Donde Ye-rin gobierna con poder en un mundo post-apocalíptico donde los deseos oscuros se convierten en monstruosidad.
O...
Donde en un paisaje desolado, la reina Ye-rin ejerce su dominio sobre un reino de criaturas nacidas de los deseos más oscuros...
La gente caminaba sin ánimos, habiendo llegado al refugio. Cha-yong se paró frente a ellos.
—Creo que ya me voy.
—¿Sin nosotros?
—Debo trabajar, soy un soldado.
—¿Volverás con ellos?
—Ven con nosotros, quítate el uniforme y listo.
—No puede desertar —dijo Ye-rin, mirándolo. Luego se acercó mucho y le susurró al oído— oye, ¿tú no vas a decir nada?
—¿Decir qué? —fingió confusión.
Entonces ella se apartó y le sonrió, y él hizo lo mismo.
—Hallaré la forma de volver cuando me sea posible.
Él se fue y los demás siguieron avanzando. Había que dejar las pertenencias (las cuales ella no poseía), pero lo preocupante era que debían hacerle un corte y si sanaba significaba que era un monstruo, y le darían la balacera de su vida. Eso la preocupó y por eso se quedó atrás con Yeong-su. Él no quería soltarla, no quería quedarse solo.
No pongas esa cara, se darán cuenta que eres un monstruo y morirás.
Ye-rin cambió la expresión.
No nos pasará nada.
¿Cómo estás tan segura de eso?
Solo déjamelo a mí.
Cuando fue su turno, primero cortaron a Yeong-su, quien estaba muy temeroso, pero se dejó tras unas palabras de la mayor. Luego siguió ella. Los nervios la carcomían; incluso ya se veía con el cuerpo lleno de balas y a nada de ser quemada como una bruja en los 1600.
El tipo le hizo el corte y ella mantuvo la mirada fija en esa línea carmesí hasta que volvió en sí cuando el tipo la empujó para que avanzara.
Volvió a tomar la mano de Yeong-su y se adentraron por completo. Esperó a que limpiaran al pequeño con un pedazo de algodón y luego le pusieran un sello que indicaba que era humano. Luego siguió ella y el mismo sello fue puesto en su dorso.
¿Lo ves? No había de qué preocuparse.
¿Cómo hiciste eso?
No obtuvo respuesta de la voz en su cabeza. Luego avisaron por los megáfonos que ya no revisarían a nadie más.
—Pude haberme ahorrado el estrés si me hubiera quedado más atrás —murmuró.
Siguieron avanzando para entrar a otro lugar. La mirada de Ye-rin se alzó al cielo cuando vio luces destellantes: eran misiles, los estaban atacando. Volvió a cargar a Yeong-su para empezar a correr antes de que todos los demás lo hicieran. La gente se agolpaba en la pequeña puerta para entrar. No sabía si iba a alcanzar a llegar, pero una mano le agarró el brazo: era Eun-yoo.
—Ye-rin, Ji-soo... no la veo —dijo Eun-yoo.
Pero la multitud seguía corriendo, arrastrándolas con ellos. Eun-yoo se cubría la cabeza mientras Ye-rin la hacía correr, tomándola de la espalda para que no se le perdiera, hasta que otro misil los impactó. Ye-rin cubrió a los dos menores con su cuerpo para que no resultaran heridos.
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Ye-rin despertó porque Eun-yoo se estaba quejando y luego la estaba sacudiendo ligeramente. Despertó un poco mareada, pero también movió al pequeño que estaba llorando.
—Tenemos que buscar a Ji-soo —dijo Eun-yoo, literalmente jalándola para que se pusiera de pie.
Comenzaron a buscarla y la encontraron intentando salir, pero su pierna había quedado atrapada bajo los escombros.
—Ji-soo, debes salir de ahí —dijo Eun-yoo desesperada— Ye-rin, ayúdala.
—¡No! no vengas —gritó Ji-soo, mientras las tres lloraban. Ji-soo no dejaba de sonreír, intentando mantener la calma.
—Vamos, Ji-soo, no te rindas —insistió Eun-yoo, mientras Ye-rin seguía sollozando.
De repente, otro escombro le cayó encima a Ji-soo, y Eun-yoo se derrumbó en el suelo llorando desconsoladamente.
—Debemos seguir avanzando —dijo Ye-rin, intentando mantener la compostura.
Le ayudó a Eun-yoo a levantarse y caminar, tomándole la mano mientras cargaba a Yeong-su. El pasadizo era oscuro, iluminado únicamente por la luz de las linternas.
Ye-rin no sabía qué les esperaba en aquel nuevo lugar o si podría mantenerse al margen de convertirse en un monstruo. Pero sabía que debía proteger a los que quedaban. Mientras avanzaban, los ruidos de la destrucción y el llanto de los demás supervivientes resonaban a su alrededor.
—No te preocupes, Eun-yoo —dijo Ye-rin, intentando consolarla— encontraremos un lugar seguro.
—Pero Ji-soo...
—Lo sé, pero tenemos que ser fuertes por los que aún están con nosotros.
Ye-rin apretó la mano de Eun-yoo y la miró a los ojos.
—Prometo que no dejaré que nada malo te pase a ti o a Yeong-su.