VI

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Satoru abrió lentamente los ojos, acostumbrándose poco a poco a la luz que entraba por la ventana, maldiciendo en su mente por haber olvidado cerrar las cortinas la noche anterior. Se sentó lentamente en la cama, apoyando su mano en esta y sobresaltándose al tocar algo. Miró a su lado y se dio cuenta de que era cabello, cabello de Suguru. Observó por un momento a Suguru, quien dormía acurrucado contra la pared mientras abrazaba una almohada, con su cabello suelto y su boca levemente abierta con un rastro de saliva. Apartó la mirada para dar un vistazo a su alrededor: estaba en el cuarto de Suguru.

Se levantó sigilosamente de la cama para tomar su celular y poder tomarle fotos a Suguru. Con cada foto que tomaba, tenía que ahogar alguna pequeña risa, ya que buscaba los peores ángulos para tomar fotos horribles de su amigo. Pero de repente lo peor pasó: su alarma sonó, asustándolo y haciendo que sin querer soltara su teléfono, el cual cayó en la cara de Suguru.

Suguru, quien hasta este momento dormía plácidamente, abrió los ojos de golpe, encontrándose con los ojos de Satoru llenos de pánico.

— ¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó Suguru.

Satoru jugó con sus manos, intentando pensar rápidamente en alguna excusa, pero fallando en el intento.

— Nada.

Ambos se miraron a los ojos, ninguno siendo capaz de hablar, con el sonido de la alarma de Satoru siendo lo único que llenaba el vacío en la habitación.

— ¿Podrías apagar eso? Y vete de mi habitación —se quejó Suguru mientras tomaba su cobija y cubría la cabeza.

— Suguru —se quejó Satoru mientras se acostaba sobre él— ¿Cómo puedes decirme eso luego de que dormimos juntos?

Suguru descubrió su cabeza, mirando a Satoru con una mueca en el rostro.

— No lo digas así.

— ¿Qué cosa? —sonrió Satoru— ¿Que dormimos juntos? Suena erótico ¿No crees?

Satoru casi se cae de la cama cuando fue pateado, pero evitándolo al sostenerse de Suguru, quien simplemente se quejó.

— No hagas eso, perderé al bebé.

— Ya.

— Bueno, en realidad ¿No serías tú el embarazado? Técnicamente lo estás.

— ¿Qué se supone que estás diciendo?

— Sólo estoy diciendo que no me hables así, es malo para el bebé.

— Una palabra más... Una palabra más y te atacaré con todas y cada una de las maldiciones que he tragado, lo juro.

Satoru pensó en callarse, realmente lo pensó, pero aún así:

— ¿Tragar? O sea que ya no tienes reflejo del vómito ¡Qué sucio eres, Suguru!

No se sorprendió cuando fue lanzado al piso.

— ¡¿Qué te pasa?! —Satoru tenía la mirada fija en Suguru, quien respiraba pesado y tenía la cara roja. Con su mano buscó su celular, que estaba junto a él en el piso y le tomó otra foto a Suguru.

— ¡Ya!

— Calma amor, es malo para el bebé.

— ¡No hay ningún bebé! ¡Vete de mi habitación! Para empezar ¡¿Qué haces en mi habitación?!

— Dormimos juntos.

— ¡Ya sé que dormimos juntos! Lo que quiero saber es por qué sigues así.

Satoru abrió la boca con sorpresa:

La Sombra de la Perdida • Satosugu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora