Catorce.

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El verano traía un clima que estaba entre agradablemente cálido al estar completamente quieto e insoportablemente caliente al mover un solo dedo. El aire era pesado, pegándose a la piel de Fourth de una manera realmente molesta. La última semana había sido brillante, soleada y aburrida. Había tenido su último día en el refugio, parpadeando para contener las lágrimas mientras se despedía de Munmuang y aceptaba una pequeña canasta llena de dulces que su madre no le permitiría comer y una camiseta con una foto de la cara de Munmuang que su padre nunca le dejaría usar afuera. Y luego no había quedado nada por hacer.

Depender de Love también significaba depender de su horario. Y ella era una persona muy ocupada.

Pero no era malo. Lo hacían funcionar, y por las noches, cuando Fourth ni siquiera pensaba en tocar los guisantes en su plato durante la cena con sus padres, sentía una ola amarga de satisfacción, de orgullo casi, incluso si todo lo que había hecho durante el día era pasar el rato en el trabajo de Gemini, probando todos los diferentes sabores de chicle en los estantes junto a la caja registradora y clasificándolos cuando no había clientes.

Algunas tardes las pasaba en Plutón, incluso por un par de horas. Una sensación contradictoria en el medio de su pecho, una mezcla de comodidad y sorpresa, le decía que este lugar se había convertido en más un hogar que la casa de sus padres.

Hoy era otro viernes. Fourth y Love habían terminado la reunión del grupo de jóvenes de la iglesia un poco antes de lo habitual para adelantarse a la noche. El plan para esta noche era que Love lo dejaría en Plutón y lo recogería a las once, después de su cita con Gemini.

Las cosas ya se veían un poco diferentes, sin embargo, en este momento. Fourth estaba apoyado contra la pared del almacén, Dunk sentado en la escalera que conducía a las que alguna vez fueron oficinas junto a él. Ambos observaban a Love, quien, vestida con un vestido rosa, trataba de imitar a Pond, quien intentaba enseñarle a hacer poppping y locking al ritmo de los altavoces a bluetooth.

Estaba fallando miserablemente. Pero también se estaba riendo.

Milk también estaba allí, sosteniendo su teléfono y reiniciando la canción una y otra vez. Por alguna razón, Love parecía aprender los movimientos más fácilmente cuando era Milk quien le mostraba cómo hacerlos.

La boca de Phuwin colgaba ligeramente abierta mientras observaba a Pond volverse uno con el ritmo, aventurándose en su propio pequeño rincón del salón para tener más espacio.

—Cierra la boca, se te van a meter las moscas —dijo Dunk, sentándose junto a Phuwin con una paleta en la mano.

Phuwin, en cambio, se inclinó y lamió el helado de Dunk.

—Idiota —gruñó Dunk, alejando su mano del alcance de Phuwin y tomando un bocado él mismo—. Por cierto. Chico enamorado. Te ves bien.

Love gritó y tropezó contra el lado de Milk. Fourth apartó los ojos, volviendo la cabeza para ver a Dunk dar otro bocado a la paleta.

¿Quién mordía su helado?

—Oh, gracias —dijo. Se sentía increíblemente vestido de más, aquí, en Plutón. Estaba tan acostumbrado a holgazanear en el lugar con pantalones cortos cómodos o pantalones de chándal sueltos y camisetas (a veces prestadas). No obstante, aún se sentía él mismo con la suave camisa color burdo con rayas verticales blancas y los pantalones perfectamente ajustados, solo como una parte diferente de sí mismo.

La puerta arriba crujió cuando se abrió. Los ojos de Fourth se levantaron de inmediato. Su boca se secó de inmediato.

Se sentía súper cliché, como si el momento estuviera sacado directamente de un cuento de hadas color pastel y lleno de brillo, la forma en que Fourth miró hacia las escaleras, sus ojos encontrándose con los de Gemini, mientras lo veía bajar lentamente.

plutón | geminifourthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora