Lara bajó del autobús. Paró en la parada que más cerca le quedaba de la casa de sus padres. Aunque la oficina del periódico donde trabajaba la tenía cerca y podía llegar caminando, no tenía la misma suerte con el resto de localizaciones. Sus padres vivían a unas dos horas en coche, pero en el autobús estas dos horas se solían alargar a tres. Quizás por eso los visitaba poco. Por suerte, en este caso, el largo viaje le sirvió para tranquilizarse. También le dio tiempo para pensar.
Hoy era sábado, había escogido justamente este día, ya que no trabajaba, para ocuparse de cosas que llevaba posponiendo ya demasiado tiempo. Una de ellas era visitar a sus padres. Llevaba casi cuatro meses sin verlos, desde la discusión que tuvieron durante la última visita. Esa discusión le resultó extraña. Ella pocas veces se enfadaba, pero ese día explotó como nunca lo había hecho contra ellos.
También tenía la tarde ocupada. Días atrás Daniela le había dado el número de una clínica mental. Específicamente de una psicóloga especialista. Al principio lo había rechazado, no se sentía suficientemente preparada; pero tras meditarlo ella misma, decidió llamar. Le dieron una cita a las seis y media de la tarde.
Ahora mismo Lara no sabía si lo que más necesitaba era acudir a ella o cancelarla. Cogió el teléfono entre sus manos varias veces durante el trayecto, encendiéndolo para hacerlo; pero en todos los intentos, lo volvía a apagar y a guardar en el bolsillo. Haber escuchado a Daniela en ese estado la había roto por completo. Sabía que las cosas no estaban bien, en general, y entre ellas, menos. Pero no sabía que estaban tan mal. No sabía que la morena estuviera tan mal como para llorar de esa manera tan desgarradora. Lo volvió a recordar en su mente, los gemidos y el llanto posterior, y un gran escalofrío cruzó su espina dorsal. Decidió atribuirle el mérito de ello al viento que soplaba en medio de la calle y, al ver el autobús arrancar, comenzó a caminar. Tenía aún veinte minutos de camino andando hasta la casa de sus padres.
Durante este tiempo intentó con todas sus fuerzas dejar de pensar en Daniela, en lo que había pasado, pero fue inútil. Comenzó a lloviznar. Es normal la lluvia en Galicia, pero Lara seguía reacia a cargar con un paraguas cada vez que una mínima nube se cruzaba por el cielo. Así que la mayoría de las veces, la lluvia la atrapaba sin nada bajo lo que cubrirse, y la pelirroja acababa empapada.
Comenzó a llover aún más fuerte y se empezaron a formar pequeños charcos en el suelo. En ese momento la pelirroja se enfadó con la Lara de dieciocho años, que decidió no sacarse el carnet de coche ese verano y dejarlo para más adelante. Siempre aplazando las cosas. Nunca se lo sacó. En su pueblo no lo necesitaba, todo estaba relativamente cerca, y tampoco se lo planteó más. Pero cuando se mudó a Santiago, empezó a arrepentirse. Hasta que conoció a Daniela, que se convirtió en su pequeño chófer personal. Sonrió bajo la lluvia, al recordar el pasado junto a la morena. Pero su sonrisa se fue a los pocos segundos.
Ya quedaba casi nada para llegar a la casa. Lara caminaba cada vez más rápido, tapándose la cabeza con las manos intentando mojarse menos, de forma bastante inútil. Caminó unos minutos más hasta encontrarse frente a la fachada blanca de una casa con jardín. Era una casa grande de dos pisos color blanco y beige. Timbró insistentemente para que le abrieran lo antes posible, no quería mojarse más.
Luego de unos segundos, la gran puerta de madera se abrió y una señora arropada con una bata y un paraguas salió de ella, recorriendo todo el patio delantero hasta llegar la verja. La abrió con una pequeña llave gris dejando pasar a la pelirroja.
-Hola cariño-saludó rápidamente-estás empapada, entra anda.-
Lara obedeció de inmediato, acercándose a su madre para poder obtener también un poco del cobijo del paraguas mientras recorrían el patio, esta vez en dirección a la entrada. La mujer abrió la puerta, dejando pasar a su hija, y entrando ella detrás, cerrándola con fuerza. Lara colgó la chaqueta totalmente mojada en el perchero del recibidor.
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Ojalá un nosotras, pero prefiero un yo
Romance¿Qué haces cuando lo que piensas que nunca te pasará a ti, te pasa? Lara lleva meses intentando responder a esta pregunta. Los sucesos pasan rápido por su cabeza y han empantanado toda su vida, incluída su relación. ¿Qué haces cuando tu relación, a...