niño tonto.
Byul-yi levantó la vista, sus ojos tornándose negros de repente. Jae-hwan se sentó de nuevo, intimidado.
—Sí hay monstruos buenos, que tú seas un estúpido miedoso es otra cosa.
De repente, el soldado frenó el autobús de manera agresiva. Si Byul-yi no hubiera estado sosteniendo a Yeong-su, este se habría golpeado contra el asiento de enfrente. Ella dejó al niño sentado cuidadosamente mientras se ponía de pie y se dirigía al conductor.
—¿No sabes manejar o qué? —reclamó.
El soldado no respondió, solo miraba algo a través del parabrisas. Byul-yi se agachó para ver mejor a través del cristal.
—Ábrele, no es un monstruo.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé y ya. Si no, lo matamos y listo. Además, se supone que es tu deber llevar sobrevivientes ¿o me equivoco?
El soldado asintió y abrió la puerta. Un hombre desaliñado y visiblemente agotado subió al autobús y se sentó pesadamente en uno de los asientos.
—¿A dónde nos dirigimos?
—Iremos al refugio —respondió el soldado.
El hombre asintió y, al cabo de unos momentos, se quedó dormido, roncando fuerte. Byul-yi iba a volver a su asiento, pero el soldado habló.
—Gracias por salvarme. No lo olvidaré.
—Oh, no me agradezcas por eso.
—Por cierto, soy Park Chan-young.
Ella puso una pequeña sonrisa: —Moon Byul-yi.
Volvió a su asiento y tomó al niño en brazos nuevamente, meciéndolo con suavidad para calmarlo.
—Aguanta un poco más —murmuró a Yeong-su en su regazo— pronto estarás a salvo.
¿Pero decía la verdad?
Byul-yi dormía profundamente, como todos los demás. De repente, una voz resonó en sus sueños.
—¿Cómo me veo? —preguntó una voz lejana— ¿me veo lindo?
—Ay, qué horror... —murmuró mientras abría los ojos de golpe, sobresaltada.
Miró a su alrededor, preocupada por Yeong-su, pero afortunadamente él estaba lejos del peligro, junto al soldado. Sin embargo, eso le dio tiempo a Jae-hwan de acercarse peligrosamente a Su-yeong. Los disparos resonaron en los oídos de Byul-yi, cada estallido haciéndola sentir como si la estuvieran golpeando.
Todos bajaron del autobús, y ella se quedó atrás. Estaba a punto de matar a Jae-hwan, pero los gritos de Yeong-su, pidiéndole que saliera, la distrajeron. Esto permitió que Jae-hwan se le abalanzara encima. Con un rápido movimiento, Byul-yi estiró su brazo, formando una punta afilada y lo partió en dos. Sabía que debía quemarlo para asegurarse de que muriera, así que prendió fuego con los objetos que encontró a su alrededor.
Mientras las llamas consumían el cuerpo de Jae-hwan, los gritos de Yeong-su la llamaron de nuevo. El niño lloraba desconsoladamente, pidiendo que llevaran a su hermana mayor con ellos, pero la pequeña ya estaba muerta, fueron segundos los que bastaron para que muriera por asfixia.
Byul-yi se acercó a él, sus ojos volviendo a la normalidad, y se agachó a su altura.
—No podemos llevarla —dijo con voz suave.
—Entonces no me lleven a mí. Moriré también —sollozó Yeong-su.
—No digas eso —respondió Byul-yi, acunando el rostro del niño entre sus manos— debes vivir por ella.
Rodeándolo con sus brazos, lo levantó y comenzó a caminar detrás de los demás. Mientras el infante seguía llorando, ella le acariciaba la espalda, tratando de consolarlo.
—Todo estará bien —susurró Byul-yi, más para sí misma que para el niño— debemos ser fuertes y seguir adelante.
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𝗙𝗔𝗡𝗧𝗔𝗦Í𝗔 ||Sweet Home||
FanficDonde Byul-yi gobierna con poder en un mundo post-apocalíptico donde los deseos oscuros se convierten en monstruosidad. O Donde en un paisaje desolado, la reina Byul-yi ejerce su dominio sobre un reino de criaturas nacidas de los deseos más oscuros...