VIII

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Suguru había estado irritado los últimos días, no tenía una razón realmente, simplemente su humor no era el mejor, era evidente y hasta incómodo para los demás. El siempre sereno Suguru Geto ahora discutía con Satoru cada vez que cruzaban palabras, resultando en que en un punto simplemente hayan dejado de hablar. Suguru alegaba que Satoru se estaba comportando como un idiota, y Satoru decía lo mismo de Suguru.

A pesar de llevar ya un par de días ignorándose, las cosas entre el par no parecían mejorar, siendo especialmente tensas ya que habían sido enviados junto a Shoko en una misión. Ninguno de los chicos parecía realmente feliz con la idea de estar sentados el uno al lado del otro en el automóvil, pero Shoko se rehusó a dejar su lugar en la ventana solo para "cumplir un capricho de dos niños berrinchudos", como había dicho antes de salir, y el asistente a cargo había rechazado la idea de que uno de ellos se sentara en el asiento del copiloto, amenazando con únicamente llevar a Shoko y que el dúo tendría que ir caminando si querían llegar a su misión.

Así que ahí se encontraban Suguru y Satoru, sentados codo a codo sin siquiera mirarse. Satoru bufaba de vez en cuando, y a Suguru poco a poco se le acababa la paciencia; no creía ser capaz de soportar lo que quedaba de viaje escuchando al peliblanco bufar.

Suguru respiró hondo antes de mirar a Satoru por primera vez en todo el viaje — ¿Puedes dejar eso? Me estás molestando —. No recibió respuesta; en cambio, los bufidos de Satoru se volvieron más frecuentes — ¿Es en serio? Qué infantil.

Eso bastó para que la cabeza de Satoru girara rápidamente en dirección a Suguru — ¿Yo soy el infantil? Tú eres el que se ha comportado como un niño en una rabieta durante todos estos días.

— Tú no te quedas muy atrás; pareces un idiota —. Frunció el entrecejo.

— ¿Yo? —. Volvió a bufar, Suguru rodó los ojos —. No sé qué se supone que te pasa, pero realmente no me importa mientras te estés comportando como un idiota conmigo. Cuando sepas cómo tratar a tus amigos, podemos hablar.

Suguru abrió la boca para responder, pero el auto se paró de golpe —. Basta —. El asistente que los acompañaba volteó a verlos desde el asiento del conductor —. Geto, despierta a Ieiri y cambia de lugar con ella.

Ambos chicos fruncieron el entrecejo — ¿Qué? —. Dijeron al mismo tiempo.

— Todavía nos falta un buen tramo para regresar a la escuela; realmente no quiero escucharlos pelear todo el rato, ya tuve demasiado de eso esta mañana —. Suspiró, acomodándose en su asiento y tomando con fuerza el volante — Geto, por favor —. Lo miró por el retrovisor.

Suguru de mala gana abrió la puerta del lado izquierdo y salió pasando con cuidado por encima de Shoko; al estar afuera la tomó en brazos y la movió hasta donde él estaba sentado anteriormente, poniéndole el cinturón de seguridad. Finalmente volvió a entrar al auto y se sentó donde antes estaba su amiga, cerrando la puerta detrás de sí.

El silencio en el auto era incómodo, siendo llenado levemente por los suaves ronquidos de Shoko. Suguru cruzó sus brazos y miró por la ventana; estaba molesto, muy molesto con Satoru, pero no sabía la razón. Pensó en las palabras de Satoru; quizá sí se estaba comportando como un idiota. Su expresión se suavizó y miró a Satoru; como si lo hubiera llamado con la mente, el peliblanco volteó a verlo.

— ¿Qué me ves?

— Perdón, Satoru.

Satoru entrecerró los ojos con una expresión indescifrable — Hablamos en la escuela.

¿Realmente había sido rechazado?





Suguru salió del baño con una toalla en los hombros. No había pasado mucho tiempo desde que regresó a la escuela, y lo primero que hizo fue correr al baño para vomitar y luego darse una ducha.

Mientras caminaba hacia su habitación, no podía dejar de pensar en que cada vez se veía más delgado. Mantener un peso saludable era complicado cuando vomitaba más y comía menos. Suguru anhelaba el momento de su graduación. Después de eso, se alejaría del jujutsu, no volvería a exorcisar ninguna maldición, no volvería a tragar ninguna maldición. Sonrió ante ese pensamiento. Finalmente, llegó a su puerta. Al abrirla, su cuarto estaba oscuro, así que encendió la luz.

— Te estaba esperando.

Suguru miró a Satoru, quien estaba sentado en su cama. Lo observó por un instante antes de volver a apagar la luz y cerrar la puerta, dando media vuelta para alejarse. Quizá vomitar tanto lo estaba haciendo alucinar. Escuchó la puerta abrirse y unos pasos acercándose rápidamente hacia él, sintiendo un peso en su espalda segundos después.

— ¡Suguru! — Lloriqueó falsamente — ¿Cómo puedes dejarme solo en la oscuridad?

— Solo te dejé como te encontré — Miró a su amigo, quien ahora estaba colgado de su cuello, mirándolo con ojos grandes. Suspiró — Perdón por tratarte mal, Satoru. Sabes que no es propio de mí.

— Te extrañé tanto, Suguru — Satoru enterró su cabeza en el hueco del cuello de Suguru, fingiendo llorar — Estuvimos tanto tiempo sin hablarnos, fue horrible.

No pudo evitar sonreír ante la actitud de su amigo — Ya, ya, Satoru — Palmeó suavemente su espalda — Solo fueron unos días.

Satoru jadeó, alejándose de Suguru mientras lo tomaba de los hombros — Se sintieron como diez años.

— Eres un exagerado — Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro — Perdón por decirte idiota, Satoru. Han sido unos días difíciles y sé que no es tu culpa, pero el sentirme tan mal y el verte tan bien me impulsaron a querer arrastrarte conmigo... Sé que no tengo excusa. Actué muy mal contigo — Bajó la mirada — No sé qué me pasa desde que Riko murió. Me he sentido diferente: he vomitado más, he dormido menos, empecé a fumar mucho más y ahora estos cambios de humor... No sé en quién me estoy convirtiendo. No quiero ser alguien que te haga daño, Satoru... De verdad discúlpame... He estado ocupado con un montón de hobbies y pensé que me harían sentir mejor. Pero en la noche todos los pensamientos que evité en el día llegan de golpe y me atropellan... Quizá todas las maldiciones que engullí me están transformando en esto...

— Suguru...

— Ya no quiero esto, Satoru — Se aferró con fuerza al cuerpo del contrario — No me gusta ser uno de los más fuertes... Estuve condenado desde que nací: un chamán sin linaje de grado especial... Parece hasta un chiste... Solo quiero graduarme para marcharme de aquí...

— Entiendo lo que es sentirse condenado desde el nacimiento. Después de todo, yo también soy el más fuerte — Satoru acarició la espalda de Suguru dándole consuelo — Pero ¿sabes? Ser el más fuerte empezó a ser divertido desde que te conocí... Me gusta que seamos los más fuertes juntos... ¿Alejarte del jujutsu es lo que quieres hacer en el futuro?

Suguru vaciló en responder — No lo sé...

Satoru rompió el abrazo para mirar a Suguru a los ojos — Si alejarte de todo te hará feliz, me gustaría que lo hicieras... Me alegra mucho que al menos tengas esa opción...

— No sé qué quiero hacer, Satoru... Quiero alejarme de este mundo pero igualmente me asusta hacerlo y arrepentirme...

— Si te vas y un día decides volver, yo seré el primero en recibirte.

— ¿Qué pasa si un día no decido volver?

Satoru apretó sus labios en una línea recta antes de hablar — Supongo que tendré que dejarte ir.

Suguru cubrió su cara con sus manos, deseaba tanto llorar. Sentía que se estaba ahogando en su sentir, y las palabras de Satoru le habían hecho darse cuenta de que no sabía lo que su corazón realmente deseaba. Los brazos de Satoru lo volvieron a rodear, calentando un poco su corazón y dándole el consuelo que tanto necesitaba —. Si un día... —. Susurró —. Si un día me voy y no vuelvo, ve a buscarme, Satoru, probablemente esté sufriendo en soledad.


El satosugu me arruinó la vida.

La Sombra de la Perdida • Satosugu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora