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Omnisciente.

—¿Quieren decir que mi hijo viajó al pasado, cambió unas cosas para evitar que murieran pero lo balearon en el proceso, y Deaton lo trajo de vuelta mientras agonizaba? —preguntó absorto el sheriff mientras movía ansioso la copa de Champagne en su mano.
Estaba sentado junto con Melissa McCall, Jordan Parrish y la familia Hale.

Laura asintió mientras comía un pastelillo que había tomado de la mesa de postres. —Sip, mi cuñado nos salvó a todos por los cambios en cadena. —confirmó la mujer mirando la pista de baile. —Se ven hermosos juntos.

El hombre asintió dándole la razón, su hijo bailaba el vals abrazado de su, ahora, esposo. —Mi Claudia hubiera estado muy contenta de ver a Stiles así...

—¿Así cómo? —preguntó Cora con curiosidad, mientras era la que se encargaba de tomar fotos con su cámara profesional a la pareja.

—Así de brillante, irradia felicidad, desde su partida Stiles no había vuelto a ser el mismo, gracias a Derek y la manada volvió a ser lo que era. —por los ojos del sheriff se escaparon unas lágrimas que se encargó de secar rápidamente.

—Y gracias a tu hijo, el mío volvió a ser feliz. —dijo Estephen Hale, el padre de Derek.

Todos en la mesa asintieron levemente, el vals terminó y la orquesta tomó asiento.

[...]

—Gastaste mucho dinero en nuestra boda... —habló Stiles apenado mientras acariciaba entre sus manos la fuerte y grande mano izquierda del moreno, específicamente el dedo anular que tenía su sortija de matrimonio, Derek lo veía fijamente, ambos estaban sentados en la mesa especial para los novios. —Con una pequeña comida en la mansión Hale yo hubiera estado más que satisfecho. —dijo mirándolo con los ojos miel brillosos por la emoción.

—Lo sé, Stiles. Pero merecías lo mejor, y no me costó nada, sabes que me va muy bien en mi trabajo, y mi dinero es tuyo. —le respondió Derek mientras dejaba un beso en su frente.

Ambos novios se acurrucaron hombro con hombro, mirando a sus invitados bailar, la fiesta de mostrarse con música clásica y armoniosa con la orquesta y el saxofonista que había contratado Derek, se había convertido en una discoteca con el DJ que llegó hace tan sólo unos minutos.

—Ese traje se te ve exquisito... —le susurró Derek en el oído, erizando los vellos de la nuca del castaño. Tenía razón, el traje blanco coral le sentaba de maravilla, hecho a la medida para que sus atributos sobresalieran, sus fuertes piernas, fina cintura y un muy buen trasero.

—¿Si? Debe ser porque tuve que ponerme lencería para que no se notara. —dijo coqueto mientras tomaba un corto trago a su vino y le sonreía juguetón.

Por los verdes ojos del moreno cruzó un brillo de excitación pura, imaginarse a su Stiles, solo en la habitación con una delgada y fina lencería, arreglándose con el traje para entregarse a él en matrimonio, por el resto de su vida.

—No creo que noten si nos desaparecemos un rato. —la fuerte mano serpenteó por su abdomen hasta posicionarse en el muslo interno, dejando un apretón que demostraba el líbido del beta.

El castaño no dijo nada, pero se puso de pie y jaló el brazo del moreno hasta la parte trasera del local, la bodega donde guardaban los muebles y manteles, les habían concedido una llave para su fiesta por lo que era el lugar perfecto para que ese lobo calenturiento y territorial se lo follara.

Sus bocas se encontraron con deseo y hambre, un juego donde todo se podía, labios, lengua y dientes.
Besándose bruscamente Derek repegó a Stiles contra un muro de la bodega, levantándolo por sus apetecibles y rellenos muslos, mientras que el castaño envolvió sus piernas en la cadera del moreno.

—No sabes cuantas ganas te tenía mi yo adolescente. —jadeó entre el beso el morocho. —Cuantos sueños húmedos en los que te jodía ese redondo culo. —murmuraba ronco mientras sus grandes y cálidas manos manoseaban y apretaban a su antojo el buen dotado trasero de Stiles.

—¿Y ahora qué? ...¿Me deseas? —preguntó el castaño, mirándolo con sus brillosos y grandes ojos color whiskey, los ojos más sinceros y hermosos que alguna vez haya visto el hombre lobo.

Un gruñido salió desde lo profundo de su pecho al ver la avergonzada y sonrosada expresión del humano, expresión que era de él y nadie más. —Sí, y no sabes cuánto. —con su pelvis hizo un movimiento simulando una embestida contra su culo, un choque delicioso, ambos aún vestidos, pero se podía sentir el grande y duro paquete del lobo, meterse entre sus nalgas con la fina lencería pero aún con el pantalón del traje. —Tan sólo siente cómo me tienes.

Stiles gimió al sentir la constante fricción del miembro preso de los pantalones. —¡Ah! ... Necesito tu polla, Derek... —pidió lloroso, sintiendo como seguía dando embestidas aún vestidos.

El moreno no dijo nada, sólo siguió empujando con su pelvis contra ese caliente trasero. Arrancándole pequeños gemidos a su esposo. —¿Si? —fingió demencia, mientras con sus fuertes manos amasaba el trasero y lo hacía chocar contra su verga.

—¡Si! Ah, por favor, Der. —rogó, sintiendo como se corría en sus pantalones por los intentos de intrusión en su trasero.

—Oh, sí, ya verás, querido esposo.

El moreno se quitó su saco y de ahí su camiseta decidido a seguir sus planes.
Reclamar a su Stiles ahí y ahora.

Vaya forma de estrenar su matrimonio.

Un viaje que lo arregla todo /SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora