Capítulo 11

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Una semana después, mientras que estaba en la terraza de SeungCheol con una cerveza en la mano, MinGyuse preguntó si habría un hombre más jodido en el mundo.

La puerta se abrió detrás de él.

—Vas a resfriarte —dijo Hannah. Por unos segundos hasta que cerró la puerta, pudo oír las risas y voces de su familia. No era ninguna ocasión especial. Solo que los viejos hábitos son difíciles de romper. Cuando se acercaba la Navidad, todos ellos tendían a gravitar entorno a la casa de Cheol. Diciembre era extraoficialmente un mes familiar para el clan Kim.

—Nunca lo hago –dijo MinGyu antes de tomar otro sorbo—. Pero tu deberías volver a entrar. Hace frío.
Envolviendo los brazos alrededor de su cuello, Hannah jaló de él y lo besó en la boca.

—No te quedes mucho tiempo aquí fuera, ¿de acuerdo? Se te van a congelar las bolas. Y eso sería una pena. Estoy bastante encariñada con ellas.

Él rió y le dio una suave nalgada.

—Ve adentro.

Riendo, ella se fue.

MinGyu regresó a concentrarse en su cerveza y preguntarse qué carajo estaba mal en él.

La puerta de la terraza se abrió y cerró de nuevo.

—Vas a resfriarte —dijo Hao.

Bajando la botella, MinGyu volteó la cabeza hacia él. Y sonrió.

—No lo voy a hacer si vienes aquí a calentarme, osito Hao.

Hao rodó los ojos, arrugando la nariz adorablemente, pero se acercó y dejó que MinGyu lo jalara a sus brazos. Se sentía cálido, tan cálido, y olía increíblemente, como todas las cosas favoritas en el mundo de MinGyu.

MinGyu enterró su nariz en el pelo de Hao y dijo:

—Probablemente deberías entrar. Realmente hace frío aquí —No quería que Hao se fuera.

—Estoy bien —dijo Hao, reclinándose en el pecho de MinGyu, buscando su calor.

MinGyu frotó los brazos de Hao con sus manos, estaba sólo cubierto por un suave pullover de cachemir.

—¿Seguro no quieres que vaya a buscar tu abrigo?

—No tengo frío, de verdad —dijo Hao—. ¿Por qué te estás escondiendo de todos?

—No me estoy escondiendo.

Hao no dijo nada por un rato. Cuando habló, su voz sonó tranquila.

—¿Estás enloqueciendo por lo que pasó?

MinGyu suspiró.

—Te lo dije: no estoy enloqueciendo por ello —Al menos no por lo que sabía Hao

—Correcto —dijo Hao, con tono escéptico— ¿Entonces, cuál es el problema? Has estado algo extraño desde que...

—¿Desde qué te ayude a liberarte?

Hao dejó escapar una carcajada.

—Sí. Desde que me ayudaste a liberarme. Si no estás enloqueciendo, ¿por qué has estado viéndome raro?

—¿Lo hice? —dijo MinGyu, acariciando los brazos de Hao luego de que una ráfaga de viento helado lo hiciera estremecerse.

—Lo hiciste.

MinGyu casi se rió. Difícilmente podría decirle a Hao que cuando lo miraba, seguía rememorando sus espeluznantes fantasías o el modo en que la cara de Hao se veía luego de correrse. A veces odiaba su cerebro.

Toda la semana, había intentado sacar esos extraños pensamientos de su mente, pero como alguien dijo una vez, una vez que se pensó algo, no podía ser des-pensado. No era como si de repente deseara a Hao o quisiera que fuera una mujer. No lo hacía. Pero el hecho de que un simple cambio de género podría hacerle ver a Hao de un modo diferente, lo ponía algo incómodo. Lo hacía replantearse cosas sobre sí mismo, su relación con Hannah, y su relación con Hao.
Pero todo era hipotético. No importaba. No era como si repentinamente se sintiera distinto con Hannah. Él la amaba. Era todo lo que deseaba en una mujer. No tenía motivos para dudar de la profundidad de su relación. Especialmente porque tenía cosas mucho más importantes de las cuales preocuparse.

MinGyu miró por sobre el hombro de Hao a las luces de la ciudad fulgurando entre las nubes. Había pensado toda la semana en la situación de Hao, pero sin importar cuan desesperadamente hubiera exprimido su cerebro buscando una solución, había llegado a la misma conclusión insatisfactoria y frustrante cada vez: no había solución. Él era el motivo de la miseria de Hao, y no había absolutamente nada que pudiera hacer al respecto. Hao seguiría siendo miserable hasta que finalmente se cansara y se alejara.

La verdad de ello calaba en él, y los brazos de MinGyu se apretaron en torno a Hao. Algo agitaba sus entrañas, un miedo primitivo del tipo que nunca había sentido antes. Trató de reprimir el loco impulso de agarrar a Hao y encerrarlo en un sitio seguro. Algún lugar al que sólo él tuviera acceso.
Sí. Seguro. Eso no era espeluznante para nada.

—Sí, me estoy volviendo loco, amigo —admitió en voz baja, enterrando el rostro en el cabello de Hao–. Solo que no sobre lo que piensas —apoyó los labios en la nuca de Hao, arrastrándolos sobre la suave piel de su mejilla.
Hao se estremeció y se fundió contra él, volteando su cara hacia el contacto.
MinGyu se quedó quieto. Maldita sea, la reacción de Hao ante un contacto tan inocente era increíble. Pese a saber que Hao lo quería de esa forma. Demonios, pese a haber tenido la corrida de Hao cubriendo su mano hace una semana todavía lo sorprendía cuan necesitado y maleable se volvía Hao en sus manos. Era raro, pero halagador, se sentía errado y, sin embargo, aun así empujaba esos extraños botones, retorcidos, que ni siquiera sabía que tenía.

Besó la comisura de la boca de Jamie. Un pequeño gemido escapó de los temblorosos labios de Hao.

La puta madre.

Volteó a Hao y lo miró. Jodida Madre de Dios.

Hao se veía... se veía como si hubiera sido besuqueado intensamente: sus pupilas dilatadas, sus pálidas mejillas sonrojadas, y los labios abiertos. La anhelante, hambrienta mirada que le dio a MinGyu era francamente descarada y obscena, el tipo de mirada que tendría una puta antes de abrirse de piernas.

MinGyu se quedó mirándolo.

Hao cerró los ojos y respiró hondo.

—Yo...¿Por qué lo hiciste? —dijo Hao antes de abrir los ojos y mirar a MinGyu.

Esa era una buena pregunta.

Detrás de ellos, la puerta se abrió.

—La cena está lista, chicos –dijo HaeWon.

—Ya vamos —dijo MinGyu, poniendo una mano en la espalda de Hao y guiándolo hacia el interior.

Hao le lanzó otra mirada fulminante.

—Te pareces a JeongHan cuando estás cabreado —dijo MinGyu, con el ceño fruncido—. Es extraño.

Hao se alejó pisando fuerte.

HaeWon levantó las cejas.

—¿Problemas en el paraíso?

MinGyu suspiró, pasándose las manos por el pelo. —Sí, se podría decir eso.

Su hermana lo agarró del brazo, sus ojos grises llenos de curiosidad mientras lo miraba.

—¿Quieres hablar de ello?

Él le sonrió con malicia.

—En realidad, no —No tenía ningún sentido incluso en su cabeza. No estaba seguro de por qué había tocado a Hao de esa forma, luego de que Hao le pidiera expresamente que no lo hiciera una semana atrás. Fue cruel y completamente innecesario.

¿Qué le pasaba? ¿Estaba tratando inconscientemente de manipular a Hao? La idea hizo que MinGyu se sintiera profundamente molesto. Le gustaría pensar que él era mejor que eso, pero considerando sus espeluznantes pensamientos previos sobre encerrar a Hao, no estaba realmente seguro de serlo.

Cristo.

—Tiene razón en estar enojado conmigo —dijo MinGyu—. Voy a tener que arrastrarme bastante esta vez para que me acepte de nuevo.

Riendo, HaeWon sacudió la cabeza.

—Ustedes dos son como un matrimonio de años, sin los beneficios del sexo.

MinGyu desvió la mirada.

𝐉𝐁𝐂 |𝐆𝐲𝐮𝐡𝐚𝐨|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora