Capítulo 7

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—Te ves terrible, MingHao.

MingHao levantó la vista de la taza de té que estaba sosteniendo. Su madre lo miraba especulativamente.

Ella ciertamente no se veía terrible.

Como de costumbre, ni un cabello estaba fuera de lugar, su larga melena rubia perfectamente peinada.

—No he dormido bien —admitió MingHao. Había pensado en las palabras de JeongHan toda la noche. No había llegado a ninguna determinación, y su propia indecisión lo frustraba.

—No me sorprende —dijo Bárbara, dedicando una mirada penetrante a su marido sentado al otro extremo de la mesa—. Tu padre no entiende que todavía eres un hombre joven que necesita un horario normal de trabajo y descanso...

—No lo mimes, Bárbara –Xú DongHai dijo con frialdad, sin levantar la vista de su periódico—. Difícilmente es un niño. Tiene veintidós años, y es momento de que asuma alguna responsabilidad en los negocios de la familia.

—Si conocieras a tu hijo en lo absoluto, sabrías que no está interesado en el negocio familiar, Bárbara replicó.

—Es un Xú –dijo DongHai.

—Y lo lamento cada día —murmuró Bárbara lo suficientemente alto como para que DongHai la escuchara.
DongHai solo levantó una canosa ceja, sus afilados ojos haciendo una pausa en su esposa antes de establecerse en su hijo. MingHao se enderezó en su silla. DongHai no dijo nada por un momento, sólo observándolo en silencio.

—James, estaré en el Palacio de Westminster hasta la tarde—dijo al fin—. Estoy seguro de que puedes manejar la reunión con Richard Whitford sin mí.

MingHao intentó y fracasó en reprimir una mueca. Las negociaciones comerciales nunca fueron su punto fuerte, y Richard Whitford, el multimillonario dueño de las Industrias Whitford, no era un hombre fácil de tratar.

Bárbara dijo:

—No pongas esa cara, querido. Tendrás arrugas prematuramente —volteando hacia DongHai, arremetió—. No puedes decirlo en serio. Ese hombre es un criminal. MingHao no debería tener que lidiar solo con él.

Generalmente MingHao odiaba los cuidados despóticos de su madre, pero esta vez les daba la bienvenida. No tenía el estado de ánimo para enfrentar a Richard Whitford ahora.

Sin embargo, DongHai no se dejó intimidar.

—MingHao debe aprender a lidiar con esa clase de hombres sin tenerme sosteniendo su mano. Además, MingHao es amigo de su hijo. Eso debería hacer todo más fácil.

Bárbara rió.

—Eso demuestra lo despistado que eres. Luke es un chico dulce, pero se parece muy poco al criminal de su padre.

—Whitford no es un criminal. Es uno de los hombres más prominentes de Europa.

Bárbara resopló.

—Tiene negocios con la mafia italiana y rusa. Todos lo saben.

—Hasta que se demuestre lo contrario, solo es un rumor malicioso —dijo DongHai—. Y deja de interferir en los asuntos de negocios. Ellos no te conciernen.

—Todo concerniente a mi hijo me concierne.

—Estoy seguro de que MingHao no estará de acuerdo con eso. ¿MingHao?

—Sí, dulzura, dile a tu padre que tu madre tiene razón.

MingHao deseaba poder taparse las orejas con las manos y pretender que esto no estaba sucediendo.

Miró de un padre al otro. Sintiendo desasosiego, comprendió que ya no sentían absolutamente ningún afecto
uno por otro. Solían hacerlo; pero ahora ya no quedaba nada, salvo hostilidad y amargura.

No quería ser como ellos.

No quería convertirse en ellos.

—Me tengo que ir —dijo MingHao, y se paró.

Ignorando a sus padres, salió de la habitación —salió de la casa— y se metió en su automóvil.

Sabía que era el día libre de MinGyu. Probablemente aún estaría en casa de SeungCheol, tal vez incluso dormido.

No era lo ideal, pero no podía esperar más. Si lo hiciera, podría perder los nervios.

Quizás la verdad destruiría su amistad. Tal vez. Probablemente. Pero seguía siendo mejor que imitar el ejemplo de sus padres y convertirse en una persona amargada viviendo una mentira.

No podría. No lo haría.

𝐉𝐁𝐂 |𝐆𝐲𝐮𝐡𝐚𝐨|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora