Satoru colocó una caja de bento en el escritorio de Suguru—. Toma.
Suguru miró extrañado al contrario— ¿Qué es eso?
— ¡Bento!
— Sí, lo sé, pero ¿por qué?
Satoru sonrió mientras acomodaba sus lentes para ver a los ojos a Suguru—. Te he visto bajo de peso, así que llegué a la conclusión de que simplemente no tienes tiempo de comer.
Suguru no pudo evitar reír—. Realmente no hacía falta, Satoru. ¿Lo hiciste tú?
— Claramente, sabía que una comida cualquiera no iba a ser suficiente para llenar tus energías, así que llegué a la conclusión de que debía ser algo especial preparado por el mejor chef y chamán que podrá existir—. Satoru bajó sus lentes mientras daba una sonrisa coqueta.
El pelinegro volvió a sonreír, desató el nudo del pañuelo que rodeaba la caja y lentamente quitó la tapa del contenedor bajo la mirada expectante de Satoru. Suguru miró su comida y no pudo evitar explotar en carcajadas. Shoko, quien estaba mirando la escena desde su asiento, se acercó hasta Suguru para ver el contenido de la caja. Al darle un vistazo, ella tampoco pudo evitar reír. Ambos jóvenes reían y reían, Suguru daba golpes en la mesa mientras que Shoko se tomaba del estómago. No hacía falta decir que Satoru se sentía ofendido y lo que le sigue.
— ¿Qué es tan gracioso?—. Dijo Satoru con una mueca.
— Nada, Satoru—. Se limpió una lágrima—. Realmente lo aprecio, gracias—. Y es que Satoru había intentado hacer un panda con bolas de arroz y decoraciones de alga, pero la cabeza era demasiado pequeña y las orejas eran demasiado grandes. Además, parecía que el alga había sido cortada por un infante que todavía no desarrollaba sus habilidades motrices por completo. Los pulpos hechos de salchicha tenían semillas de sésamo por ojos y habían quedado disparejos; el huevo parecía un desastre y había pedazos de manzana que habían sido cortados de manera dispareja—. Lo probaré—. Suguru tomó los palillos con los que tomó un poco del arroz y lo llevó a su boca. No sabía mal, pero tampoco sabía bien—. Gracias, Satoru... Está...—. Tragó fuerte—. Está delicioso...
La cara de Satoru se iluminó y Suguru no pudo evitar darle una gran sonrisa. Planeaba comerse toda la comida hecha por su amigo; luego le explicaría que no había necesidad de hacerle de comer.
—
La mente de Suguru era más ruidosa de lo que le gustaría; siempre lo había sido, pero desde el incidente sentía como no había espacio para sus pensamientos. Sólo había ruido; existía un gran escándalo que no lo dejaba pensar apropiadamente, y eso lo agota.
Su teléfono sonó; era Satoru, pero lo ignoraría. Él últimamente estaba muy insistente en hacer cosas juntos y eso lo sofocaba. Le gustaría sentir pena al pensar algo como eso, pero no podía; estaba demasiado agotado como para lidiar con su mejor amigo. No entendía por qué últimamente Satoru estaba tan preocupado por él; siente que exagera, y si estuviera realmente mal, el sacarlo a pasear diario no lo ayudará; sólo lo consumirá más... Pero no tiene corazón para decirle eso a Satoru en la cara, así que terminó haciendo lo más fácil: mentir. Se encontraba mintiéndole a Satoru muy seguido, diciéndole que estaba en misiones, enfermo o que ya tenía planes.
El peso de sus mentiras lo afectaba, pero decidía ignorarlo; no era algo que llegaba a perturbarlo al punto de no dejarlo dormir, pero sabía que era un sentimiento que no tardaría en llegar. Suguru sabía que en algún momento se vería acorralado por sus propias excusas y tendría que afrontar a Satoru; pero por el momento se aferraba al refugio temporal que le brindaban las mentiras para poder mantenerse a flote. Después de todo, qué más daba.
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La Sombra de la Perdida • Satosugu
FanfictionDónde Satoru se da cuenta de que Suguru poco a poco se convierte en una sombra de lo que solía ser, y Suguru, quien ha empezado a sentirse abrumado por la vida que lleva gracias a la hechicería, intenta llevar sus problemas de la mejor manera posibl...