Suguru sintió su corazón caer en su estómago cuando Shoko quitó la sábana que cubría el cadáver de Haibara, descubriéndolo hasta poco más abajo de sus hombros. La habitación se llenaba únicamente con el llanto ahogado de Nanami.
— La noche anterior… —dijo Nanami hipando, su voz sonando rasposa— … la noche anterior él fue a mi habitación a decirme lo nervioso que estaba por su primera misión en solitario —. El rubio soltó otro sollozo; Suguru tragó en seco—. Yo le prometí que estaría todo bien… que no se preocupara —. Nanami empezó a toser, ahogado por su propio llanto—. No sé si quiero seguir si esta es el tipo de cruz que debo cargar.
El pecho de Suguru se llenaba de angustia con cada palabra de Nanami; sus ganas de estallar en llanto aumentaban con cada segundo que pasaba, pero era incapaz de soltar la primera lágrima.
— Nanami… —Shoko se acercó hasta el rubio y posó su mano en el hombro del contrario—. Siempre está la posibilidad de perder a un colega. Sé que es duro, pero por eso siempre nos asignan misiones en relación a nuestro rango.
— ¿Crees que esta misión estaba relacionada a su rango? —Nanami empezó a temblar, apretando fuertemente sus puños—. Si es en relación a la fuerza, entonces, ¿por qué está muerto?
Suguru cerró sus ojos con fuerza; sentía su interior palpitar con fuerza y su respiración se volvía cada vez más pesada. Las voces de Nanami y Shoko eran nada más que sonidos distorsionados que lo mareaban. El picor de sus ojos, una advertencia de lágrimas que no salían, lo hacía sentir cada vez peor.
Abrió sus ojos, con la vista puesta en el techo antes de volver a posar su atención en el cadáver frente a él.
Suguru sintió su mundo detenerse, jadeando con sorpresa al verse a sí mismo en lugar de Haibara en la mesa de autopsia.
Cerró nuevamente sus ojos con fuerza, retrocediendo mientras negaba con la cabeza; finalmente, cuando su espalda tocó la pared tras él, abrió los ojos sin poder evitar fijarse nuevamente en el cadáver que ahora tenía el rostro de su amigo.
«¿Qué fue eso?»
No pudo evitar hiperventilarse; las uñas de su mano dominante arañaban la pared y se quebraban poco a poco, mientras que con la izquierda tomaba con fuerza su pecho.
— ¿Geto? —Shoko fue la primera en notar el estado del pelinegro, acercándose lentamente.
Suguru era un desastre; pequeñas perlas de sudor adornaban su frente. Sus ojos estaban abiertos de par en par, inyectados de terror, tomando grandes bocanadas de aire.
Aire, aire era lo que más necesitaba; sentía que el aire le era arrancado de los pulmones, sentía que alguien tenía sus manos en su cuello y lo ahorcaba sin piedad.
Un toque ajeno lo calmó lo suficiente como para devolverlo a la realidad. Las manos de Shoko estaban puestas en su cara, alzándola y obligándolo a ver a su amiga a la cara; pero por más que Shoko hablara, él solo podía escuchar estática.
—
Hace una semana había sido la ceremonia en honor a Haibara, hace una semana Suguru se había encerrado en su cuarto. Faltaba a clases y rechazaba sus misiones, comiendo únicamente lo que Satoru dejaba en la puerta de su habitación y saliendo a medianoche para ir al baño sin toparse con alguien.
Lo que siente es difícil de explicar, es un sentimiento tan extraño que lo consume, pero a grandes rasgos Suguru podía decir que se sentía triste.
La muerte de Haibara se sentía como una cachetada de realidad, nunca había contemplado la opción de morir; pensaba que era invencible, pensaba que eran invencibles.
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La Sombra de la Perdida • Satosugu
FanfictionDónde Satoru se da cuenta de que Suguru poco a poco se convierte en una sombra de lo que solía ser, y Suguru, quien ha empezado a sentirse abrumado por la vida que lleva gracias a la hechicería, intenta llevar sus problemas de la mejor manera posibl...