Ese día, Satoru se encontraba de mal humor. Estaba adolorido, ya que unos días atrás, una maldición lo había estrellado contra el piso. Entonces, cada vez que le dolía algo, recordaba; y cada vez que recordaba, se enojaba. No necesitaba un tratamiento más allá de pastillas para el dolor, ya que no se rompió nada ni tuvo daño interno. Solo salió con unos cuantos moretones y más odio del normal por las maldiciones. Ahora ni siquiera podía pararse derecho por el dolor de espalda que tenía.
Satoru decidió consentirse. Era lo mínimo que se merecía, así que se escapó a la ciudad un rato para comprarse una docena de donas que se le habían antojado. Estaba muriendo por algo dulce y no había podido satisfacerse en los últimos días, ya que los dulces de las máquinas expendedoras de la escuela sabían a viejo.
No había podido aguantarse y ya se había comido dos donas en lo que caminaba desde la entrada de la escuela hasta su habitación. Al pasar por la habitación de Suguru, decidió desviarse un poco e ir a molestar a su amigo. Últimamente había estado tranquilo, quizá demasiado para su gusto.
Tomó la manija de la puerta y entró como si fuera su propia habitación. Al entrar, pudo ver a Suguru rodeado de un pequeño desastre impropio de él, pero eso no fue lo que le llamó la atención. Sino que ver a Suguru con un lienzo.
— No sabía que pintabas.
— Ahora lo hago, creo —. Suguru hizo una mueca y tomó el lienzo entre sus manos para mostrárselo a Satoru —. Se supone que es un autorretrato.
Satoru tomó el lienzo y lo miró fijamente antes de soltar una risita. Definitivamente no se parecía en nada a Suguru, pero seguía siendo lindo. Era tan chistoso que era lindo —. Es lindo —. Satoru le devolvió el lienzo a Suguru —. Pero creo que deberías dejar los lienzos para cuando tengas más experiencia; dibujar en papel por el momento estaría bien.
Suguru le sonrió a Satoru —. Tienes razón, es solo que compré todas estas cosas para dibujar, me emocioné y comencé a usarlas todas.
— Qué tonto eres, Suguru.
— Ya, Satoru —. Rió mientras golpeaba suavemente el hombro del peliblanco.
Hubo un pequeño momento de silencio; la expresión risueña de Suguru se desvaneció lentamente.
— Yo me he estado sintiendo un poco agotado ¿Sabes?
Satoru asintió lentamente —. Entiendo...
— Me refiero a que me he estado comiendo la cabeza de tanto pensar; creo que quizá el verano me está afectando —. Soltó una pequeña risa — Pensé en mi rutina; todo lo que hago es ir a misiones, entrenar y fumar con Shoko; llegué a la conclusión de que quizá necesite un hobby. A veces olvido que solo tengo 17 años ¿Tú no te sientes igual?
—
— Ser fuerte es difícil —. Satoru miró a Suguru, quien estaba acostado a su lado. Al final, había decidido quedarse haciéndole compañía a su amigo —. Cuando esté por morir, no quiero sentir que todo lo que hice fue tragar maldiciones como un desquiciado. Quiero sentir, al menos, que fui feliz por ratos —. Suguru giró su cabeza hasta mirar a Satoru a los ojos —. Al morir, ¿tú te arrepentirás de la vida que llevas?
Satoru dio media sonrisa —. Yaga dijo que ningún hechicero muere sin arrepentimientos.
— ¿Y tú crees eso?
— Probablemente.
— Ya veo... Satoru, yo... —. Suguru y Satoru se miraron fijamente a los ojos. El pelinegro dudó un poco antes de romper el contacto visual y girarse para ver el techo —. Yo... Yo intentaré dar lo mejor.
Satoru también volvió a ver el techo. Al escuchar las palabras de Suguru, sonrió —. Está bien, Suguru, yo igual intentaré dar lo mejor.
— No hablo de esto lo mejor en misiones; a veces siento que pierdo la compostura y que no soy yo —. Suguru guardó silencio por un momento mientras intentaba buscar las palabras adecuadas —. No sé, no importa, yo me estoy haciendo cargo de eso.
Satoru no respondió; simplemente cerró los ojos mientras intentaba no darle muchas vueltas a las palabras de su amigo. La situación le frustraba porque no sabía qué podía hacer para comprender a Suguru.
Sabe que no quiere dejarlo solo, pero no sabe cómo decírselo. Después de todo, tenían todo el tiempo del mundo; encontraría las palabras y se las diría. Pero por el momento, mientras encontraba aquella voz que necesitaba para expresar sus sentimientos, estaría ahí para él.
ESTÁS LEYENDO
La Sombra de la Perdida • Satosugu
FanfictionDónde Satoru se da cuenta de que Suguru poco a poco se convierte en una sombra de lo que solía ser, y Suguru, quien ha empezado a sentirse abrumado por la vida que lleva gracias a la hechicería, intenta llevar sus problemas de la mejor manera posibl...